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Descartes


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  1.882 Palabras (8 Páginas)  •  378 Visitas

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UN LIBRO DE ALGUIEN LLAMADO R. DESCARTES

1 (17) Entre los libros científicos, bastante numerosos, correspondientes a los siglos XVII Y XVIII, la Biblioteca Nacional Municipal de Dijon posee una obra que, creo, merece una mención especial.

El título completo es el siguiente: Los verdaderos conocimientos de las influencias celestes y sublunares. Finalmente se consigna el autor: Monsieur R. Descartes.

2 (18) No se trata sino de un homónimo, una homonimia tranquila que no parece pesada de sobrellevar.

Estamos frente a un autor que va a realizar una obra crítica, que va a intentar reducir ciertos prejuicios astrológicos y que, sin embargo, no se ocupará de una filosofía y de una ciencia que han tenido por primera función romper con los prejuicios.

El libro sobre las Verdaderas influencias celestes es un excelente ejemplo de esta mentalidad ambigua.

Fuera del interés completamente histórico que puede presentar la reseña de tal obra, hay quizás un interés psicológico en seguir una obra heterogénea, en sopesar los elementos racionales y los elementos irracionales fuertemente reunidos en un mismo pensamiento.

El capítulo primero trata de las artes de adivinación en general y de la astromancia en particular.

¿Cuáles son las causas que impulsan al hombre a estudiar las artes adivinatorias? Su naturaleza corrupta y la malicia de los demonios.

3 (19) Y el autor subraya lo absurdo que es establecer una relación entre el signo y la cosa significada. Ni una, ni dos, ni tres experiencias pueden fundar una proposición universal.

La astromancia, en especial, es pomposa y engañadora.

Hay que distinguir bien la astromancia de esa noble ciencia llamada astronomía, que limita su conocimiento a las cantidades celestes tanto permanentes como sucesivas, sin pasar a las cualidades.

Según el capítulo primero hay dos maneras de sostener que los astros pueden significar los acontecimientos futuros.

4 (20) Por ejemplo, si los astros tuvieran una significación productora de causa de los asuntos humanos, esta significación les habría sido atribuida por Dios.

Pero hasta ahora los planetas no se han encontrado nunca dos veces en el mismo orden para significar lo mismo y dar oportunidad al hombre de ver retornar los mismos efectos con el retorno de sus causas o de sus signos.

Por lo tanto, debería de haber un medio de análisis, completamente especial, para desentrañar las influencias particulares de los diferentes astros.

5 (21) Es cierto que los Planetas y las Estrellas del Firmamento no han sido puestos de ningún modo en el Cielo para permanecer ociosos y para servir únicamente de adorno, como las piedras preciosas en los Anillos.

En vano el autor se corrige y nos señala que el rayo de luz es la única cosa sensible que llega de las Estrellas a nosotros y que la luz es el único principio de conocimiento totalmente cuantitativo y alejado de toda inferencia cualitativa. No podrá desvalorizar enteramente a la astrología ya que ha dado a los astros una dignidad eminente.

Las influencias activas del Sol sobre la Tierra son, además, patentes. La primavera despierta a la Tierra entera. Se sabe desde Plinio que el día del solsticio de verano las hojas del olivo se dan vuelta, y el lado que miraba a la tierra mira hacia el cielo.

6 (22) Las influencias lunares se presentan bajo una luz especial.

Se corresponden con intuiciones de orden verdaderamente sexual que refuerzan el mito de la generación. Hasta aquí el Sol era una casusa universal. En sus relaciones con la Luna es una causa, sin duda, paternal. Orfeo llamaba al Sol y a la Luna los dos ojos del mundo.

7 (23) Ya que el origen de la vida está ligado a dos principios, que son el calor Vital y la humedad Radical, es muy razonable que estas dos cualidades tan importantes y que no pueden surgir en grado eminente de un solo principio encuentren en los Cielos dos causas poderosas y universales, a saber: el Sol y la Luna.

8 (24) En cuanto a las estrellas, si están inmóviles y permanecen siempre en el mismo orden, como lo piensa Copérnico, no podrán tener sino un efecto común a todas y que no evolucionará.

Tres principios actúan sobre el hombre: la naturaleza, la alimentación, la gracia.

Por supuesto, los astros no puede nada sobre la gracia, que es sobrenatural.

Tampoco actúan sobre la alimentación, y esto a causa de una razón verdaderamente inesperada: la alimentación incumbe al alma espiritual, que está en libertad de aceptar o rehusar los aportes materiales. Por lo tanto queda la naturaleza, ella sí recibe las influencias celestes.

Pero las recibe todas conjuntamente, sin poder distribuir la eficacia de aquéllas a seres particulares.

9 (25) El cielo es un todo continuo: los astros se mueven en él como los peces en el mar, sin dejar vestigio de su paso. Sus órbitas, por consiguiente, no tienen realidad. Y todas las líneas que trazamos en el cielo no tienen ninguna virtud activa.

Es la palabra la que atrae el presagio y no el ser singular quien atrae la influencia.

Pero el principio más ruinoso de la astromancia consiste en conferir una eficacia a las regiones del cielo, a las casas que son habitadas durante un instante por lo astros errantes.

La materia del cielo no tiene, pues, influencia astronómica.

10 (26) El autor tiene además una idea muy exacta del número de permutaciones que intervienen en un grupo de objetos, y advierte que las circunstancias son tan numerosas que ningún suceso complejo puede reproducirse sin cambio. La astrología no puede, por lo tanto, formular ninguna regla general.

En el último tercio del libro, el autor retoma la discusión en su conjunto y se propone mostrar que las ciencias particulares como la lógica, la física, la medicina, la química, la óptica, se oponen por sus principios esenciales a la astromancia.

El debate es más vivo cuando la moral entra en escena.

Las predicciones son, por otra parte, legítimamente prohibidas y castigadas

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