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Déjate Llevar Por Tus Sentimientos [fragmento]


Enviado por   •  1 de Marzo de 2014  •  647 Palabras (3 Páginas)  •  175 Visitas

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Escuchemos esta consigna general de nuestro tiempo, una recomendación tópica que saca a la luz las entrañas morales de esta sociedad, una radiografía de lo que nos está pasando. Seguramente nace de ese propósito de autenticidad —hoy tan ensalzado— que pide a cada cual ser uno mismo, sin dejarse influir por nadie ni por nada, ni siquiera por nuestra reflexión o la ajena. Es la muletilla que exhorta a atenernos a los propios sentimientos como los criterios últimos del valor moral de nuestra conducta.

Lo primero que sorprende en doctrina tan simplona es saber que lo que nos expresa más a fondo y sin contaminación alguna es el sentimiento, y no el pensamiento. La razón adviene al hombre como algo secundario y posterior, más prescindible o en todo caso menos de fiar. Al final, quien debe llevar el timón de nuestra existencia es la emoción de cada momento. Y en justa correspondencia, la consigna debe exigir el respeto incondicional hacia esos sentimientos, sean éstos cuales fueren. «Está usted hiriendo mis sentimientos», se les enseña hoy a los niños desde la escuela a replicar a quien les suelta algún juicio que les contraría.

En paralelo con el tópico concerniente a las opiniones, se supone que todos los afectos son asimismo respetables; más aún, un límite infranqueable e intocable en las relaciones humanas. En cuanto nos acerquemos al terreno de las emociones, vayamos con mucho cuidado y, por si acaso, demos un paso atrás o preparemos ya nuestras disculpas. Pero habrá que arriesgarse también aquí a decir que no todos los sentimientos valen por igual. El odio, por ejemplo, no parece tan respetable como la compasión ni la envidia ante el ser excelente lo mismo que su admiración. A menos que pervirtamos nuestros juicios morales, tampoco cabe cualquier sentimiento ante las variadas situaciones de la vida. La desvergüenza no resulta adecuada allá donde debería regir el pudor, ni la alegría tiene cabida en el momento y lugar en que reina la mayor desgracia. Y luego hay grados que pueden transformar la naturaleza de alguno de ellos: por ejemplo, la indignación puede conducir al deseo de justicia, pero también a la aniquilación del contrario.

Claro que estos distingos están de más si las emociones nos invaden sin nuestro permiso y, por tanto, si no somos responsables de ellas, ni podemos cambiarlas ni tenemos derecho alguno a juzgar o a pretender transformar las emociones del vecino. Por primitivos que sean, hay que dejarse arrastrar por nuestros sentimientos; a las pasiones toca padecerlas, o sea, comportarnos pasivamente ante ellas. Por eso en estos tiempos se nos aconseja sin remilgos hacer lo que nos pida el cuerpo, que significa dejarse llevar por el gusto, la impresión, la seducción o la comodidad del instante. Por eso es más complicado que nunca distinguir entre el apetecer y el querer. Es decir, entre lo dependiente del momento, lo pasajero o particular

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