Caritas In Veritate
yeyoski18126 de Mayo de 2013
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“Si en la juventud no ahorras y no aprendes y no te ejercitas en adquirir conocimiento útiles, ¿qué vas a encontrar en la vejez?”
Nuestro Santo Pontífice Benedicto XVI nos habla en su carta encíclica caritas in veritate del desarrollo humano integral, por este entendemos, el avance económico, político, tecnológico, religioso y social, siendo en todos ellos, el hombre el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar. Sin embargo vemos a cada instante como el ser humano es maltratado y esclavizado no solo por los de su propia especie sino también por los inventos creados a “favor” de él; entonces si la clave del desarrollo humano está en el hombre, pero este maneja una concepción materialista ¿Cómo podemos ir construyendo un desarrollo humano en una sociedad vacía y sin mayor conocimiento que lo que le sucede a sí mismo?
Hoy en día, vemos a muchos jóvenes sumergidos en el uso indiscriminado de diferentes aparatos electrónicos, en la constante dependencia a la moda, el dinero, el placer momentáneo, etc. Vemos jóvenes dependientes del qué dirán, de la constante antipatía al estudio y el desagrado al ámbito espiritual. Estos que basan su vida en la critica a sus semejantes, viven en un mundo de fantasías y en donde se puede decir que casi nunca se enteran de lo que tienen que hacer las demás personas para sobrevivir en un mundo que se mueve por el capital, en un mundo en donde los beneficios residen sobre unos pocos debido a la falta de honestidad de diferentes personajes influyentes en la vida diaria.
Si miramos la otra cara de la moneda, la vista no se altera mucho, seguimos viendo el joven carente de gracia y amabilidad, sujeto a la aceptación de culturas intrusas, avergonzado de sus raíces y su religión. Entonces ¿Qué hacer para lograr un verdadero cambio?
Lo primero que debemos hacer para poder lograr este cambio es reconocer nuestra situación, como estamos y si lo que estamos haciendo está bien o mal. Pero, ¿qué acciones son buenas o malas?, las acciones buenas son aquellas que generar primero que todo mi bienestar sin afectar el de las demás personas, pero esto sería creernos autosuficientes y como decía nuestro Santo Padre, “solo lograríamos confundir la felicidad con formas de bienestar material”, es por tanto necesario que nuestras acciones no solo estén dirigidas hacia mi propia satisfacción sino también a hacia la de mis semejantes.
Segundo, la familia es el núcleo de toda sociedad, si esta falla, todo deja de funcionar correctamente. La familia debe convertirse en un motor de desarrollo y para esto debe estar atenta a lo que necesitan sus integrantes en este caso los hijos. Vemos a muchas de nuestras familias como se preocupan por dar solo bienes materiales, dejando a un lado el fortalecimiento espiritual y moral.
Y mientras los padres se quedan ajenos a la formación de sus hijos, ellos crecen sin bases fuertes necesarias para afrontar cualquier clase de situación en la vida diaria. Por lo anterior es necesario que los padres enseñen íntegramente a sus hijos, se fortalezcan los lazos afectivos, se forme una consciencia ecológica, se eduque en valores y se dé ejemplo, siendo este último un factor determinante para el comportamiento de los hijos frente a la sociedad.
Sin embargo el trabajo de la familia no debe realizarse solo, debe haber una ayuda mutua entre la primera (la familia), la iglesia y el colegio, tres agentes cruciales para la buena enseñanza. Respecto al colegio, este debe adoptar una norma eficaz de pedagogía, un ejemplo claro es la expresión de Santa Catalina de Siena: “Suaves en el modo, firmes en el objeto”, la cual muestra que a nuestros semejantes se trata con sencillez y ternura pero sin dejar al lado la exigencia pues esta garantiza un paso más en nuestro desarrollo ya que se forma personas responsables, creativas y ante todo humanas.
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