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ÉPOCA DE CERVANTES


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  5.669 Palabras (23 Páginas)  •  386 Visitas

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 Época de Cervantes considerada la de mayor brillo cultural en la historia de España.

Cervantes nació en 1547 y murió en 1616, en el movimiento cultural del Renacimiento. Fue dramaturgo, poeta y novelista español, autor del Quijote, que es considerada la primera novela moderna de la literatura universal.

El Renacimiento aparece en Italia y experimenta un cambio en la forma de pensar, promovido por un nuevo interés por la cultura clásica. Se caracteriza por:

• La creación del Estado Moderno y la aparición de las monarquías autoritarias.

• Se suceden grandes descubrimientos y avances científicos tales como el descubrimiento de América, nuevos instrumentos de navegación o la imprenta.

• Por la buena economía hay una gran actividad industrial, mercantil y comercial.

• Es el final del Imperio Romano con la caída de Constantinopla.

• Continúa la sociedad estamental y se observa una pérdida de categoría de la nobleza y un mayor protagonismo de la burguesía.

• Dios deja de ser el centro de todas las cosas en beneficio del ser humano. Aparecen conflictos religiosos (reforma luterana y la contrarreforma).

• Aparece el humanismo (ideología racionalista, donde la razón es el medio de conocimiento y de rechaza la Biblia como fuente de autoridad).

La vida de Miguel de Cervantes transcurrió entre dos épocas, la renacentista y la barroca, pues nació en 1547 y murió en 1616. El barroco se relaciona con la decadencia política y la contrarreforma religiosa y representa un tipo de cultura pesimista y compleja. Miguel de Cervantes vivió en este periodo de transición y crisis, y sus experiencias personales se convirtieron muchas veces en materia literaria.

La España de Cervantes era una sociedad en transición. La unión de las coronas de Aragón y Castilla, llevada a cabo a través del casamiento de Fernando e Isabel, sentó las bases para la unificación de España y para la creación de una monarquía absolutista. La caída de Granada, el último reino morisco de España, fue el acto final de la Reconquista que se extendió durante siglos. Esta fue prontamente seguida por el descubrimiento de América y la emergencia de España como poder económico y militar dominante en Europa.

En el momento en que Cervantes nació, Madrid tenía solamente 4.000 habitantes, tamaño comparable al de Toledo, Segovia o Valladolid. El crecimiento de Madrid fue resultado de los fueros o derechos concedidos a la naciente burguesía española por los reyes de Castilla y León en el periodo medieval. En el siglo XIV, Fernando VI trasladó la corte allí para aprovechar las ventajas de la abundancia de caza, del clima y la pureza del agua. Eso le dio a la monarquía una base independiente, libre del control de las noblezas provincianas.

Bajo Felipe I el vasto aparato burocrático de un estado absolutista se completó y perfeccionó. Madrid se había transformado de una descuidada villa provinciana en una ciudad de 100.000 habitantes, llena de iglesias, catedrales, palacios y embajadas. Para construir la ciudad se talaron todos los bosques. La región, que había sido conocida por su aire saludable y aguas puras, se convirtió en un pozo pestilente. Las calles de Madrid eran oscuras, estrechas y llenas de basura podrida, con cerdos merodeando la suciedad. Construcciones mal distribuidas, palacios de mal gusto, calles llenas de basura y restos de animales muertos, barrios empobrecidos con su atmósfera morisca, las casuchas de los pobres arremolinadas alrededor de las casas de los ricos. En todas partes reinaba el hedor de la basura podrida y, aún peor, fermentando en las calles donde se la había abandonado al amparo de la oscuridad. La corte de Madrid no era mucho mejor, según se cuenta, era conocida como la más sucia de toda Europa. Algunos embajadores extranjeros la comparaban con una aldea del interior de África.

También era un caldero hirviente de cambio social donde las viejas clases se descomponían más rápidamente de lo que podían ser sustituidas por las nuevas. La decadencia del feudalismo, junto con el descubrimiento de América tuvo un efecto devastador en la agricultura española. En lugar de un campesinado productivo ganándose el pan con el sudor de su frente, nos encontramos a un ejército de mendigos y parásitos, aristócratas arruinados y ladrones, sirvientes de la corte y borrachos, todos luchando por vivir sin trabajar.

La podredumbre empezaba por arriba. En medio de toda esta pobreza y suciedad, ruido y miseria, la corte española era considerada como una de las más brillantes de Europa. Era un espectáculo sin fin de bailes, mascaradas y música. La realeza española vivía espléndidamente, a crédito. Raramente pagaban a sus proveedores. Una cosa tan vulgar como el dinero apenas merecía la consideración de la aristocracia.

La nobleza parasitaria vivía en condiciones de tan ostensible extravagancia que se hizo necesario aprobar leyes contra el lujo excesivo en el vestir, los muebles e incluso en los arreos. Las autoridades incluso tuvieron que organizar la quema pública de zapatillas decoradas, ligas de damas y ropas adornadas. Algunos duques iban acompañados de 100 lacayos vestidos de seda. Incluso los oficiales del ejército aparecían en público vestidos con ricos jubones y chaquetas decoradas con cintas, joyas y plumas.

A pesar del barniz externo de piedad religiosa, muchos nobles flirteaban públicamente con religiosas jóvenes y atractivos a quienes encontraban en las calles. Se dice que el famoso retrato de Cristo de Velázquez fue entregado a la Iglesia como pago en penitencia por Felipe IV por una de sus innumerables aventuras sexuales. Las damas de la nobleza no eran mejor que sus hombres. Cuando la duquesa de Nájera y la condesa de Medellín se pelearon, primero se lanzaron una lista de insultos que habrían ruborizado a una verdulera y después recurrieron con entusiasmo al argumento más penetrante del frío acero.

La corrupción era la regla, los funcionarios honestos la excepción. La iglesia y el estado estaban infestados de un verdadero ejercito de parásitos y entenados, todos luchando por conseguir fortuna de los fondos públicos. Muchos funcionarios vivían una existencia precaria y estaban dispuestos a vender a su abuela por unos pocos reales. La venta de cargos era común. Los ministros particularmente corruptos eran satirizados en versos insidiosos, pero lo corriente era que no se prestara demasiada atención a un fenómeno que era tan común que llegaba a ser considerado normal.

El Siglo de Oro

En este período

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