Cambiar el mundo

CAMBIAR EL MUNDO

Introducción:

Buen día queridos hermanos, es una alegría poder saludarles. Vamos a orar: Eterno Dios que estás en los cielos, gracias por la oportunidad de abrir tu Palabra, ayúdanos a comprender lo que vamos a estudiar hoy. Gracias por contestar nuestra oración, porque te pedimos en el nombre de Jesús, amén.

¿Cambiar el mundo? Suena interesante ¿verdad? La pregunta sería ¿cómo hacerlo? ¿cómo lograr este cambio? Es interesante porque todos de alguna manera intentamos que los demás cambien primero y nosotros no hacemos ningún esfuerzo para cambiar o si lo hacemos es muy reducido. Entonces, el cambio debe empezar por uno mismo.

Cuerpo:

Era una tarde friolenta en aquella pequeña aldea, cuando un alfarero agarró un montoncito de barro con el cual se proponía hacer una hermosa vasija. Empezó a amasarlo y después de unas horas se podía notar una reluciente obra de arte. Infortunadamente esta cayó haciéndose cientos de pedazos. Cuando estuvo a punto de tirarlo a la basura, pensó para sí mismo y dijo: ¿No podría juntar los pedazos y hacer una nueva vasija aún más hermosa?  

Para entender el verdadero cambio, debemos ir a las Escrituras. Veamos lo que el apóstol Pablo nos dice en Romanos 12:2 “Hermanos, no se amolden a este mundo, sino pidan que el Espíritu Santo transforme y renueve su mente, para que así comprendan cuál es la voluntad de Dios.”

Hay dos pensamientos claves para que el cambio ocurra, según este texto bíblico:

Primero, Pablo aconseja: “No se amolden a este mundo”; es decir, no permitan que las costumbres mundanas moldeen su carácter cristiano, o que la influencia de sus amigos cuyas prácticas son inmorales, los lleven a cometer cosas que degraden sus buenos hábitos y entristezcan al Espíritu Santo con el cual fueron sellados.

Segundo, el apóstol exhorta: “Dejen que el Espíritu Santo transforme su mente” aquí se habla de cambio. Ya que todos nacemos en pecado, no podemos hacer lo bueno sin que el Señor habite en nuestros corazones. Debemos suplicar cada día a Dios que haga esa transformación, pero también nosotros debemos poner de nuestra parte para no entrar en el terreno del diablo.

Conclusión:

Todos tenemos traumas de un pasado doloroso, todos hemos sido masacrados por el pecado y quizá sigamos pagando las consecuencias hasta ahora. Por eso necesitamos del alfarero celestial, necesitamos ser tomados, así como estamos, rotos, marcados, con cicatrices, necesitamos que el Señor junte los pedazos y nos haga de nuevo. ¿nos pondremos cual barro en las manos del alfarero para que el Señor Jesús haga ese milagro en nuestra vida?

Una vez que la transformación se efectúe en nosotros primero, entonces podremos ser una bendición en la vida de los demás. Recuerden que el cambio no sucede de un momento a otro, toma tiempo, a veces toma años. Por eso es importante ser perseverantes y pacientes. Antes de cambiar el mundo, Dios quiere cambiarnos a nosotros primero.

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