ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

El Yo Y El Ello

6 de Diciembre de 2013

22.050 Palabras (89 Páginas)242 Visitas

Página 1 de 89

El Yo y El Ello

Sigmund Freud - El Yo y El Ello

Das Ich und das Es

Introducción por James Strachey(1)

Prólogo

Las siguientes elucidaciones retoman ilaciones de pensamiento iniciadas en mi escrito Más allá

del principio de placer (1920g), y frente a las cuales mi actitud personal fue, como ahí se

consigna, la de una cierta curiosidad benévola. Recogen, pues, esos pensamientos, los

enlazan con diversos hechos de la observación analítica, procuran deducir nuevas

conclusiones de esta reunión, pero no toman nuevos préstamos de la biología y por eso se

sitúan más próximas al psicoanálisis que aquella obra. Tienen el carácter de una síntesis más

que de una especulación, y parecen haberse impuesto una elevada meta. Yo sé, empero, que

se detienen en lo más grueso, y admito enteramente esta limitación.

Además, se refieren a cosas que hasta ahora no han sido tema de la elaboración

psicoanalítica, y no pueden dejar de convocar muchas teorías que tanto no analistas como ex

analistas adujeron para apartarse del análisis. Siempre estuve dispuesto a reconocer mis

deudas hacia otros trabajadores, pero en este caso me siento liberado de esa obligación. Si el

psicoanálisis no apreció hasta el presente ciertas cosas, no se debió a que desconociera sus

efectos o pretendiera desmentir su importancia. Fue porque seguía un determinado camino,

por el cual no había avanzado lo suficiente. Y finalmente, cuando pasa a hacerlo, esas mismas

cosas se le presentan diversas que a los otros.

Conciencia e inconciente

En esta sección introductoria no hay nada nuevo que decir, y es imposible evitar la repetición

de lo ya dicho muchas veces.

La diferenciación de lo psíquico en conciente e inconciente es la premisa básica del

psicoanálisis, y la única que le da la posibilidad de comprender, de subordinar a la ciencia, los

tan frecuentes como importantes procesos patológicos de la vida anímica. Digámoslo otra vez,

de diverso modo: El psicoanálisis no puede situar en la conciencia la esencia de lo psíquico,

sino que se ve obligado a considerar la conciencia como una cualidad de lo psíquico que

puede añadirse a otras cualidades o faltar.

Si me estuviera permitido creer que todos los interesados en la psicología leerán este escrito,

esperaría que ya en este punto una parte de los lectores suspendiera la lectura y no quisiera

proseguirla, pues aquí está el primer shibbólet(2) del psicoanálisis. Para la mayoría de las

personas de formación filosófica, la idea de algo psíquico que no sea también conciente es tan

inconcebible que les parece absurda y desechable por mera aplicación de la lógica. Creo que

esto se debe únicamente a que nunca han estudiado los pertinentes fenómenos de la hipnosis

y del sueño, que -y prescindiendo por entero de lo patológico- imponen por fuerza esa

concepción. Y bien; su psicología de la conciencia es incapaz, por cierto, de solucionar los

problemas del sueño N, de la hipnosis.

«Ser conciente(3)» es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la

percepción más inmediata y segura. En segundo lugar, la experiencia muestra que un

elemento psíquico, por ejemplo una representación, no suele ser conciente de manera

duradera. Lo característico, más bien, es que el estado de la conciencia pase con rapidez; la

representación ahora conciente no lo es más en el momento que sigue, sólo que puede volver

a serlo bajo ciertas condiciones que se producen con facilidad. Entretanto, ella era ... no

sabemos qué; podemos decir que estuvo latente, y por tal entendemos que en todo momento

fue susceptible de conciencia. También damos una descripción correcta si decimos que ha

sido inconciente. Eso «inconciente» coincide, entonces, con « latente susceptible de

conciencia». Los filósofos nos objetarán, sin duda: «No, el término "inconciente" es

enteramente inaplicable aquí; la representación no era nada psíquico mientras se encontraba

en el estado de latencia». Si ya en este lugar los contradijésemos, caeríamos en una disputa

verbal con la que no ganaríamos nada.

