EL Estado

La conciencia histórica de que el Estado, como nombre y como realidad, es algo, desde el punto de vista histórico absolutamente peculiar y que, en esta su modernidad individual, no puede ser trasladado a los tiempos pasados. Eduard Meller, conduce la universalidad de ampliación del Estado, al concebirlo como <<aquel grupo social, que corresponde a la horda animal y que por su origen es más antiguo que el género humano, cuyo desarrollo cabalmente solo se hace posible en él y por él>> Gesch.d.Altertums.

Para comprender las relaciones políticas del pasado hay que medirlas con el concepto del pensar actual, teniendo en cuenta que nuestros conceptos políticos son inadecuados, en principio para un pasado muy lejano. La denominación Estado Medieval es más que cuestionable comparándolo con la concepción de Estado actual, ya que durante dicha época no existió el Estado en el sentido de unidad, de dominación, independientemente en lo exterior e interior, con medios de poder propios, y claramente delimitada en lo personal y en lo territorial.

Siguiendo a Gierke, los historiadores consideran el Estado Estamental de la Edad Media como un Estado dualista, sin embargo, para Hegel, las divisiones de poder en la Edad Media eran una ‘poliarquía’. Las funciones del Estado estaban repartidas entre: la iglesia, el noble-propietario de tierras, los caballeros, las ciudades y otros privilegiados. Mediante el endeudamiento, la hipoteca o la concesión de inmunidades del poder central, se vio privado de casi todos los derechos de superioridad siendo trasladados a otros depositarios privados. Al ciudadano monárquico del Estado feudal le vienen a quedar pocos derechos de dominación.

Los reinos y territorios de la Edad Media eran unidades de poder político. El Estado entonces no podía mantener su ordenación de modo ininterrumpido, sino solo temporalmente, interviniéndolo de vez en cuando para eliminar la perturbación del orden estatal que se deseaba mantener. Hartmann.

Su poder estaba limitado, en lo interior por los poderes feudales, corporativos municipales, y en lo exterior, por la iglesia y el emperador.

En la antigüedad Estado e Iglesia, grupo político y grupo cultura, eran una unidad inseparable, cada ‘polis’ tenía sus propios dioses. Con el monoteísmo judeo-cristiano, se formó una iglesia universal, independiente de las fronteras políticas. En la Edad Media el poder de la Iglesia era incalculable en todos los sentidos y usaba medios coactivos espirituales y aun físicos, limitando el poder político, valiéndose del Clero. El comienzo de la quiebra de la supremacía papal lo constituyen la bula Unam Sactam de Bonifacio VIII (1302) y la negación de obediencia por parte de Felipe de Francia al año siguiente. La Reforma trajo la emancipación definitiva y total del poder del Estado respecto a la Iglesia, incluso en los Estados Católicos.

En Dicha época coexistían con una igual consideración jurídica todos los Estados, dejando de lado la pluralidad. Las formaciones políticas de Europa estaban subordinadas al Emperador, y aun en principios de la Edad Moderna dio lugar a la organización y fundación de los tribunales imperiales en Wetzlar y Viena.

En la época merovingia estaba

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