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El Accidente

heras2615 de Enero de 2012

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Oriol Lladós

BARCELONA

ZARZAS EN LA CALLE

PRÓLOGO

A menudo los hombres no somos conscientes de la oscuridad que todo corazón acoge y acumula en su paso por el mundo. Resolverse a uno mismo desde las sombras del pasado es definitivamente un estilo de vida.

Esta novela transcurre por una Barcelona sumergida en un espacio sombrío de mi imaginación, una Barcelona laberíntica, fiel testiga de la decadencia de los personajes de la obra. Personajes cada uno con una historia agitada a la que deberá hacer frente. Cada uno diferente, pero con un punto de unión que les conecta: la pasión por las palabras.

He querido enfocar la ciudad desde su cara más abrupta, las vísceras de Barcelona, donde aguarda su poder, su magia y su pasión; una ciudad enzarzada, de la misma manera que en el corazón de un hombre, en sentimientos ruidosos y desencajados.

Una novela de nostalgias, celos, dolor, ambición, crimen, obsesión y suspense.

Una crítica social, un paseo por las grandes citas literarias que han marcado un hito cultural y una trepidante excursión por las calles del arte catalán.

No soy una persona obsesionada con el fatalismo. Todo lo contrario. En este palíndromo que es la vida, la muerte no es más que la resolución de nosotros mismos, el desprendimiento de las cicatrices de la vida que nos devuelve al primer aliento; es la obra de arte que evoca al hombre la importancia de caminar hacia delante, hacia su inexorable destino; la luz de neón al final de una existencia repleta de accidentes; la síntesis que hace posible el brillo de vivir.

Según Alfredo Conde, ser escritor es robarle vida a la muerte, por lo tanto, siendo fieles a la cita, la sangre derramada de Barcelona es parte vital de su grandeza porque la historia se imprime en sus heridas. Barcelona es escritora.

Ernest Hemingway dijo una vez: El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar. Por desgracia para todos, la triste realidad llevó al detective W. Sommerset, encarnado por Morgan Freeman en la película Seven, a estar de acuerdo tan sólo con la segunda afirmación.

Así es Barcelona. Una ciudad con carácter, una mujer caprichosa que te seduce con lencería fina, una leyenda morbosa y sensual. Sin embargo, el beso de Judas se esconde a la vuelta de cada esquina. A saber. Un cleptómano, un pirado, una esposa infiel, un aprovechado, un chupasangre o un político, que es casi lo mismo. Aún así, el accidente más peligroso sería, indiscutiblemente, descubrirnos a nosotros mismos en la piel del hombre del saco.

La dulce mora se custodia por la zarza, gran contradicción de aguja, de entrañas perversas en las que fácilmente uno se pierde. La dulce mora, por suerte para ella, existe porque las espinas la protegen.

CAPÍTULO PRIMERO: ACCIDENTES

1

Es negra noche de Sábado, una luna licántropa alumbra la ciudad Condal embadurnándola de aúllidos sordos. Bajo su mirada impenetrable, calles y callejones se han llenado de sombras tambaleantes.

Son las 03:07 de la madrugada, lo sé porque hace apenas un instante he mirado el cansado reloj que tictaquea colgado de mi muñeca.

La Plaza del Sol, que brilla más de noche que de día, ha ido llenándose de vida, poco a poco, como el buen vino. Los bares hace ya un rato que han tocado su última hora; el día ha sido bueno y las cajas han rebosado alegría...la misma alegría que ahora se derrama por el suelo de la plaza. Se palpa una euforia que, de algún modo, se interpreta como asco en el rostro hastiado de la brigada de limpieza.

Una pandilla de perroflautas, tal y como les ha llamado la vecina del segundo en su afán de rogar silencio, está echada sobre los siglos y el sudor histórico del barrio obrero de Gracia, ahogando penas y anhelando utopías cerveceras a cuenta del paqui-moving.

<< ¿Sexy beer? Un euro amigo >> Canturrea el vededor ambulante discretamente. Realizada la venta, se aleja contento por la calle Planeta.

Hace diez minutos, dos agentes de los Mossos d'Esquadra, en una de las calles que dá a la plaza, ha multado al buen hombre de las birras; se han ido al garete los beneficios de dos semanas de duro trabajo.

- ¿Has visto Cris? Menuda cara de acojone que se le ha quedado a la escoria esa – Rebuzna el agente buscando la complicidad de su compañera.

- Vete a la mierda Mario. Tratamos con personas, eso lo primero. El orden público es una vocación, no un hobby para prepotentes desalmados.

