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Descartes

orlando9924 de Marzo de 2014

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Criterio De Verdad (O De Evidencia)

Criterio que nos permite decidir la verdad de nuestras creencias: son verdaderas aquellas proposiciones evidentes, es decir, las proposiciones “claras y distintas”.

Llamamos criterio al requisito o requisitos que podemos utilizar para la valoración de algo; por ejemplo, podemos utilizar como criterio para la corrección de un examen que todos aquellos alumnos que lleguen al cuatro aprueban, y el resto suspenden. Cuando utilizamos un criterio las cosas que valoramos con él quedan divididas al menos en dos grupos: las que lo cumplen y las que no lo cumplen. Cabría pensar que también es posible utilizar un criterio para valorar la perfección de nuestros conocimientos en relación a su pretensión de verdad, en relación a la verdad que de ellos podemos esperar. Esto es precisamente lo que ocurre con la regla de evidencia. El cumplimiento de la regla de evidencia permite asegurar la certeza. Descartes obtiene el criterio de verdad a partir de la primera verdad descubierta con el ejercicio de la duda metódica. Lo que garantiza la verdad de la proposición “pienso, luego existo” es su claridad y distinción, por lo que podemos aceptar como “una regla general que todas las cosas que percibo muy clara y distintamente son verdaderas” (“Tercera Meditación”).

De todos modos este “criterio de verdad” no tiene total garantía hasta que no se demuestra la existencia de Dios y su bondad, y ello, básicamente, por la radicalidad de la duda metódica: la hipótesis del genio maligno pone en cuestión incluso la veracidad de aquello que parece mostrarse como más evidente (con claridad y distinción), por ejemplo que dos más tres sean realmente cinco, y llega a cuestionar la propia matemática, tanto las proposiciones matemáticas a las que se llega por deducción, como las verdades más simples a las que parece llegarse por intuición. Muchos lectores de las “Meditaciones metafísicas” han señalado que en este punto Descartes parece caer en un círculo vicioso: podemos llegar a la demostración de la existencia de Dios si vemos con “claridad y distinción” que cada uno de los pasos que seguimos en la argumentación es verdadero. Pero, a su vez, la claridad y distinción como criterio de verdad para conocimientos que no son los del cogito, sólo queda suficientemente justificada si Dios existe. El mismo Descartes intenta dar una respuesta a esta cuestión, pero no lo hace de un modo totalmente satisfactorio. En su respuesta indica que Dios se utiliza como garantía solamente de aquellas ciencias que aprehenden conclusiones y necesitan de la memoria. La veracidad divina garantiza que no me engaño al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que recuerdo haber percibido clara y distintamente. Algunos interpretes intentan resolver esta cuestión indicando que Descartes distinguió entre el simple acto de visión mental de la verdad de algo (la evidencia) y el conocer ese algo con ciencia perfecta. Podemos tener claridad y distinción de la verdad “los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos”, pero no tenemos ciencia perfecta hasta que no hayamos demostrado que Dios existe y es bueno. En este sentido dice Descartes que un ateo puede conocer claramente que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos rectos pero que “tal conocimiento, de su parte, no puede constituir verdadera ciencia” (“Respuesta a las Segundas Objeciones”).

En el ámbito del conocimiento, la filosofía educativa influye en nuestra manera de ver el mundo. Una persona educada en el idealismo platónico, que considera que la verdadera naturaleza del hombre radica en su vida espiritual, pensará que no todos los hombres pueden llegar a conocer plenamente la verdad, pero sabrá que toda educación debe llevar al individuo a la virtud, que consiste en descubrir la verdad y vivir de acuerdo con ella. El realismo científico, que plantea que el fin del hombre es conocer la verdad científica por medio de la investigación, preparará al ser humano intelectualmente, dándole a conocer las verdades científicas. El pragmatismo, que concibe al hombre como un ser social que se define por sus impulsos, sin los cuales le sería imposible conservar la vida, proporciona al sujeto experiencias de aprendizaje, promueve la cooperación entre los individuos y los ejercita en la aplicación del método científico dentro de un ambiente democrático. El existencialismo, que asigna al hombre la misión de realizarse y desarrollarse como ser libre dentro de una existencia auténtica, le atribuye a la educación la tarea de formar al hombre para ser él mismo, alejándolo de la masificación y ayudándolo a hacerse sujeto. El personalismo, que considera al hombre como un ser trascendente, libre y original, plantea que la educación debe crear ambientes que favorezcan el desarrollo personal del hombre en sus diferentes estructuras. El marxismo, para el que el hombre es un ser social que se hace en sus relaciones con los otros hombres a través del trabajo, rechaza el modelo educativo profesor-alumno, y propone la pedagogía de la colectividad primaria, lo cual conlleva a que todos los fines personales y grupales deben emanar siempre de los fines generales de la escuela y del país.

