Poesia Y Antipoesia Nicanor Parra
polloseba32110 de Noviembre de 2014
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APELACIONES AL LECTOR
Después de la primera guerra mundial, que prescindiendo de cronologías oficiales es la que cierra el siglo XIX, el arte europeo se entregó a una revisión fanática de la obra de creación (y, por esa vía, de la realidad cultural y social). Se la desmontó pieza por pieza para redefinir principios y funciones e idear nuevos sistemas de signos, a fin de "testimoniar la renuncia absoluta a la calidad expresiva y a la sugestión sensual del arte anterior. Ya Rimbaud pensaba en un lenguaje artístico propio, Schönberg se inventa un nuevo sistema musical, y de Picasso podría afirmarse que pinta cada uno de sus cuadros como si quisiera descubrir de nuevo el arte de la pintura (1).
Si bien es a partir de la generación de Vallejo y Neruda que la literatura hispanoamericana asume tales preocupaciones, la poesía de Parra representa quizás mejor que ninguna otra la radicalidad de ese impulso a empezar de nuevo. "Como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto", dice en "Advertencia al lector" (Poemas y antipoemas). Este "alfabeto" o código antipoético, de cuya necesariedad y sentido quedará amplia constancia a lo largo del presente ensayo, se estructura en la crítica simultánea de la realidad, del lenguaje "poético" y del poema fundado en la ilusión estética.
Lo cual sitúa a Parra en la tradición de Brecht. En efecto, Brecth le quita al espacio escénico su neutralidad, lo carga de beligerancia y establece en él la sede de una conciencia crítica que se propone arrancar al espectador de su cómoda posición contemplativa. El método: atacar la ilusión estética. Parra también quiebra la serenidad del espacio del poema, lo abre y a través de fórmulas prosaicas, estereotipadas, llama la atención del lector y le pide que por un instante vuelva. la cabeza "hacia este lado de la república", hacia el espacio del poema que ya no lo pueblan más las imágenes y ocurrencias depuradas, porque se ha transformado en un retablo donde se exhiben las falsas maravillas de una civilización:
Señoras y señores:
Yo voy a hacer una sola pregunta:
¿Somos hijos del sol o de la tierra?
Porque si somos tierra solamente
No veo para qué
Continuamos filmando la película:
Pido que se levante la sesión.
("Pido que se levante la sesión", Versos de salón)
Atención, señoras y señores, un momento de atención:
Volved un instante la cabeza hacia este lado de la república,
Olvidad por una noche vuestros asuntos personales.
("El peregrino", Poema y antipoemas)
Las apelaciones en boca del personaje antiheroico producen en el lector impresiones aparentemente contrarias, pero que en la intención del texto se resuelven en eficacia expresiva. Por ejemplo, hay en la voz que las pronuncia una vibración trágica apenas disimulada que hace que las palabras nos suenen como el prólogo a una noticia catastrófica, lo que no es ciertamente una impresión equivocada. Por otra parte, despiertan en la memoria el eco del lenguaje de los anunciadores de feria, de los circos y de los shows: "señoras y señores, un momento de atención", "olvidad por una noche vuestros asuntos personales". La mezcla de lo trágico y lo cómico, de lo grave y de lo vulgar, característica del estilo antipoético, es pues una de las formas que adopta la crítica del lenguaje "poético" y de la ilusión estética.
Lo Narrativo (Personaje y Crónica)
Fue Pedro Lastra quien primero vio en lo narrativo una de las estructuras formales del antipoema: la antipoesía "apunta hacia sucesos, es decir, considera como primordial el elemento narrativo"; el poeta "se presenta en una actitud activa y alucinada antes que de especulación" (2).
El germen de lo narrativo, dijimos, estaba en el Cancionero sin nombre y se desarrolló después en la imitación de Whitman. Vamos ahora a determinar su fundamento internamente, dentro de antipoema, en la existencia del personaje en la existencia del personaje y en el carácter de éste,
Parra proyecta su "yo" lírico en el centro del poema. Pero no lo deja allí petrificado en un gesto patético sino que lo dramatiza: padece y actúa, se indigna y acusa, se ríe con dolor de sí mismo y del mundo. O sea, en la medida en que ese "yo" define su identidad en el diálogo la tensión con las cosas y consigo mismo, dramáticamente, se convierte en el rostro de un verdadero personaje. "Como Chaplin, Parra ha creado un personaje, una figura fantasmagórica y bufonesca, presa de deseos frustrados, asediado por las máquinas y los "vicios mundo moderno", un profesor envejecido en su tarea, un tenorio de parques, un cobarde, un héroe a su pesar, un loco. Un personaje, en fin, que es el poeta y no lo es, porque es, también, todos y cada uno de nosotros" (3).
