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El Suicidio en Áyax de Sófocles


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2015  •  Monografías  •  2.937 Palabras (12 Páginas)  •  177 Visitas

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Tragedia: Áyax 
                                             de Sófocles

INTRODUCCION

Aristóteles, en su Poética, define extensamente la tragedia como: “la representación de una acción seria, completa en sí misma y de cierta magnitud; en un lenguaje embellecido con varias clases de hermosura, cada una de las cuales tiene su lugar correspondiente en las diversas partes, en forma dramática y no narrativa y que, además, mediante una serie de hechos que suscitan piedad y terror tiene por efecto elevar y purificar el ánimo de pasiones semejantes”[1]. Por otro lado en sus orígenes la tragedia se inspiró en los mismos motivos de la épica, es decir los mitos de los personajes sobresalientes de la antigua Grecia, los cuales sufrían tremendamente por su destino infeliz o por su falta de hombría caían en desgracia.

Teniendo en cuenta los orígenes de la tragedia griega y lo expresado por Aristóteles, intentaré desarrollar en el presente trabajo la idea de que Áyax, en la tragedia homónima, utiliza el suicidio como el único medio posible para librarse de la vergüenza que siente al perder su honor.

DESARROLLO

Es necesario bucear por ciertos temas para poder tener en claro ciertos aspectos importantes del pensamiento griego. Por eso en primer lugar se plasmará lo que significaba para los griegos tener honor. Luego, y con relación a las creencias relacionadas con los dioses, el punto de vista de los griegos ante el suicidio y por último la locura de Áyax en la tragedia de Sófocles.

  1. El honor del héroe griego.

Gracias a Homero y su Ilíada se sabe que el héroe épico siempre tiene que afrontar difíciles empresas y salir vencedor de ellas, como también podía tener contacto con las divinidades, especialmente porque descendían de alguna o bien porque pertenecían a familias nobles. Pero también debían respetar la “ἀρετή”[2]. Hasta el siglo IV a.C., los griegos hablaban de la ἀρετή como un conjunto de fuerza o capacidad entre el cuerpo y el espíritu, posteriormente, y debido a la influencia de Aristóteles, este término ha pasado a traducirse habitualmente por virtud. Esta virtud era esencial para el héroe, no podía romperse, ya que era necesaria para la realización como tal y le daría la llave de la puerta de la fama, una fama asegurada y que perduraría después de su muerte.

Otra característica del héroe épico es el código del αιδώς, que puede interpretarse como el pudor o el respeto entre pares y que nuclea ciertas condiciones que el héroe no puede dejar de tener. Estas condiciones son: ἀρετή (ya mencionada), κλέος (gloria), τιμή (honra) y ἀνδρεῖα (valor/hombría).[3]

Estas cualidades que debían tener los héroes cumplieron un papel fundamental en la confección del personaje, ya que con una sola virtud que no fuera respetada podía producirse cualquier desenlace. Si tomamos la ira de Aquiles tendremos a la mano el mejor ejemplo de lo que sucedió al dejar de lado la integridad moral del héroe: es ese estado de ὕβρις (desmesura) de Aquiles que lleva a Patroclo a la batalla en su lugar y éste, su mejor amigo, muere.

Trasladado a la tragedia de Sófocles el tema del honor aparece desde el principio de la obra:

Tecmesa: ¿Cómo decir lo indecible? ¿Cómo? Porque la desgracia que has de saber a la muerte es comparable. Esta noche, arrebatado de locura, se ha cubierto de deshonor nuestro ilustre Áyax […] (pág. 29)[4]

Tecmesa: […] vuelto a la razón, nuevo dolor le embarga. Tener noción de unas desgracias que uno mismo ha causado, sin que nadie más le haya secundado en realizarlas, esto lleva el dolor hasta el extremo. (pág. 31)

Si bien es en la voz de su esposa Tecmesa que comienza a mencionarse el tema del honor, no es un dato menor, ya que la descripción que se realiza sobre el estado de ánimo del personaje principal es lo que ayuda al lector a comprender a lo largo de la obra el o los motivos esenciales que impulsan las acciones de Áyax:

Tecmesa: […] así que ve la tienda llena de atrocidades, se golpea la cabeza, rompe en llanto, allí se sienta, inmóvil, fijo, entre los despojos de su matanza de bestias, desesperadamente arrancándose sus cabellos, con las uñas. (pág. 32)

Luego la voz de Áyax aparece en escena, pero ya no es una mera descripción de sentimientos, sino que aparece ante todo la vergüenza por la pérdida del honor y realiza prácticamente un pedido de auxilio a sus marineros que a pedido de su esposa tratan de hacerlo entrar en razón:

Áyax: […] Pues bien, degolladme. […] ¿No estáis viendo al valiente, corazón esforzado, al que nunca tembló entre la matanza de un combate? Es un azote, pero contra animales que no huyen, mi brazo. Ay de mí, soy la irrisión de todos porque yo mismo me he cargado de ignominia. (pág. 34)

Áyax: […] En cabio, sin honor, ahora, aquí yazgo batido. (pág. 36)

Áyax: […] Para el hombre noble no hay otra alternativa: o vivir con honra o con ella morir. […]. (pág. 38)

Por las citas mencionadas ya se puede vislumbrar lo que Homero anticipó en Ilíada y posteriormente esta idea de virtud o ἀρετή aparece transformada en acciones que pueden llevar a la posesión de la fama tan deseada o a un infortunio desenlace.

  1. Suicidio: ¿Qué pensaban los griegos?

Para los griegos el alma, tras el ritual funerario, no iniciaba su vida en el más allá inmediatamente después de la muerte, sino que vagaba cerca del féretro en forma de entidad o espíritu. Sin embargo, en el caso de las personas que se suicidaban no las enterraban ni incineraban. Para ellos los suicidas tenían diferente categoría de muerte, como si fuera una muerte de otra ‘clase’. Por lo tanto podemos deducir que los funerales tenían una gran importancia entre los griegos. Los ritos funerarios tienen como finalidad la transición del muerto hacia el otro mundo como así también en la adaptación de quien queda vivo a la nueva situación tras la partida de unos de los miembros de la familia.

Por otra parte, los filósofos pensaban que no le estaba permitido al hombre morir por voluntad propia. Quien expulsaba el alma del cuerpo violentamente no permitía que fuera totalmente libre, porque todavía no había terminado su ciclo de aprendizaje en la vida terrenal. La muerte debía ser para el alma una liberación del cuerpo, pero si era obligada a salir de manera abrupta, el alma estaría cada vez más encadenada al cuerpo. Se creía que las almas de los suicidas vagaban largo tiempo alrededor del cuerpo, de su sepultura o del lugar en que el suicidio se había perpetrado. En definitiva, el suicidio no era una muerte digna, sino que se le consideraba una muerte maldita, ya que no permitía que el alma encuentre su descanso.

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