Como se da la resistencia, Ernesto Sabato, Resumen
rulicanResumen14 de Noviembre de 2017
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Primera carta: Lo pequeño y lo grande.
Esta primera carta habla sobre el impacto de las tecnologías en la actualidad, no dejando el término “tecnología” solo para referirse a aparatos electrónicos, sino abarcando el campo de las técnicas y procesos industriales modernos que se emplean en los medios de producción.
Sábato empieza hablando de su sentir, de la aparente forma en la cual nació la idea del ensayo mismo. Expresa claramente su angustia por la situación actual de la sociedad humana y como es que él la percibe, quebrantada y moribunda. Esta situación de extrema urgencia es rescatable, pero no de una manera sencilla y lo deja claro cuando dice que “únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana”. Pero, ¿qué quiere decir con esto? La idea no es clara, o no al principio por lo menos, por suerte este es solo el principio de la carta, más adelante aclara y fundamenta su idea.
Las computadoras y las televisiones son los claros enemigos de Sábato en esta carta. Claro, son herramientas que ayudan a la humanidad a reducir costos, tiempo y espacio, pero ¿a qué costo? El costo que hay que pagar es la falta de contacto humano, algo que no hace más que deshumanizarnos, “trágicamente, el hombre está perdiendo el dialogo con los demás y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de la vida”.
El primer ataque que hace en contra de la televisión vine compactado en una frase que dice: “Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente y lo que es tan grave como esto, nos predispone a la abulia”, creo que esta cita resume bastante bien una gran parte del problema que hay con la televisión, esa falsa sensación de conexión con nuestro entorno.
Posteriormente habla sobre algo que le molesta terriblemente y no lo culpo, concuerdo completamente con él, el ruido que hay en las calles. Es realmente abrumador transitar por las calles de una ciudad, el ruido no hace más que acelerarte, y tiene sentido, es el ritmo de la ciudad lo que suena y habemos personas que no podemos hacer nada más que bailar a su son, razón por la cual yo no puedo salir de casa sin auriculares, si, es sustituir ruido con más ruido, pero al menos es un ruido que me agrada. En esta misma sección habla sobre lo dificilísimo que es encontrar un lugar en donde se pueda conversar pacíficamente, donde no se tenga que gritar para imponerse sobre el rugido de la ciudad, lo cual es indudablemente cierto, cuando uno encuentra un lugar donde se puede intimar tranquilamente lo atesora como lo que más.
“No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante”. No prestamos atención a nuestro entorno, eso está claro, hay tantas personas, tantas cosas que ya no nos es posible detenernos a comprender lo que nos rodea. Sí tan solo dedicásemos un poco de nuestra vida a apreciar aquello que los otros hacen o han hecho “Porque el hombre hace con los objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo, impregnándolo de sus anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas carnales, del brillo de los ojos, de las sonrisas y de la comisura de los labios”. Entonces ¿Cómo es que no lo notamos sí significa y representa tanto?
Al parecer hemos perdido la capacidad de reconocer la presencia del hombre en la sociedad, seguramente debido al deshumanizado y competitivo mundo laboral, el cual nos absorbe y nos consume. “El contacto con cualquier obra humana evoca en nosotros la vida del otro, deja huellas a su paso que nos inclinan a reconocerlo y a encontrarlo”
Nos adentramos aún más en el tema de las relaciones que tenemos con otras personas. Pero la verdad es que ya no tenemos tanta relación con otras personas, apenas tenemos tiempo para pensar en los pendientes laborales o escolares que tenemos, tratamos de encontrar tiempo para otras personas, pero la verdad es que terminan quedando en segundo plano y siendo así ¿de qué tanto nos habremos perdido por no tener tiempo para eso?
La forma en la que amamos es demasiado artificial como para ser tomada enserio, y ¿qué tan triste es que se tenga que buscar afecto a través de medios electrónicos y no en persona, que tengamos que buscar afecto fuera porque en casa no lo recibimos?
¿O acaso todo es culpa del destino? “Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino”.
