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Texto Expositivo


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2013  •  1.083 Palabras (5 Páginas)  •  344 Visitas

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A partir de la lectura del siguiente texto responde las preguntas de la 1 a la 15:

LA RUEDA

(Primera parte)

Cuento popular italiano

Queridos amigos: ¿Tendrán ustedes interés en saber de dónde viene la costumbre de correr detrás de un círculo que llamamos “rueda”, y hacerla rodar con una varilla? Bien, se lo daré a conocer contándoles la historia del pequeño Antonio.

En Italia vivía, hace mucho tiempo, un gran rey, Martino IV, grande, a la vez, por su figura y por su carácter. Tenía una larga barba blanca, que le caía hasta la cintura y que inspiraba temor y respeto. En verdad detrás de esa gran barba ocultaba un corazón muy tierno y justo. Es así como acostumbraba pasear a pie, por la ciudad, para enterarse de las necesidades de sus súbditos.

Martino IV era un rey justo. Como no tenía la felicidad de contar con descendientes, quería que todos los niños del reino fueran los suyos e inventaba mil maneras de divertirlos. Con ese motivo, en una ocasión, hizo pregonar por toda la ciudad que para el primer domingo de primavera se organizaba un gran concurso. “El niño que invente el juguete más atrayente ganará una copa de plata y cien monedas de oro”. Se produjo gran agitación en todos los hogares: los niños se precipitaban en las tiendas para comprar, a cualquier precio, toda clase de objetos y los más extraordinarios. Cuando se encontraban en la calle, tomaban aires misteriosos y atareados.

– ¿Encontraste eso que necesitabas?

– ¡Yo, sí, todo! ¡Será maravilloso! ¿Y tú?

– ¿Yo? No, no lo he encontrado aún. Me faltan algunas cosas que tengo que encargar a otra parte.

– ¡Entonces hasta luego!

– ¡Hasta luego y buena suerte! Y cada uno pensaba que él tenía la mejor idea.

En un barrio pobre de la ciudad vivía un hombre valiente, sombrío y brusco que desempeñaba el oficio de tonelero. Después que perdió a su mujer no había vuelto a sonreír jamás, no quería ver a nadie y trabajaba de la mañana a la noche para alimentar a su único hijo, el pequeño Antonio, un gentil chiquillo de once años.

Cuando oyó hablar del concurso, Antonio pidió a su padre con voz mimosa:

– Papá, me gustaría tanto que me dieras una moneda para poder fabricar un juguete para el concurso.

– ¿Tú crees que tengo dinero para perder? –fue la respuesta–. Mejor desocupa la bodega de todos los toneles viejos que se pudren y acarréalos al patio; los voy a reparar para usarlos nuevamente –le respondió su padre.

El pobre Antonio bajó a la bodega. Los toneles viejos esperaban allí desde hacía mucho tiempo. Parecían cansados y exhalaban un olor fuerte a vinagre. No es entretenido dedicarse

a acarrear toneles cuando se tiene once años.

Sin embargo, Antonio tomó el primero y lo puso sobre su espalda para subir la escalera de la bodega… Pero, cuando quiso hacerlo rodar en el patio, vio sorprendido que la madera toda podrida caía a pedazos, y que solamente rodaba el círculo de fierro que tenía el barril alrededor. Asombrado, el niño lo recogió y lo lanzó a través del patio y corrió detrás; cuando llegó al final de su recorrido, el aro giró sobre sí mismo y cayó, entonces Antonio lo levantó

y lo lanzó nuevamente, y cada vez que cayó, el niño lo tomó y lo volvió a tirar.

Pronto Antonio se dio cuenta de que el viejo fierro estaba todo mohoso y le rompía los dedos. Entonces tomó un palo e impulsando el aro con pequeños golpes lo hizo rodar muy bien.

Antonio jugó todo el día; pero, en cambio, debió trabajar toda la noche para no disgustar a su padre. Ahora el niño se había conformado de no tomar parte en el concurso, y no pensó más en él, pero cada vez que tenía un rato libre, jugaba con su rueda.

– ¡Mi amigo redondo! –le decía-. ¡Gira a la derecha, gira a la izquierda, gira un poco más ligero! ¡Está bien, eres obediente! ¡Gira sobre ti mismo, ahora vuelve atrás!

Llegó el día del concurso. Una multitud inmensa se aglomeraba en las graderías instaladas en la plaza. El rey se hallaba en un trono…

Adaptación: Eloísa Pizarro.

1.- Martino paseaba por la ciudad con el fin de:

a) Saber qué necesidades tenían sus súbditos.

b) Vigilar lo que hacían en la ciudad.

c) Saludar a las personas.

d) Todas las anteriores.

2.-

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