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AlexzVela23 de Noviembre de 2013
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También las caricias ajenas se disfrutan
Es bien sabido que los seres humanos disfrutamos las caricias, pero el cerebro tiene la misma reacción cuando se observa a otra persona ser acariciada, revela una nueva investigación de la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, que se publica en la revista especializada Journal of Neuroscience.
Ser suavemente acariciado por otra persona es a la vez una experiencia física y emocional; pero la forma en que se toca y la reacción que ello provoca en el cerebro son cuestiones aparte.
Investigadores del Instituto de Neurociencia y Fisiología de la Universidad de Gotemburgo estudiaron cómo el cerebro reacciona a las caricias. A voluntarios se les monitoreó mediante resonancia magnética para medir los flujos sanguíneos en su cerebro mientras eran acariciados, ya sea lenta o rápidamente, con un cepillo suave.
Como cabría esperar, el cerebro reacciona con más intensidad a los movimientos lentos. Pero lo más sorprendente surgió cuando los voluntarios tuvieron la misma reacción al observar videos de otra persona que era acariciada.
"El objetivo era entender cómo el cerebro procesa la información de contacto sensual, y resultó que el cerebro se activó con la misma rapidez cuando los voluntarios observaron alguien que era acariciado y cuando ellos mismos eran los acariciados", explica India Morrison, una de las investigadoras participantes en el estudio. "Aun cuando estamos sólo mirando un contacto sensual con la piel, podemos experimentar su significado emocional sin llegar a sentir el contacto directo."
Esto significa que nuestro cerebro está programado de manera que podemos sentir y procesar las sensaciones de otras personas, lo que podría abrir vías de estudio sobre la forma de crear empatía", puntualiza Morrison.
La neurociencia de las zonas erógenas
Se podría pensar que las zonas erógenas son algo extrañas? ¿Por qué algunas partes de nuestro cuerpo producen sentimientos eróticos mientras que otras adyacentes no lo hacen? Una caricia en el cuello podría resultar placentera, mas una en el cachete no. Un grupo de científicos explica la neurociencia detrás de las zonas erógenas.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica, liderados por el profesor Olvier Turnbull, de la Universidad de Bangor, decidió poner a prueba una teoría propuesta a finales de los 90 por el neurocientífico Vilayanur Ramachandran. Los resultados, además de sorprendentes, arrojaron datos interesantes acerca de lo que hombres y mujeres consideran erógeno.
La hipótesis de Ramachandran supone que las zonas erógenas se deben a que limitan con las áreas genitales en alguno de nuestros mapas cerebrales. Debido a la cercanía, al tocar una parte se estimula una sección vecina. Por ejemplo; en el mapa de la corteza sematosensorial (S1), los pies se localizan junto a los genitales. Por lo tanto, según esta lógica, los pies son una zona erógena.
Para comprobar si realmente el mapa cerebral S1 corresponde con las zonas erógenas, el equipo de investigadores pidió a un grupo de personas calificar a 41 partes del cuerpo de acuerdo con el nivel de erotismo que producen. El cuestionario reveló que a pesar de la edad, el sexo, la raza, la cultura y la preferencia sexual, la mayoría de los participantes consideran a las mismas zonas erógenas. Las diferencias entre hombres y mujeres eran mínimas.
Los científicos concluyeron que la teoría del S1 es errónea. Sin embargo, el Prof. Turnbull cree que puede apuntar hacia la dirección correcta. Tal vez no sea este mapa cerebral el responsable de determinar las zonas erógenas,
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