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El Hombre En Busca De Un Sentido

gonchlo23 de Octubre de 2013

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La huida hacia el interior:

A pesar del primitivismo físico y mental imperantes a la fuerza, en la vida del campo de concentración aún era posible desarrollar una profunda vida espiritual. No cabe duda que las personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual rica sufrieron muchísimo (su constitución era a menudo endeble), pero el daño causado a su ser íntimo fue menor: eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual. Sólo de esta forma puede uno explicarse la paradoja aparente de que algunos prisioneros, a menudo los menos fornidos, parecían soportar mejor la vida del campo que los de naturaleza más robusta. Para aclarar este punto, me veo obligado a recurrir de nuevo a la experiencia personal. Voy a contar lo que sucedía aquellas mañanas en que, antes del alba, teníamos que ir andando hasta nuestro lugar de trabajo.

Oíamos gritar las órdenes: "¡Atención, destacamento adelante! ¡Izquierda 2,3,4! ¡Izquierda 2,3,4! ¡El primer hombre, media vuelta a la izquierda, izquierda, izquierda, izquierda! ¡Gorras fuera! Todavía resuenan en mis oídos estas palabras. A la orden de: "¡Gorras fuera!" atravesábamos la verja del campo, mientras nos enfocaban con los reflectores. El que no marchaba con marcialidad recibía una patada, pero corría peor suerte quien, para protegerse del frío, se calaba la gorra hasta las orejas antes de que le dieran permiso

Adaptación a lo cotidiano:

Lo primero que viene a mi mente son esos niños y jóvenes que viven en el sur de nuestro país, en poblaciones muy sencillas, de escasos recursos, que deben recorrer kilómetros para llegar a la escuela, que a pesar de la lluvia, el frio y la falta d dinero en algunos casos igual tiene el coraje y la fortaleza para cumplir con lo que ellos quieren y tiene como objetivo, quizás físicamente son o se ven más débiles, pero espiritualmente son muy fuertes y pueden resistir todos lo posible por conseguir su objetivo.

No quiero dejar fuera la vivencia de muchas mujeres que soportan violencia física y sicológica de la persona que amaron o que aman profundamente, físicamente son más débiles obviamente, pero internamente son muy fuertes al dejar muchas veces de lado su realización personal por sus hijos, a pesar de lo duro que fueron los maltratos constantes no dañaron su ser interior, quizás la experiencia fue muy traumática y aun están presentes marcadas a fuego, pero no se doblegan siguen firmes por sus hijos y por ellas

Si este extracto lo llevamos al ámbito de la homosexualidad da en el clavo , ya que se las personas que escogieron ese camino para su vida son fuertemente discriminados, la sociedad de nuestro país quizás se esta abriendo un poco más en este tema, pero que no quepa duda que aun existe mucha segregación la cual toma ribetes violentos, para poder sobrellevar este peso se debe tener una fortaleza interna muy grande quizás como burdamente se les trata de poco hombres y no se dan cuenta que es solo la apariencia por que por dentro tienen una fuerza para soportar toda la injusticia que se comete.

Cuando todo se ha perdido:

"¿Es que no podéis daros prisa, cerdos?" Al cabo de unos minutos reanudamos el trabajo en la zanja, donde lo dejamos el día anterior. La tierra helada se resquebrajaba bajo la punta del pico, despidiendo chispas. Los hombres permanecían silenciosos, con el cerebro entumecidoMi mente se aferraba aún a la imagen de mi mujer. Un pensamiento me asaltó: ni siquiera sabía si ella vivía aún. Sólo sabía una cosa, algo que para entonces ya había aprendido bien: que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo. Que esté o no presente, y aun siquiera que continúe viviendo deja de algún modo de ser importante. No sabía si mi mujer estaba viva, ni tenía medio de averiguarlo (durante todo el tiempo de reclusión no hubo contacto postal alguno con el exterior), pero para entonces ya había dejado de importarme, no necesitaba saberlo, nada podía alterar la fuerza de mi amor, de mis pensamientos o de la imagen de mi amada. Si entonces hubiera sabido que mi mujer estaba muerta, creo que hubiera seguido entregándome —insensible a tal hecho— a la contemplación de su imagen y que mi conversación mental con ella hubiera sido igualmente real y gratificante: "Ponme como sello sobre tu corazón... pues fuerte es el amor como la muerte".

