DESCARTES

Descartes se destaca como filósofo por el radicalismo con el que se caracteriza su pensamiento.

En una época donde se busca sobreponerse al método escolástico, y a lo que este caracteriza, y en la que la filosofía había tenido avances estériles respecto del plano artístico o literario, por ejemplo, el método cartesiano da respuesta a la necesidad de nuevo método de conocimiento que supere al de la Edad Media que tanto había sido criticado y rechazado.

El radicalismo del pensamiento de Descartes yace en lo inadmisible que resulta para este filósofo concebir aquello que se hace presente como dudoso o sospechoso de duda como certero. De este modo, este pensador rechaza todo aquello que no ha de ser absolutamente seguro y se inicia en la ardua tarea de fundar el saber sobre bases tan firmes que estén más allá de toda posible duda, es decir, decide deshacerse de todo lo que hasta en ese momento de su vida había creído y comenzar a formularlo de nuevo desde los fundamentos.

Así, vemos que la duda aparece en el pensamiento cartesiano como una necesidad filosófica para lograr desprenderse de todos aquellos conocimientos inciertos, dado que a través de ella se logra alcanzar saberes verdaderamente ciertos; porque solo dudando de todo, llevando a la duda hasta su máximo extremo y encontrando alguna cosa que se resista a ella podemos encontrar conocimientos absolutamente certeros (los cuales son aquellos que se nos presentan de manera clara y distinta). De esta forma, la duda se convierte en la garantía de verdad de los conocimientos.

Vale aclarar que a diferencia de la duda escéptica, Descartes va a hacer uso de la duda no para destruir sino para construir certezas, y de esta manera, construye a partir de esta un método para alcanzar conocimientos indubitables.

A partir de lo dicho, podemos enunciar aquellas características que definen a la duda cartesiana. Esta es: METÓDICA: Descartes va a dudar por método, es decir, va a utilizar a la duda como herramienta para alcanzar conocimientos absolutamente certeros; UNIVERSAL: esto quiere decir que debemos dudar de todo y no tomar nada como cierto que no se nos presente claro y distinto; y por último HIPERBÓLICA: con esto se hace referencia a que la duda será exagerada, llevada hasta su máximo posible.

Debido a esta última característica de la duda es que Descartes duda hasta del saber

racional; y esto porque como el número de conocimientos es infinito se decide a dirigir la

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duda hacia los fundamentos de estos, o lo que es lo mismo, hacia las facultades de conocimiento por lo que se los ha adquirido a esos conocimientos.

Así, critica primero a los sentidos, y basándose que estos nos han engañado en muchos casos, y en la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño, concluye que todos aquellos conocimientos adquiridos a través de los sentidos resultan dudosos.

Luego, del mismo modo, critica a la razón apoyándose esta vez en los argumentos, por un lado, al demostrar algunos razonamientos ser erróneos es posible, por lo tanto, llegar a la conclusión de que todo conocimiento racional sea falso. Además, por otro lado, si se sostiene que estos razonamientos se sustentan en ciertos principios, los cuales son adquiridos intuitivamente, y estos razonamientos resultan erróneos, cabría dudar en la certeza de estos principios intuitivos; y es ante esto que Descartes propone el recurso argumentativo del Genio Maligno.

Este pensador, se imagina una entidad ficticia, una especie de dios, malvado, astuto, engañador, dispuesto a utilizar todas sus artimañas para engañar y confundir nuestro espíritu aún en aquellos conocimientos que nos parecen más evidentes. Un ser perverso que nos haya hecho de forma tal que siempre cuando nos parezca vivir en la verdad más manifiesta no estemos en la verdad sino en el error.

Mediante este recurso argumentativo Descartes lleva a la duda a su punto máximo y es en este punto donde comienza a dudar de la razón como fuente valedera de conocimientos. Sin embargo, es también en ese preciso momento, cuando el espíritu del filósofo estaba tan cargado de dudas que se encontraba aturdido, cuando este encuentra su primera certeza, su primer conocimiento absolutamente indubitable (sobre el cual ni si quiera el Genios Maligno nos podría hacer dudar): el cogito.

Así, al llevar adelante un pensamiento tan radical y al negar todo lo incierto Descartes llega al primer principio de la filosofía cartesiana, el primer conocimiento seguro: cogito, ergo sum (pienso, luego soy), porque al dudar de todo, al pensar que todo era falso, necesariamente él que lo pensaba debía ser algo.

De esta forma, al concluir sus pensamientos en esta premisa, en esta verdad absoluta que se había propuesto buscar, la misma va constituir el fundamento de cualquier otra verdad y el punto de partida para construir el edificio del saber filosófico

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