Ahora bien, hemos llegado al término o concepto de lo inconciente por otro camino: por

procesamiento de experiencias en las que desempeña un papel la dinámica anímica. Tenemos

averiguado (vale decir: nos vimos obligados a suponer) que existen procesos anímicos o

representaciones muy intensos -aquí entra en cuenta por primera vez un factor cuantitativo y,

por tanto, económico- que, como cualesquiera otras representaciones, pueden tener plenas

consecuencias para la vida anímica (incluso consecuencias que a su vez pueden devenir

concientes en calidad de representaciones), sólo que ellos mismos no devienen concientes. No

es necesario repetir aquí con prolijidad lo que tantas veces se ha expuesto. (ver nota)(4)

Bástenos con que en este punto intervenga la teoría psicoanalítica y asevere que tales

representaciones no pueden ser concientes porque cierta fuerza se resiste a ello, que si así no

fuese podrían devenir concientes, y entonces se vería cuán poco se diferencian de otros

elementos psíquicos reconocidos. Esta teoría se vuelve irrefutable porque en la técnica

psicoanalítica se han hallado medios con cuyo auxilio es posible cancelar la fuerza

contrarrestante y hacer concientes las representaciones en cuestión. Llamamos represión

(esfuerzo de desalojo} al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera

concientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia

la fuerza que produjo y mantuvo a la represión.

Por lo tanto, es de la doctrina de la represión de donde extraemos nuestro concepto de lo

inconciente. Lo reprimido es para nosotros el modelo de lo inconciente. Vemos, pues, que

tenemos dos clases de inconciente: lo latente, aunque susceptible de conciencia, y lo

reprimido, que en sí y sin más es insusceptible de conciencia. Esta visión nuestra de la

dinámica psíquica no puede dejar de influir en materia de terminología y descripción.

Llamamos preconciente a lo latente, que es inconciente sólo descriptivamente, no en el sentido

dinámico, y limitamos el nombre inconciente a lo reprimido inconciente dinámicamente, de

modo que ahora tenemos tres términos: conciente (cc), preconciente (prcc) e inconciente (icc),

cuyo sentido ya no es puramente descriptivo. El Prcc, suponemos, está mucho más cerca de la

Cc que el Icc, y puesto que hemos llamado «psíquico» al ICC, vacilaremos todavía menos en

hacer lo propio con el Prcc latente. Ahora bien, ¿por qué no preferimos quedar de acuerdo con

los filósofos y, consecuentemente, separar tanto el Prcc como el Icc de lo psíquico conciente?

Si tal hiciéramos, los filósofos nos propondrían describir el Prcc y el Icc como dos clases o

grados de lo psicoide, y así se restablecería la avenencia. Pero de ello se seguirían infinitas

dificultades en la exposición, y el único hecho importante -a saber, que esos estados psicoides

concuerdan en casi todos los demás puntos con lo psíquico reconocido- quedaría relegado en

aras de un prejuicio, que por añadidura proviene del tiempo en que no se tenía noticia de esos

estados psicoides o, al menos, de lo más sustantivo de ellos.

Y bien; podemos manejarnos cómodamente con nuestros tres términos, cc, prcc e icc, con tal

que no olvidemos que en el sentido descriptivo hay dos clases de inconciente, pero en el

dinámico sólo una. (ver nota)(5) Para muchos fines expositivos este distingo puede

desdeñarse, aunque, desde luego, es indispensable para otros. Comoquiera que fuese, nos

hemos habituado bastante a esta ambigüedad de lo inconciente, y hemos salido airosos con

ella. Hasta donde yo puedo ver, es imposible evitarla; el distingo entre conciente e inconciente

es en definitiva un asunto de la percepción, y se lo ha de responder por sí o por no; el acto

mismo de la percepción no nos anoticia de la razón por la cual algo es percibido o no lo es. No

es lícito lamentarse de que lo dinámico sólo encuentre una expresión ambigua en la

manifestación fenoménica. (ver nota)(6)

Ahora bien, en el curso ulterior del trabajo psicoanalítico se evidencia que estos distingos no

bastan, son insuficientes en la práctica. Entre las situaciones que lo muestran, destaquemos,

como la más significativa, la siguiente. Nos hemos formado la representación de una

organización coherente de los procesos anímicos en una persona, y la llamamos su yo. De

este yo depende la conciencia; él gobierna los accesos a la motilidad, vale decir: a la descarga

de las excitaciones en el mundo exterior; es aquella instancia anímica que ejerce un control

sobre todos sus procesos parciales, y que por la noche se va a dormir, a pesar de lo cual

aplica la censura onírica. De este yo parten también las represiones, a raíz de las cuales

ciertas aspiraciones anímicas deben excluirse no sólo de la conciencia, sino de las otras

modalidades de vigencia y de quehacer. Ahora bien, en el análisis, eso hecho a un lado por la

represión se contrapone al yo, y se plantea la tarea de

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (145 Kb)
Leer 88 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com