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De La Sublime Estupidez


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  502 Palabras (3 Páginas)  •  194 Visitas

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De la sublime estupidez

Santiago E. Espinosa

Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y sobre el universo no estoy seguro.

A. Einstein

El problema de la estupidez —¿qué es, cómo se manifiesta, existe algún remedio para evitarla?— no es específico de la filosofía ni de la literatura o de la psicología ni, de hecho, de ninguna rama del pensamiento humano: todo el mundo se siente o se ha sentido afectado por este problema, cualquiera que sea su profesión y su estatuto social, psicológico o moral. Todo el mundo ejerce o ha ejercido su derecho a afirmar de otro que es un estúpido (o un coñazo, o un idiota). Y el hecho mismo de que esta afirmación sea hasta un cierto punto comprendida por el interlocutor —el hecho de que uno comprenda que aquél que dice “ese es un estúpido” y que uno le catalogue así dentro de su imaginario como formando parte de una cierta categoría, que uno tiene además la idea de compartir con el otro (el adjetivo “estúpido” corresponde en mi imaginario a lo mismo que en el imaginario de mi interlocutor)—, el hecho de comprender esta afirmación, pues, implica en cierta medida la idea de que tal categoría es, como dijera Kant, un “concepto a priori” del entendimiento. Entiendo que ese es un estúpido porque yo sé a qué remite la categoría de estúpido, porque todo el mundo sabe de entrada en qué consiste ser un estúpido. Pero ocurre que no es así, como ocurre que le digan a uno también: en aquel bar ponen “buena música”. Nada más vago ni

más peligroso para las oídos, en efecto, pues la “buena música” puede remitir, dependiendo de quien lo dice, tanto a lo mejor como a lo peor, y lo más a menudo a lo peor.

Es preciso entonces preguntarse, no si el sujeto en cuestión es o no un estúpido, sino qué entiende el emisor de tal afirmación por tal concepto. Y he aquí una tarea literalmente imposible, por infinitas razones, de las cuales no nos ocuparemos aquí, como por ejemplo que tal concepto parece ser siempre subjetivo, pero en todo caso, y sobretodo, por el carácter absolutamente abstracto de aquél. Si todo el mundo puede y afirma efectivamente de otro que es un estúpido es que, en último análisis, todo el mundo es susceptible de serlo, y a saber cómo salir del embrollo que consiste en determinar saber si no es el que lo dice quien es en verdad un estúpido, o si no lo es uno mismo, al contrario, por considerar lo anterior en lugar de adherir a su enunciado.

Parecería además que tal afirmación es antes de orden negativo que positivo, pues ella no nos enseña nada ni sobre el sujeto ni sobre el concepto en cuestión (el estúpido y la estupidez), sino más bien que aquél que la emite no es, él, un estúpido: me doy cuenta que aquél es un estúpido, luego yo no soy

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