Adaptación de los Olivos de Lope de Rueda
Irvin AlonsoPráctica o problema9 de Agosto de 2018
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La Huerta de Mangos
Adaptación de Las Aceitunas de Lope de Rueda
DON JUAN, simple, viejo
TERESA, su mujer
MARÍA, su hija
PANCHO, vecino
DON JUAN.- ¡Válgame Dios, que tormenta… parece que parece que el cielo se cae!
En fin… ¿qué habrá preparado de cenar mi mujer? ¡Vaya! Parece que no hay nadie…. (grita) ¡Ey! ¡Muchacha!¡Manigüera! ¡¿Pues donde están?! ¡TERESA! ¡Ey!
MARÍA.- (abre) Por amor de dios padre… ¡que me truena los oidos!
DON JUAN.- ¡Ya ya ya… a callar! ¿Dónde está tú madre?
MARÍA.- En casa de la vecina, le fue a ayudar con unas costuras.
DON JUAN.- ¡Qué! ¿Cómo que costuras? ¡Ve por ella! (sale la niña a buscarla).
TERESA.- (Vuelven) Vaya, vaya que ya llegó el señor importante… viene de hacer una triste
carguilla de leña. No hay quien se entienda con él.
DON JUAN.- Sí … ¿carguilla de leña le parece a la señora? Juro por Dios que éramos yo y el ahijado y no podíamos.
TERESA.- Ya, ya. ¡Qué mojado que vienes!
DON JUAN.- Vengo hecho una sopa. Mujer, por vida tuya, dame algo de cenar.
TERESA.- ¡Y que canijos te voy a dar, si no tengo nada!
MARÍA.- ¡Papá, la leña viene mojada!
DON JUAN.- Sí, después dirá tu madre que es el rocío de la mañana…
TERESA.- Corre, muchacha; haz un par de huevos para que cene tu padre y hazle la cama.
Estoy segura de que no te acordadaste de plantar el mango que te encargué.
DON JUAN.- ¿Qué no me acordé? Pues si por eso me tardé.
TERESA.- ¿Y adónde lo plantaste?
DON JUAN.- Allí en la parcela junto al arrollo, donde te di aquel primer beso.
MARÍA.- Papá, ya se puede sentar a cenar que aquí está su cena.
TERESA.- Viejo ¿sabes qué he pensado? Que aquel renuevo del mango que plantaste
hoy, de aquí a dos años, llevará 200 o 300 kilos de mango. Y que, plntando mangos aquí y mangos allá, de aquí cinco o seis años tendremos un gran huerto de mangos.
DON JUAN.- Eso es verdad, mujer...
TERESA.- Mira, viejo y ¿sabes que he pensado? Que yo tomaré los mangos y tú los
llevaras en el burro y MARÍA la venderá en la plaza. Y mira, muchacha, que te ordeno a que me vendas a no menos de 50 pesos el kilo de mango.
DON JUAN.- ¿Cómo que a 50 pesos? ¿Qué tienes en la cabeza mujer? Que basta pedir catorce o quince pesos por el kilo.
TERESA.- ¿Qué?, No viejo, que la huerta es de muy buena tierra.
DON JUAN.- Pues aunque sea de la mejor tierra, basta pedir lo que tengo dicho.
TERESA.- Me va a doler la cabeza. Mira, muchacha, que te mando que no las des menos
de 50 pesos el kilo.
DON JUAN.- ¿Cómo a 50 pesos? Ven acá, muchacha, ¿a cuánto vas a dar el kilo?
MARÍA.- A como usted me diga, papá.
DON JUAN.- A catorce o quince pesos.
MARÍA.- Así lo haré, padre.
TERESA.- ¡¿Cómo «así lo haré, padre»?! Ven acá, muchacha: ¿ a cuánto vas a dar el kilo?
MARÍA.- A como usted me diga, mamá.
TERESA.- No menos de 50 pesos el kilo.
DON JUAN.- ¿Cómo a 50 pesos? Te prometo que, si no lo vendes a como yo te digo, te juro ue te agarro a cinturonazos. ¿A los vas a vender?
MARÍA.- A como usted me diga, papá.
DON JUAN.- A catorce o quince pesos.
MARÍA.- Así lo haré, padre.
TERESA.- ¡¿Cómo «así lo haré, padre»?! (pegándole) Toma, toma, vas a hacer lo que yo te mande.
DON JUAN.- Deja a la muchacha.
MARÍA.- ¡Ay, madre! ¡Ay, padre, que me mata!
PANCHO.- ¿Qué es esto, vecinos? ¿Por qué maltratan así a la pobre muchacha?
TERESA.- ¡Ay, señor! Este mal hombre que me quiere vender las cosas a menos precio y
quiere echar a perder mi negocio, mi huerta y mi familia. ¡Unos mangos que parecen Yakas!
DON JUAN.- Yo juro por mis muertos que no son así.
TERESA.- ¡Sí son!
DON JUAN.- ¡No son!
TERESA.- ¡Sí son!
DON JUAN.- ¡No son!
PANCHO.- Señora vecina, tenga la bondad de calmarse, que yo lo averiguaré todo.
TERESA.- ¡Averígüelo!
PANCHO.- Señor vecino, ¿dónde están los mangos? Sáquelos que yo las compraré,
aunque sean veinte kilos.
DON JUAN.- Que no, señor, que no es de esa manera como usted cree; los mangos no están aquí, sino en el huerto.
PANCHO.- Pues tráigalos aquí, que yo se los compraré todos al precio justo.
MARÍA.- A no menos de 50 pesos quiere mi madre que se venda el kilo.
PANCHO.- a caray, pues caro caro....
DON JUAN.- ¿Verdad que sí?
MARÍA.- Y mi padre a catorce o quince pesos.
PANCHO.- Me parece mejor… bueno pues ¿dónde están?.
DON JUAN.- ¡Válgame Dios, señor! Esque usted no a entendido señor… Apenas hoy he plantado un
nuevo árbol de mangos y dice mi mujer que de aquí a dos años llevará 200 o 300 kilos de
mangos y que ella la recogerá y que yo los llevaré en el burro y la muchacha los va a vender. Y que había de pedir a no menos de 50 pesos el kilo. Yo, que no; y ella, que sí. Y sobre esto ha sido la cuestión.
PANCHO.- ¡Vaya discusión! Nunca lo había visto. ¡Los mangos aún no están plantados y a la niña ya la mandaron a vender!
MARÍA.- ¿Qué le parece, señor?
DON JUAN.- No llores, chica. Andad, hija, y termina de poner la mesa. Te prometo comprarte un lindo vestido con los primeros mangos que se vendan.
PANCHO.- Así me gusta, vecino; entra allá y hacer las paces con tu mujer.
DON JUAN.- Adiós, señor.
PANCHO.- (Al público) ¡Qué cosas más raras de la vida! ¡Los mangos no están plantadas, y
ya se pelearon por las ganancias!
...