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El Sentido


Enviado por   •  22 de Abril de 2014  •  472 Palabras (2 Páginas)  •  138 Visitas

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“Maestro; ¿qué cosa buena debo hacer para tener vida eterna?” – nos narra Mateo en capitulo 19, 16 de su Evangelio. El joven rico quiere hacer bien las cosas; quiere, en suma la felicidad última.

Jesús le explica los pasos a seguir: cumple los mandamientos. A lo que el joven le replica que eso ya está; los ha cumplido siempre. Pero; ¿hay algo más? – insiste el joven. Y bueno; si quieres ser perfecto - replica Jesús - vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven y sígueme. Cuando el joven oyó esto – nos narra el evangelista – se fue triste, porque era muy rico.

La ética parte de la misma experiencia; primero está ese deseo de perfección en el corazón humano, luego, el camino entraña una entrega total, y finalmente, unas reglas se dan por descontado; en ese orden. Nótese que es éste el pasaje elegido por Juan Pablo II como punto de partida de su Encíclica sobre ética, Veritatis Splendor. ¿Como se entiende esto? La propuesta es bellísima y anida sus orígenes en la experiencia moral de las personas.

En primer lugar, la vida moral del individuo como la de la sociedad – las series de actos, hábitos y modos de comportamiento – no nacen de manera espontánea. Son el fruto de una aculturación progresiva; de un lento proceso de educación que brota del deseo profundo de ser mejores. Nadie se levanta un día convertido en santo. Ni tampoco en un criminal profeso. Las virtudes son precisamente hábitos, exigencias de bondad en el corazón humano.

Pero para que nazcan esos hábitos, la persona debe experimentar – el segundo punto - un cambio radical en su vida, darle un sentido. La expresión de Jesús, “síganme – vengan conmigo, vivan como yo”, es llamativa. Lo primero es vivir para encontrar el sentido; colmar ese apetito de bondad que late en las entrañas del ser humano. Es una compañía hacia el destino. Lo que no es exclusivo del Cristianismo; Sócrates requería lo mismo; “conócete a ti mismo.” O el príncipe Siddharta, el Buda, abandonar todo para entrar en camino al Nirvana.

Finalmente, las reglas; los mandamientos que no son la “causa” de la bondad sino la consecuencia de experimentar el sentido del encuentro, el seguir una vida. Nótese que el joven rico “cumplía” los mandamientos pero con sentido moralista; su conducta estaba “reglada”, tal vez farisaicamente, no como fruto de una vida que no quería seguir. La experiencia ética es similar; coincide y confirma con el Evangelio, pues no se reduce a una serie de prohibiciones, sino que supone de cada persona encontrar un sentido a su existencia; un sentido que enriquezca cada vez mas su propio ser, para el que las reglas sean solo un apoyo, no una carga a su liberación. Algo que al

joven rico, aparentemente, le había costado aún entender.

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