- ¿Desalmado yo? Te diré cuatro cosas sobre esta gentuza. Llegan aquí sin un maldito centavo y chapurrean de nuestro amado castellano lo justo para vender su basura. Estos se pudren de oro viciando a nuestros hijos y se rien de nosotros en toda la jeta. Eso es lo que son, unos jetas de no te menees. Y encima reclaman integración los muy desgraciados. ¿Y luego qué? Después se hacen construir apestosas mezquitas en nuestra ciudad, ¿Y sabes porqué? Porque seguro que se les queman hasta las entrañas si ponen un pie en la Sagrada Iglesia Católica. Ya te lo digo yo que no les saco el ojo de encima. Algunos todavía creen en una reconquista. Lo único bueno que han dejado estos árabes es la Giralda y, si me tiras de la lengua, la Pilarica.

- La Basílica del Pilar es cristiana. << Capullo ignorante >> Dice ella por lo bajini – Además ese tío no es árabe, es paquistaní.

- ¡Pues razón de más! Más te vale que espaviles o te acabarán tomando por el pito del sereno. Si Franco levantara la cabeza...

- Se daría contra la tapa. Cuida tus palabras hijo, que eres muy joven y hablas como mi abuelo. A los de tu calaña – prosigue la agente Ramírez con una repentina tensión devorándole los ojos – os tendría yo encerrados a cal y canto. No sabéis nada del Generalísimo energúmeno que tanto admiráis. Sois como estos que se hacen llamar neonazis, estos que pretenden ser peor que Hitler, sin más causa que un perro que se persigue la cola. ¡Despertad coño, que así de peperos y fascistas españolitos está llena mi Barcelona!

El agente Mario Candela, natural de Cáceres, ingresó en el cuerpo catalán a la temprana edad de 24 años, a tan sólo tres años de este contexto. Es un tipo airado y violento, la reacción inconsciente a un pasado de palizas despóticas propinadas por su padre, que era a su vez un fiel lameculos del movimiento franquista.

Su padre, un hombre retaco pero de palabras mayores, se enorgullecía de haberse codeado con el Caudillo durante la Guerra del Rif, en Marruecos; en el comedor del ya viejo cabo Candela no faltaría jamás la immunda estampa del golpista.

Su hijo, no de extrañar, es ahora la cansina réplica de su progenitor, eso sí, sin ningún conocimiento de causa, sólamente con la berborrea infecta y virulenta de un padre con el cerebro carcomido.

Su complexión de monstruo de las nieves le dá un aire de tipo duro, pero a varias capas de profundidad, la cebolla se enternece cosa mala; un torrente de miedos y dudas tiñen de llanto su alma descarriada.

Cristina Ramírez, su acompañante fuera de elección posible, es nacida en Barcelona, ciudad que lleva pisando desde hace 29 años. Ella es una mujer de pies a cabeza. Una chica alta y de culo prieto, de cabello castaño descansado sobre los hombros y con carita de pan de llesca. Pero ojo, su rostro angelical alberga agazapada a una luchadora nata, siempre dispuesta a ser liberada...cuando menos en la cama. Por lo menos eso se comentaba vilmente en comisaría.

Ella había sido militante de Esquerra Republicana de Catalunya durante algunos años. Ahora simplemente, se dice a si misma, lo lleva en su corazón.

Sus abuelos, con quienes se crió, habían sido de los de Manuel Azaña, pero ella decidió, al contrario del amigo Mario, entramarse en sus propias creencias políticas. ¿Su sueño? Probablemente el de una Catalunya libre e independiente, pero también una Catalunya lejos de la anarquía, ordenada con justicia policial, a ser posible, éticamente agraciada.

Y pienso yo, ¿Cómo te metes en un cuerpo que acata las órdenes de magnates que se toman la justicia por su mano, o por el forro, que es lo mismo? Sintiéndolo mucho agente Ramírez, la calle tiene su propia justicia. Apunta más alto cariño, que lo mezquino se gesta y se acumula en el techo de la prestidigitación como una vulgar telaraña, la misma que nos bombardea y atonta en los medios y que nos tiene a todos enzarzados en una sociedad estéril. En fin, cada loco con su tema.

De súbito, el grito de una vecina de la plaza obliga a la pareja a interrumpir sus cabilaciones y a movilizarse. Una pandilla de indeseables está atentando contra el descanso de los vecinos.

Como quién no quiere la cosa, la gente de la plaza se ha alarmado y rápidamente se apagan o esconden las sustancias estupefacientes y el alcohol; no es un hecho casual, nadie les ha puesto de acuerdo para reaccionar así en el mismo instante. La pasma circula ahora por la plaza.

Los primeros en ser arrollados son los chavales que han enfurecido a la vieja del segundo. La mujer se ríe desde su ventana. << Pa' que aprendan >> Se dice para sus adentros.

El agente Candela pide sus identificaciones sin un atisbo o amago de simpatía.

Son

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