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AZUFRE, MERCURIO Y SAL


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  1.347 Palabras (6 Páginas)  •  205 Visitas

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“AZUFRE, MERCURIO Y SAL”

Los Símbolos Masónicos son ricos en enseñanzas y adecuados para facilitar a la inteligencia los medios de comprensión, los cuales encierran elevadas significaciones morales, intelectuales y espirituales.

Ahora si meditamos sobre los medios y elementos con los cuales debe prepararse el iniciado, para una nueva vida iluminada por la verdad y hecha activa y fecunda con la práctica de la virtud.

Un recipiente de Sal y uno de Azufre se hallan además de otros elementos, sobre la mesa dentro del Cuarto de Reflexión; su asociación simbólica no deja de parecer algo extraña y misteriosa.

La Sal y el Azufre, son dos elementos considerados desde la antigüedad como símbolos de la polaridad del hombre. La presencia de estos elementos en el gabinete significa que siendo considerado el Azufre símbolo de la energía activa, así como la sal representa la energía pasiva, su relación con el iniciado está en esa polaridad antes mencionada, lo espiritual con lo material; expansión y gravedad.

El Azufre indica la Energía Activa, que se hace la Fuerza Universal, el principio creador y la electricidad vital que producen y animan todo crecimiento, expansión, independencia e irradiación. La Sal es el principio atractivo que constituye el magnetismo vital, la fuerza conservadora y fecunda que inclina a la estabilidad y produce toda maduración, la capacidad asimilativa que tiende hacia la cristalización, el principio de resistencia y la reacción centrípeta que se opone a la acción activa de la fuerza centrífuga.

En estos dos elementos tenemos los dos aspectos o polaridades de la Energía Universal, dirigido El Azufre de adentro hacia fuera, apareciendo exteriormente como derecho y la Sal de afuera hacia adentro, manifestándose como izquierdo. Son el impulso activo que produce todo cambio y variación, y engendra en el hombre el entusiasmo y el amor a la actividad, el deseo y la pasión; y la tendencia pasiva hacia la inercia y estabilidad que es enemiga de todo cambio y variación, produciendo en nuestro carácter firmeza y persistencia, y con su dominio en la mente, la ignorancia, la inconsciencia y el sentido de la materialidad, que nos atan a las necesidades y preocupaciones exteriores y los instintos destinados para proteger la vida en sus primeras etapas.

El Azufre nos impulsa constantemente hacia arriba y hacia delante, nos anima y nos ahínca en todos nuestros pasos, nos da el ardor, la iniciativa, es espíritu de conquista, la voluntad y capacidad de satisfacer nuestros deseos y conseguir el objeto de nuestras aspiraciones; pero nos da también la inquietud, la inconstancia y el amor de los cambios y novedades, la impulsividad que nos inclina hacia acciones inconsideradas, haciéndonos recoger frutos maduros y perder los mejores y más deseables resultados de nuestros esfuerzos.

La Sal es aquel que nos frena y desalienta; nos hace recoger en nosotros mismos, nos da el temor y la reflexión, nos hace abrazar y establecer igualmente en el error y en la verdad, en los hábitos viciosos y virtuosos; nos hace fieles y perseverantes, firmes en nuestra voluntad y tenaces en nuestros esfuerzos; nos da la capacidad de atraer aquello para lo cual estamos interiormente sintonizados con nuestros deseos, pensamientos, convicciones y aspiraciones. Nos da la desilusión y el discernimiento, nos aleja de los cambios y de toda acción irreflexiva, pero también de todo progreso, esfuerzo y superación.

El Azufre y la Sal son las dos columnas o tendencias que se hallan constantemente a nuestro lado, en cada uno de nuestros pasos sobre el camino de la existencia, y nuestra felicidad, paz y progreso efectivo estriban en nuestra capacidad de mantener en cada momento un justo y perfecto equilibrio entre estas tendencias opuestas, conservándonos a igual distancia de la una como de la otra, sin dejar que ninguna de las dos adquiera un predominio indebido sobre nosotros, sino que obren en perfecta armonía y nos dé cada cual sus mejores cualidades: el ardor reflexivo y la paciencia iluminada, el entusiasmo perseverante y la serenidad inalterable, el esfuerzo vigilante y la firmeza

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