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TEMA DE LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2015  •  Ensayos  •  2.753 Palabras (12 Páginas)  •  126 Visitas

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LOS FUNERALES DE LA MAMÁ GRANDE.

LA SIESTA DEL MARTES

 En este cuento el autor nos relata  como una mujer junto con su hija de doce años viajan en un tren hacia un pueblo para poder llevar flores a la tumba del hijo de la mujer y hermano de la niña, llamado Carlos Centeno Ayala ya que éste había muerto.

La mujer y su hija guardaban un luto riguroso durante el viaje, al llegar al pueblo la mujer se dirigió inmediatamente a la casa cural  para que el sacerdote  le brindara la llaves del cementerio, al tocar la puerta de la casa cural le abrió la hermana del sacerdote y pero al principio el sacerdote no la quería atender porque era hora de la siesta en todo el pueblo,  como la mujer se mostro insistente porque su tren se iba a determinada hora, la hermana del sacerdote le hablo por segunda vez y fue entonces cuando el sacerdote salió y le pregunto a la mujer que, qué era lo que se le ofrecía, entonces ella le respondió que la llaves del cementerio y cuando el sacerdote le pregunto qué  tumba  iban a visitar y ella respondió el nombre de su hijo, el sacerdote no entendió, la mujer tuvo que decir que era la tumba del ladrón que habían matado y que ese ladrón era su hijo.

El hijo de la mujer murió al intentar entrar a la casa de la señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía en una casa llena de cachivaches, y como ella escucho fue a la sala sin encender las luces, tomó un arma con las dos manos, cerró los ojos y apretó el gatillo. El hombre  amaneció muerto frente a la casa, con la nariz despedazada y vestía una franela a rayas de colores, un pantalón ordinario con una soga en lugar de cinturón, y estaba descalzo. Nadie lo conocía en el pueblo.

 Mientras el padre le pedía unos datos a la mujer y le entregaba las llaves del panteón, la hermana del sacerdote le dijo que la gente se había dado cuenta y trataron de sacar a la mujer por la puerta del patio ya que todos estaban en las ventanas observando, pero la mujer no comprendía y empezó a moverse hacia la puerta, tomando a la niña de la mano salió a la calle. 

UN DIA DE ESTOS

En este cuento el autor nos relata, como el alcalde va con Don Aurelio Escovar para que le sacara una muela.  Don Aurelio Escovar era un dentista sin título y un buen madrugador, abría su gabinete a la seis y desde esa hora comenzaba trabajar.

Un lunes tibio y sin lluvia, después de las ocho escuchó la voz destemplada de su hijo de once años diciéndole que el alcalde había ido para que le sacara una muela, él le respondió a su hijo que dijera que no estaba pero el alcalde lo escucho  y tuvo que atenderlo ya que le dijo que si no le sacaba la muela le daría un tiro.

Cuando Don Aurelio observo la muela del alcalde le dijo que se la quitaría sin anestesia porque tenía un absceso, Cuando Don Aurelio logra sacarle la muela, el alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas por ese motivo el dentista le da un trapo limpio para que se secara las lágrimas, el alcalde se puso de pie y se despidió con un saludo militar, le dijo a Don Aurelio que le pasara la cuenta por ese motivo Don Aurelio le pregunta que si a él o al municipio, la respuesta del alcalde fue que era la misma vaina.

EN ESTE PUEBLO NO HAY LADRONES

En este cuento el autor nos narra de Dámaso quien roba tres bolas de billar pero debido a las consecuencias decide entregarlas pero al intentarlo Don Roque quien era el dueño del salón del billar lo descubre.

Dámaso estaba casado con Ana quien estaba en cinta de seis meses. Una noche Dámaso se ausenta y su mujer no deja de esperarlo ni un segundo, cuando por fin regresa pone un envoltorio en el regazo y sale a orinar, entonces su mujer suelta los nudos y ve tres bolas de billar.  Su mujer le reclama diciéndole que tenia entrañas de burro ya  que ella había estado sin poder dormir pensando que lo traían muerto cada vez que escuchaba un ruido en la calle y que todo eso para que le saliera con tres bolas de billar.

Al día siguiente el sol calentó hasta tarde, la mujer de Dámaso quería decirle algo con la mirada. Hasta entonces no había puesto atención a las voces del patio. Ella le dijo que no habían hablado de otra cosa en toda la mañana murmurándole mientras le servía el café.

Una muchacha de nombre Teresa les dijo que tuvieran cuidado porque  se habían metido al salón de billar y habían cargado con todo, les explicó cómo desmantelaron el establecimiento, pieza por pieza, hasta llevarse la mesa de billar, hablaba con tanta convicción que Dámaso no pudo creer que no fuera cierto. Ana salió a la calle tuvo que escuchar varias veces, en versiones diferentes y contradictorias, los pormenores del mismo episodio. Fue directamente a la plaza y no encontró frente al salón de billar tanta gente como imaginaba, Ana siguió de largo por el salón de billar, y al pasar por el solar baldío situado frente al puerto se encontró con la multitud. Ella pregunto que si sabían quien había sido y no se atrevió a mirar en torno suyo, la respuesta que le dieron fue que no se sabía pero que se sospechaba de un forastero ya que en ese pueblo no había ladrones, ella sonriendo y empapada en sudor les contesto, así es y pregunto que si habían cargado con todo y un viejo le respondió que con doscientos pesos y las bolas de billar. Ana vio al propietario del salón de billar que estaba en la puerta, con el alcalde y dos agentes de la policía.

El aburrimiento en el bar era debido a que sin bolas no se podía jugar, y los remordimientos ya que un negro forastero fue acusado del robo, hacen que Dámaso decida devolver las bolas de billar.

Esta vez no tuvo que servirse de la linterna ya que la puerta sólo había sido reforzada en el sitio de la argolla violada, habían sacado un pedazo de madera del tamaño y la forma de un ladrillo, lo habían reemplazado por madera nueva, y habían vuelto a poner la misma argolla. Dámaso tiró del candado con la mano izquierda, metió el cabo de la lima en la raíz de la argolla que no había sido reforzada, y movió la lima varias veces como una barra de automóvil, con fuerza pero sin violencia, hasta cuando la madera cedió antes de empujar la puerta levantó la hoja desnivelada para amortiguar el rozamiento en los ladrillos del piso. La entreabrió apenas, por último se quitó los zapatos, los deslizó en el interior junto con el paquete de las bolas, actuaba sin prevención.

don Roque lo descubrió y le reclamo, Dámaso le dio el paquete y don Roque le pidió los doscientos pesos y Dámaso le repitió varias  veces que no había nada en la gaveta a lo que don Roque le respondió que ese  mismo cuento le iba a echar al alcalde pero Dámaso le responde diciéndole que él sabía que no había nada  y don Roque le responde ahora te los van a sacar del pellejo, no tanto por ratero como por bruto.

LA PRODIGIOSA TARDE DE BALTAZAR

Este cuento nos narra la historia de Baltazar, un carpintero que trabajo durante quince días para terminar una jaula. Cuando finalmente la terminó, todo el pueblo fue a verla, pues era la mejor que habían visto, era una jaula muy hermosa, Baltazar tenía pensado pedir treinta pesos por la jaula para que le terminaran dando veinte pesos, pero su mujer Úrsula le dijo que pidiera cincuenta pesos ya que se había trasnochado mucho en esos quince días y que además era grande y que en realidad debería pedir sesenta pesos.

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