Adaptación a lo cotidiano:

Como muy bien lo indican el amor es fuerte como la muerte, tengo una imagen al leer este extracto y es la de las miles de personas que perdieron a sus familiares, amigos y seres amados en el golpe militar, no solo muchas personas aun no son encontradas y no han podido ser sepultados y despedidas como el común mortal quisiera, si no que el amor fue arrebatado y quebrado abruptamente, lo más seguro que esas personas tengan el recuerdo de estos seres amados y aun lo amen como la primera, sino que debe existir la irrisoria idea que aun lo pueden encontrar, abrazarlos y realizar algo tan cotidiano como conversar, el solo el hecho de mirar una fotos de su ser querido los debe transportar a las vivencias que añoran volver tener junto a él. Quizás están completamente convencidos que están muertos, pero nada los detiene seguir compartiendo esos minutos en su mente y como dice el extracto seguir con esa conversación mental que es igualmente real pese a lo sucedido

Sufrimiento como prestación

Una vez que nos fue revelado el significado del sufrimiento, nos negamos a minimizar o aliviar las torturas del campo a base de ignorarlas o de abrigar falsas ilusiones o de alimentar un optimismo artificial. El sufrimiento se había convertido en una tarea a realizar y no queríamos volverle la espalda. Habíamos aprehendido las oportunidades de logro que se ocultaban en él, oportunidades que habían llevado al poeta Rilke a decir: "Wie viel ist aufzuleiden" "¡Por cuánto sufrimiento hay que pasar!." Rilke habló de "conseguir mediante el sufrimiento" donde otros hablan de "conseguir por medio del trabajo". Ante nosotros teníamos una buena cantidad de sufrimiento que debíamos soportar, así que era preciso hacerle frente procurando que los momentos de debilidad y de lágrimas se redujeran al mínimo. Pero no había ninguna necesidad de avergonzarse de las lágrimas, pues ellas testificaban que el hombre era verdaderamente valiente; que tenía el valor de sufrir. No obstante, muy pocos lo entendían así. Algunas veces, alguien confesaba avergonzado haber llorado, como aquel compañero que respondió a mi pregunta sobre cómo había vencido el edema, confesando: "Lo he expulsado de mi cuerpo a base de lágrimas."

Adaptación a lo cotidiano:

Tomar el sufrimiento, verlo desde una perspectiva distinta más bien enfrentar el sufrimiento y sacar lo mejor de este, sabemos que será con mucho dolor, pero algo bueno se sacara de ese terrible episodio. Cómo cuando lamentablemente se pierde a un ser querido el cual era ese pilar o esa piedra angular en tu vida, era tu pie de apoyo, tu mano derecha y ahora ya no se encuentra y lo más racional es llorar y extrañarlo, pero como indica el extracto de ese sufrimiento de esa pérdida se puede sacar una enseñanza y algo positivo, es inevitable enfrentar ese dolor darle la espalda u obviarlo es un error enfrentarlo es la mejor opción aun que provoque en muchos casos un inmenso dolor

Lo que hace daño

La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a uno no le importaría ya nunca nada eran los síntomas que se manifestaban en la segunda etapa de las reacciones psicológicas del prisionero y lo que, eventualmente, le hacían insensible a los golpes diarios, casi continuos. Gracias a esta insensibilidad, el prisionero se rodeaba en seguida de un caparazón protector muy necesario. Los golpes se producían a la mínima provocación y algunas veces sin razón alguna. Por ejemplo: el pan se repartía en el lugar donde trabajábamos y teníamos que ponernos en fila para obtenerlo. En una ocasión, el que estaba detrás de mí se corrió ligeramente hacia un lado y esta mínima falta de simetría desagradó al guardián de las SS. Yo no sabía lo que ocurría en la fila detrás de mí, ni lo que pasaba por la mente del guardia, pero, de pronto, recibí dos fuertes golpes en la cabeza. Sólo entonces me di cuenta de que a mi lado había un guardia y que estaba usando su vara. En tales momentos no es ya el dolor físico lo que más nos hiere (y esto se aplica tanto a los adultos como a los niños); es la agonía mental causada por la injusticia, por lo irracional de todo aquello. Por extraño que parezca, un golpe que incluso no acierte a dar, puede, bajo ciertas circunstancias, herirnos más que uno que

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