El Concimiento

SEMINARIO MAYOR “LOS SAGRADOS CORAZONES”

EVERTH MARINO MARTINEZ.

P. HOVER LOPEZ.

ENSAYO.

III FILOSOFIA 2014.

EL COMPORTAMIENTO MORAL DEL HOMBRE EN LA EPOCA POSMODERNA

Quiero comenzar con esta frase de Bauman: “ser morales significa saber que las cosas pueden ser buenas o malas. Pero no significa saber, ni mucho menos saber con certeza, qué cosas son buenas y cuáles malas. Ser morales significa estar destinados a escoger en condiciones de profunda y dolorosa incertidumbre”.

“La moral es una disciplina práctica que se encarga de formular reglas concretas para la acción y que estas se manifiestan en los deberes; la podemos definir como un conjunto de normas, aceptadas libremente y conscientemente que regulan la conducta individual y social de los hombres.” El individuo recibe todas estas enseñanzas morales del medio social en el que se encuentra inmerso. Estas enseñanzas logran influir decididamente en la formación de las costumbres, hábitos y normas de conducta y en la realización de los actos morales. Estamos viviendo la era Posmoderna, donde la conducta moral ha perdido su verdadero sentido llegando a vivir en una crisis de la moral.

“EL código moral, no debe ser impuesto por la sociedad a las personas, sino que el individuo lo debe poder elegir libremente, no se me puede imponer mi forma de valorar ciertas cuestiones.” Por este motivo, la moral es, sobre todo, una cuestión individual, Gracias a esta podemos definir la libertad como la capacidad de la voluntad humana para elegir y decidir.

Nacemos en una sociedad que posee una serie de normas, creencias, ideas, valores, prohibiciones, pautas de conducta, etc. que caracterizan su forma de vida. Sabemos que las personas no viven aisladas, sino que son ciudadanos de una comunidad, no sólo son responsables de sus propios actos y para consigo mismos sino, también, de su repercusión en las personas con las que convivo. Por ello, la moralidad tiene también una dimensión social. Nuestras acciones morales se dan en sociedad, en nuestra convivencia con los demás, quienes las aprueban o las rechazan en función de estas normas y valores válidos para todos. Por ello, el ser humano necesita convivir con los demás para desarrollarse como ser moral. El individuo debe interiorizarlas, es decir, debe reconocerlas como suyas, no como algo impuesto desde fuera, de modo que las cumpla de modo libre, conscientemente y habiéndolas pensado racionalmente.

En pleno siglo XXI el comportamiento moral en el hombre ha perdido su autonomía, ya que la mayoría de los comportamientos morales del hombre son heterónomos, es decir cuando la norma moral que obedecemos viene impuesta por alguien distinto que él mismo ser, pueden ser los padres, una autoridad religiosa o simplemente el miedo al castigo si no lo cumplimos o motivados por un premio. Pues actuamos con comportamiento moral por que otros nos lo mandan, y no somos responsables de nuestros actos por convicción.

En la perspectiva posmoderna el comportamiento moral del hombre se basa en que ignora lo que es propiamente moral; “desplaza todo lo que tenga que ver con un comportamiento moral desde la autonomía personal a la heteronomía, sustituye el conocimiento de las reglas en el yo moral, constituido por la responsabilidad.” Es por eso que en esta época la autonomía del yo moral es vista como un peligro desde el punto de vida del control social.

Una dimensión práctica de la crisis deriva de la prolongación de las capacidades humanas; hoy, la mayor parte de las iniciativas tienden a involucrar a muchas personas, de este modo nadie puede pretender ser el artífice o el responsable del resultado final. Todo esto determina una fuerte falta de compromiso con la responsabilidad; es decir, existe casi siempre otra entidad o poder a los que recurrir para la solución de un problema o a la que imputar responsabilidades y culpas.

El comportamiento moral del hombre ofrece una libertad de elección de la que nunca antes se había gozado, sin embargo, nos pone

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