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ANTROPOLOGÍA PARA ANDAR COMO HOMBRE EN EL MUNDO


Enviado por   •  23 de Marzo de 2021  •  Ensayos  •  3.377 Palabras (14 Páginas)  •  165 Visitas

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EMILIANO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ

¿QUIÉN SOY YO?

ANTROPOLOGÍA

PARA

ANDAR COMO HOMBRE EN EL MUNDO


«¡Ser de un día... Sueño de una sombra, el hombre!».

        Píndaro.

«Muchas son las cosas inauditas; pero nada tan inaudito como el hombre».

        Sófocles.

«¿Qué es el hombre? Sólo una caña pensante».

        Pascal.

«Un animal corrompido».

        Rousseau.

«El ser que puede querer, no sólo que debe».

        Schiller.

«Homo homini lupus».

        Hobbes.

«Un animal que puede prometer y engañar».

        Schopenhauer.

«Es el animal no acabado».

        Nietzsche.

«El animal que se engaña a sí mismo».

        Paul Ernst.

«El ser que puede decir que no».

        Scheler.

«Un animal simbólico».

        Cassirer.

Y otras muchas cosas, como se verá...

Editores: Desclée de Brouwer

Año de publicación: 1990

País: España

ISBN: 84-330-0823-4

PRESENTACIÓN

¿Quién soy yo?

        ¿Quién soy yo? Este interrogante, que ha inquietado al hombre de todas las épocas, hoy se plantea con mayor urgencia que nunca a todo el que quiera vivir su existencia de un modo verdaderamente humano. Nunca ha sido tan amplio y tan especializado como hoy el desarrollo de las ciencias del hombre: biología, fisiología, medicina, psicología, sociología, economía, política, etc., ciencias que intentan aclarar la complejidad de la vida humana. Pero esta maravillosa explosión científica está marcada de ambigüedad. El aumento vertiginoso de los conocimientos técnicos y científicos va acompañado de una creciente incertidumbre respecto a lo que constituye el ser profundo y último del hombre.[1]

        En el marco de las comparaciones entre el animal y el hombre, ante la armonía de reacciones instintivas y capacidad biológica de adaptación al medio del animal y la indigencia del hombre, como ante la fuerza creadora del hombre, de que carece el animal, surge espontánea la pregunta: ¿Qué es el hombre? La antropología biológica nos ofrece unas aportaciones importantes para el conocimiento del hombre, pero no es el único y principal acceso al misterio del hombre.

        De la comparación del hombre con el hombre -extranjero, enemigo, amigo, hermano, de otra cultura o raza-, con su igualdad y sus diversidades, brota la misma pregunta ¿Qué es el hombre? La antropología cultural nos da rasgos significativos del hombre, pero aún no queda desvelado el misterio del hombre.

        

        De la comparación del hombre con la divinidad, la pregunta ¿Qué es el hombre? no se puede ya responder racionalmente, haciendo referencia a su alma, a sus indigencias o a su capacidad creadora. El interrogante se densifica en una pregunta interpersonal: ¿Quién soy yo, Dios mío, ante ti?.[2] La antropología religiosa nos aproxima al desvelamiento del misterio, pero aún nos deja a la puerta, en el atrio del misterio. Queda una respuesta aún, que aparecerá apuntada al final del libro, cuando la pregunta se haya despojado de todas sus capas y aparezca al desnudo en toda su radicalidad: ¿Quién soy yo? y ¿Qué será de mí? …

        Aún cuando millones de hombres se hayan preguntado ¿quién soy yo? ¿qué será de mí? ¿qué sentido tiene mi vida?, su búsqueda de una respuesta o sus respuestas podrán ser una luz, un estímulo, una guía, pero jamás reemplazar el esfuerzo personal por aclarar el misterio de la propia existencia. Vivir la propia vida como vida humana significa vivirla en presencia de estos interrogantes. Lo contrario es sólo señal de una profunda alienación o de una inmensa falta de autenticidad. Por eso la conciencia se despierta siempre con la pregunta: ¿quién soy yo?

¿Qué es el hombre? Cuestión banal, cuestión magnífica, cuestión eterna. Hace millones de años que los hombres se agitan por la superficie del bosque, como mosquitos al lado de un estanque; y desde entonces millares y millones de hombres y mujeres se han planteado esta famosa cuestión. Lo han hecho incansablemente, con la misma angustia, con la misma insistencia, con el mismo sufrimiento. ¿Por qué nacemos a la luz del día? ¿Por qué amamos? ¿Por qué estamos destinados a desaparecer? ¿Por qué nos devoramos mutuamente? A través de los caminos de la historia, por encima de la diversidad de pueblos y razas, este interrogante del hombre sobre sí mismo se eleva sin tregua, sin descanso. Todo lo que dura, todo lo que une, las obras de arte, como las religiones, todo tiene por objeto ofrecer un balbuceo de respuesta a esta inquietante, a esta perpetua cuestión.[3]

        Es cierto que sabemos muchas cosas acerca del hombre, aunque sólo sea porque es eso lo que nosotros somos, experimentamos y vivimos. Pero, apenas queremos definirle, nos percatamos de que hemos topado con lo ilimitadamente abierto, sin orillas, lo indefinible, en suma. Esto hace más acuciante la cuestión. La búsqueda antropológica, hasta sus ramificaciones paleontológicas y etnológicas, saca su dinámica de esta necesidad de conferir un sentido a la vida, que hemos de vivir... El sentido de la vida es algo que todos buscamos; algo, pues, que creemos en cierto modo que ya existe y que sólo es preciso encontrar. Hasta los mismos marxistas, que quisieron rechazar estos interrogantes, no pueden librarse de ellos, como advierte A. Schaff:

Mientras haya hombres que mueran o sientan miedo a la muerte, hombres que pierdan a sus seres queridos y teman esta pérdida, o sufran corporal o espiritualmente (y será esto lo que ocurra mientras haya hombres), no nos contentaremos con conocer solamente los cambios en las formaciones sociales, sino que querremos comprender los problemas personales y saber cómo hemos de comportarnos ante ellos.[4]

El hombre: ser problemático

        Quizás estemos asistiendo actualmente a la más amplia crisis de identidad que ha atravesado nunca el hombre. Las palabras de Max Scheler y de Martin Heidegger, lejos de haber perdido actualidad, han cobrado en nuestros días un acento más actual y alarmante:

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