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ENTRE FILÓSOFOS Y PERROS: INTENTO O BREVE ESTUDIO SOBRE LA ÉTICA CÍNICA.


Enviado por   •  16 de Enero de 2017  •  Documentos de Investigación  •  3.597 Palabras (15 Páginas)  •  181 Visitas

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ENTRE FILÓSOFOS Y PERROS: INTENTO O BREVE ESTUDIO SOBRE LA ÉTICA CÍNICA.

Porras Acevedo Laura Del Valle

Vélez Parra Manuel Alberto

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES - VENEZUELA

Tesistas en Letras mención Lenguas y Literaturas Clásicas.

Teléfonos: 0058-414-7457492/0058-424-7027747

Correo electrónico: ldvpa@yahoo.com , Diógenes.elmanu@gmail.com

Ni grosero, ni inclinado a las lamentaciones, ni plañidero ni presagiador del retorno de la barbarie o decadencia, el cínico es un insolente para quien la filosofía es un antídoto contra la perpetua arrogancia de los mediocres.

                               

                                  Michel Onfray

La discusión sobre la escuela cínica es debatida en el área de la filosofía y de las letras en general, ya sea por el hecho de poner en duda su carácter filosófico y/o pedagógico[1], o bien, por la negación de la presencia de alguna consideración ética en su teoría. Usar el término teoría para referir  preceptos del cinismo, presenta la inconveniencia de que a sus protagonistas no se les conoce como una escuela, mucho menos “teórica” y “didáctica”, a manera de las demás academias presentes alrededor del período helenístico.[2]  Por otra parte, el descrédito que le asumen estos cínicos a sus contemporáneos filósofos y en especial, a sus teorías.[3] Sin embargo consideramos que los cínicos representaban no sólo una serie de nociones y cánones de valor teórico y práctico, sino también, una ética pedagógica. En esta investigación nos planteamos exponer de manera breve, y en base a los escritos de Diógenes Laercio, la ética cínica y su cualidad pedagógica.

Antístenes es considerado por algunos estudiosos como el maestro de Diógenes de Sínope[4] y como fundador de la escuela cínica, después de haber sido discípulo de Gorgias y luego de Sócrates. Según Diógenes Laercio, Antístenes fue ateniense y en un gimnasio cercano a la ciudad, Cinosargo[5] hacía sus disputas. De ahí, se conjetura que proviene la denominación de la filosofía cínica, cuya raíz es kýon, término griego para perro.  El propósito de esta filosofía es alcanzar una existencia independiente (autarkeía), junto a la indiferencia (adiaphoría) de los vicios de la pólis, a través de una vida virtuosa y acorde con la naturaleza, para así obtener  la felicidad (eudaimonía): “Preguntando qué cosa era la mejor para los hombres, respondió: <>”[6]. Antístenes fue el primero[7] en trasladar esta libertad de palabra (parresía) a la libertad de praxis. Cuenta Diógenes Laercio, que con un bastón y un saco predicando y viviendo los conceptos acerca de la virtud (areté), la prudencia (phrónesis) y la disciplina moral (áskesis). Éste comenta que la disciplina más necesaria es “desaprender el mal”[8], puesto que “lo mismo es ser virtuoso que noble (…) la virtud basta para la felicidad”[9].  Para Antístenes, “el sabio se basta él mismo a sí mismo”[10] rompiendo así el esquema común del “sabio” (sophós) el cual se valía principalmente de la aprobación colectiva. Cuando Antístenes afirma “que sólo la virtud es importante, ya que está sobreañadiendo que todo lo que otros consideran bienes, como la belleza, la salud, las riquezas, son cosas que el sabio aprecia en muy poco”[11] al igual que la fama, el prestigio y el galardón. Por ello “esa indiferencia del sabio es la característica de los cínicos”[12].

En Antístenes está presente el carácter típico cosmopolita y virtuoso de los cínicos. La doctrina cínica se caracterizaba por un rechazo a todas las convenciones sociales y el reconocimiento a la naturaleza como única forma de vida; “sabio es aquel que vive conforme a la naturaleza” ()[13]   y “en sociedad consigo mismo”[14]; el sabio no ha de vivir según las leyes puestas, sino según la virtud[15]. Podemos observar su libertad de palabra -parresía-, elemento que se convertirá posteriormente en el instrumento más poderoso del filósofo cínico.

 El filósofo que personificó más estas características fue Diógenes de Sínope, emblema del cinismo antiguo y discípulo de Antístenes. Se dice que Diógenes fue desterrado, o que huyó por miedo a serlo, por variadas razones según diferentes anécdotas[16]. En efecto, fue un ratón el que hizo que Diógenes se uniese a la filosofía cínica “Mientras ocioso detallaba las idas y venidas del animal (…) comprendió que el ratón era un modelo de despreocupación, independencia y libertad: iba y venía sin que le importaran un bledo la oscuridad y el futuro”[17] Diógenes, quien intentaba conciliar el sueño en un rincón de la ciudad, arropado en su manto. Estaba conforme pellizcando una galleta marinera de la que dejaba caer unas migajas preguntándose si al cínico no le convendría tomar alguna del ágape ateniense. Cuando de la nada apareció un ratón que hacía fiesta con las migajas de este. La situación le sorprendió de tal manera que lo hizo meditar sobre la lección recibida: “¿Qué me dice Diógenes? He ahí un ratón que se regocija y se alimenta con tu sobras mientras tú, en cambio, de alma bien nacida, te compadeces y te lamentas por no poder embriagarte allá, tendido sobre la mórbida alfombra bordada”[18].

Diógenes fue el más escandaloso de los cínicos y el que encarnó la desvergüenza de manera más acentuada en la pólis griega. Está claro, sin embargo, que dicha desvergüenza (anaídeia)  no dista de ser natural y espontánea. Se trata, más bien de: “una postura bien ensayada y asumida frente a los demás, no sólo agresiva, sino también defensiva, que no es tanto el final como el comienzo de una toma de posición crítica frente a la sociedad y sus objetivos”[19]. Pero, como señala A.A. Long, en una civilización como la griega y con su tradición, de filósofos “caminantes y hablantes”. Es probable entonces, que Diógenes el cínico haya tenido la intención de ser recordado a lo largo de la historia por estas actitudes tan extrovertidas y lo que intentaba reflejar con ellas[20]. Por su parte, Peter Sloterdijk argumenta que dicha desvergüenza cínica y especialmente la de Diógenes puede ser tomada como la primera crítica contra el idealismo ateniense. “Él no habla contra el idealismo, vive contra él (…) Las rarezas de su comportamiento posiblemente no sean más que intentos de exceder de una manera comediante al sagaz dialéctico (…) el cinismo da a la pregunta de cómo se dice la verdad un nuevo giro”[21]. De la misma manera, Diógenes predicaba, más con gestos y una actitud, que con discursos y arengas, el rechazo de las normas convencionales de la civilidad. De ahí que orinara y se masturbara en el ágora, ambas una situación modelo, dado que lo hacía públicamente. Dicho comportamiento del filósofo concede al pequeño hombre de mercado los mismos derechos a una experiencia desvergonzada de lo corporal (…) La moralidad puede ser incluso buena, pero la naturalidad también lo es. No otra cosa es lo que reclama el escándalo quínico[22].

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