Los humanos somos capaces de hacer grandes cosas, realizar grandes hazañas, hemos podido crearnos un camino en la historia a base de esfuerzo y amor. Se ha hecho en la antigüedad, pero en la actualidad la historia parece ser otra, debemos dejarnos tocar por otros para así poder ser solidarios.
Podríamos terminar esta parte denotando el punto focal de lo que nos orilla a tomar ciertas decisiones, ya sea por convicción o por culpa del destino, siempre es el amor, todo termina resumido en el amor, ya sea el propio o el que se siente por otra persona, por su entorno, por su comunidad, por su especie, por su existencia. El amor es sin dudas un sentimiento demasiado complejo y poderoso, misterioso y aterrador.
¿Qué ocurre cuando nos volvemos ancianos? Claramente este mundo ya no está hecho para los ancianos, los dejamos atrás por ya no poder ser productivos. Debemos compartir tiempo entre nosotros, compartir nuestras experiencias y prestar atención a ellas pues “la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción”.
El párrafo con el que Sábato concluye esta carta me parece magnifico.
“Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un infinito, pero humano, a nuestra medida”.
Segunda carta: Los antiguos valores.
Sábato inicia esta carta hablando sobre la antigua Ciudad de Salta, con una frase que dice: “tan hermosa en otro tiempo, hoy casi irreconocible, plagada de letreros y de edificios modernos que han roto la belleza de sus calles coloniales”, frase que creo firmemente puede aplicarse a una innumerable cantidad de lugares en el mundo, porque por lo menos yo no creo que sea una coincidencia que pueda aplicarse tan bien al lugar donde vivo.
Es doloroso admitirlo, pero tiene sentido, la sociedad en la que vivimos da más importancia al valor monetario que al valor cultural o a la belleza. Ya no hay lugar para ese tipo de cosas, ya no hay lugar para un dialogo entre personas, ya que vivimos en “un mundo resecado por la competencia y el individualismo”.
La ciudad nos ha ganado terreno, nos ha quitado lugares donde poder ser nosotros mismos. Y no solo nos ha quitado espacio, nos ha quitado tiempo. Aquí hay una frase que utiliza, una que me gustó especialmente, la frase dice: “El tiempo de la vida no era el de la prisa de los relojes sino que aun guardaba espacio para los momentos sagrados y para los grandes rituales”. Podemos tomar esa frase literalmente, pero yo le he dado otra interpretación (sin saber si esta era la intención de Sábato o no). Yo lo interpreto como algo más cotidiano, refiriéndome a “los viejos tiempos”, cuando era un niño, cuando lo más importante era jugar y descansar, platicar, correr, disfrutar. Cosa que actualmente sigo haciendo, pero con una cadencia muchísimo menor, no porque no quiera, sino porque el ritmo de vida que exige esta sociedad no me lo permite. “… nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción”
Pero eso ya no es así (como en los viejos tiempos), pues la vida de los hombres ya no se centra en valores de espiritualidad, indudablemente ellos tenían confianza en la vida, pues desde siempre la humanidad ha creído en los dioses y ha dejado su vida en las manos de ellos, pues sabían que su vida quedaría plasmada en su mirada.
Te pones a pensar, y si ahora ya no se cree en dios, ¿qué nos impide hacer lo que nos venga en gana? Esto es tremendamente importante, significa que ya no tenemos nada en que creer, nada de que sujetarnos, nada que nos una como hermanos, nada que nos haga sentir humanos, ya no tenemos valor, el valor suficiente como para atrevernos a hacer sacrificios.
Aquí se empieza a tomar el tema de la democracia, de la corrupción, de la forma de gobierno que tiene el hombre moderno, de lo sinvergüenza y de lo cínico que podemos llegar a ser ahora, en esta época “… y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones como si nada”
Desde el punto de vista de la democracia los hombres en la antigüedad poseían menos libertad, pues ellos no tenían la facultad de elección que ahora se tiene, pero la gran diferencia recae en la responsabilidad con la que los gobernantes realizan sus trabajos. “No se les ocurriría, siquiera, que pudieran desentenderse de los deberes a su cargo, de la fidelidad al lugar que la vida parecía haberles otorgado”.
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