El antihéroe se mueve de un lado a otro, va tomado nota del acontecer cotidiano, sorprendiendo lapsus por donde su mirada escrutadora se asoma a la tramoya del gran teatro de la sociedad actual, en cuyo ámbito se representa en acto continuo la farsa de los valores y de las significaciones. Es "una cámara fotográfica que se pasea por el desierto", "una alfombra que vuela", "un registro de fechas y de hechos dispersos" ("Mil novecientos treinta", Obra gruesa).
Esta es la razón de por qué el lenguaje de la antipoesía resulta predominantemente informativo: es el lenguaje de una crónica de un sobreviviente en un mundo de ruinas culturales, en un "desierto" humano. Precisamente, en la existencia de un personaje-cronista testimonial del antipoema, tiene su fundamento y su necesidad lo narrativo.
Prosaísmo
La sintaxis prosaica es correlativa de lo narrativo y colabora también a derribar de su trono a la ilusión estética. Para vivir, esta ilusión exige una distancia y un a sublimación; el prosaísmo en cambio plantea una interferencia antipoética. Desde otro punto de vista, lo prosaico arrastra bien la clara tendencia del antipoema al modelo del lenguaje hablado, vocación ya activa en el Cancionero. En el ejemplo siguiente, lo que salva al poema es la ironía, la soterrada sonrisa del que "sabe" y la contención intelectual:
Los astrónomos yankees
Examinan el cielo con el ceño fruncido
Como si estuviese lleno de malos presagios
Y concluyen que el sol anda de viaje
Por los países subdesarrollados
Con las maletas llenas de dólares
En misión de caridad cristiana.
("Hace frío", Canciones rusas) .
Hay en Parra un paralelismo de coherencia notable entre los inminencias: así como intuye al hombre contemporáneo al borde del abismo, a punto de perder su identidad y destruirse, así el antipoema (la estructura en que esa intuición se encarna) se equilibra peligrosamente entre la poesía y lo que no es poesía, entre el verso y la prosa, al filo de su propia negación. Es por lo demás el destino de las grandes creaciones: bailar en la cuerda floja, sostener una existencia fronteriza, tensar la vida por la muerte, la poesía por una agresión a la poesía.
La Moraleja
Al final de varios poemas de Parra, y a veces separados por un espacio en blanco, hallamos unos versos en los que se expresa lo que podríamos llamar la "moraleja": una síntesis crítica, un juicio moral sobre el contenido del poema respectivo. El pensamiento que transmiten tales versos viene camuflado en imágenes a primera vista absurdas o si no disfrazado por la ironía, pero siempre indirecto e irritado.
En el "Soliloquio del Individuo", después de recorrer con el lector los pasos de la humanidad desde la época de las cavernas hasta la era del automóvil, el personaje resume la 'enseñanza' del viaje en estas palabras de desaliento:
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.
(Poemas y antipoemas).
Un sarcasmo corona el inventario de "Los vicios del mundo moderno":
Por todo lo cual
Cultivo un piojo en mi corbata
Y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles.
(Poemas y antipoemas).
Los cuatro versos finales de esa advertencia contra las imposturas que es "Oda a unas palomas", son un llamado implícito a reaccionar, a cerrar filas alrededor de la verdad:
A ver si alguna vez
Nos agrupamos realmente todos
Y nos ponemos firmes
Como gallinas que defienden sus pollos.
(Poemas y antipoemas).
El prejuicio de pureza en el arte relegaba la moraleja al género de la fábula, su lugar legítimo. En lo que al poema se refiere, condenaba su presencia en él por cuanto constituía una intromisión indebida: violaba el principio que le exigía al poeta abstenerse de emitir un juicio moral, de elaborar críticamente lo representado, derecho reservado al lector. El que la encontremos en algunos antipoemas es un indicio más de la rebeldía de Parra en contra de la tradición de la 'unidad'
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