El criterio de la verdad

El criterio de verdad es la norma o regla que nos sirve para distinguir un conocimiento verdadero de uno falso. Es la prueba por la cual distinguimos entre la verdad y el error. Podemos compararlo al metro que nos sirve de patrón para las medidas. La norma para distinguir la verdad de lo falso no puede ser la autoridad de quien dice saber o quiere imponer su saber o su poder. Un juicio no puede admitirse como verdadero por el solo hecho de ser formulado por esa clase de persona. La verdad no es absoluta e inmutable, sino relativa; esto es, depende del entendimiento humano, y está sometida a las variaciones de éste. La verdad cambia con los hombres o los tiempos. Cada sistema filosófico implica y encarna una determinada concepción de la verdad. El criterio de verdad debe responder, entre otras, a la pregunta de si es la verdad independiente o dependiente del hombre. La cuestión del criterio de la verdad nos lleva a preguntarnos: ¿Qué nos presta la certeza de que nuestros juicios, además de verdaderos, sean ciertamente verdaderos? ¿En qué conocemos que un juicio es verdadero o falso? El hombre, como dijo Einstein, tiene un profundo anhelo de certeza en sus conocimientos. Existen diversos campos de verdad, cada uno de ellos aceptable dentro de sus propios límites.

En la búsqueda del conocimiento debemos preguntarnos ¿cómo llegaremos a saber lo que no sabemos? ¿Cómo podemos saber qué es lo que queremos saber? ¿Qué buscamos preguntando? ¿De dónde pueden proceder las respuestas válidas? ¿Cómo hemos obtenido el conocimiento? ¿Hasta qué punto estamos seguros de él? ¿Cómo podemos ampliarlo, depurarlo o mejorarlo? Sabemos las cosas porque otros nos las han dicho, las hemos estudiado y por experiencia propia. Pero ¿hasta qué punto estamos seguros de lo que sabemos? ¿Quién nos puede asegurar que lo que damos por cierto, no será descartado después? Lo que hoy nos resulta verosímil o aun probable siempre puede estar sujeto a revisión. Por eso es importante tener criterios de verdad y razonar profundamente, si queremos fundar nuestros conocimientos. Todas nuestras fuentes de conocimiento han de pasar por el discernimiento crítico y riguroso de la razón, que verifica, organiza y busca coherencia en lo que sabemos, así sea provisionalmente.

Un criterio de la verdad es la ausencia de contradicción. No es un criterio general, válido para todo el conocimiento, sino sólo para una clase determinada de conocimiento. Otro criterio de la verdad consiste en la presencia o realidad inmediata de un objeto: son verdaderos todos los juicios que descansan en una presencia o realidad inmediata del objeto pensado.

La certeza es un estado de ánimo del que conoce que está seguro que lo que afirma es verdadero y no puede dudar, porque conoce los motivos para no dudar, para estar firme en su asentimiento. Es el sentimiento firme de nuestra mente a algún enunciado porque conocemos que no tenemos peligro de errar.

Cada persona tiene una verdad "relativa"; razón por la cual ésta no es propiedad privada ni absoluta de nadie. Nadie está en poder de la verdad. Las verdades religiosas, llamadas dogmas, son simples creencias, por cuanto no se debe aceptar como verdad algo que no se ha verificado de alguna manera. No existe la verdad absoluta; simplemente existen aproximaciones a la verdad.

Cada ser humano tiene una verdad inherente a sus experiencias, en la medida en que aprenda a conocerse a sí mismo, descubriendo grandes realidades de la existencia, teniendo cuidado con los sofismas de distracción que nos desubican de la realidad. De lo contrario se corre el riesgo de vivir esclavizados por desconocer nuestra propia verdad. Tengamos siempre presente que el hombre superior busca en sí mismo todo lo que quiere, en cambio el hombre inferior lo busca en los demás.

Concepciones del conocimiento y de la verdad

Debido a la diferencia de pensamiento y de criterios, que es precisamente lo que nos hace únicos e irrepetibles, cada quien tiene su verdad de las cosas y de la realidad, según su punto de vista o su corriente de pensamiento.

Punto de vista de los presocráticos

Los griegos presocráticos esquematizaban la verdad como "desvelación del ser". Buscaban la verdad o lo verdadero frente a la falsedad, es decir, oponer y distinguir la apariencia, el fenómeno, a la realidad que se oculta y permanece tras ella.

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