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angelik12129 de Octubre de 2014

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Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel

Karl Marx

INTRODUCCIÓN

[1. LA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN SE HALLA SUPERADA]

En Alemania la crítica de la religión se halla fundamentalmente terminada. Ahora bien, la crítica de la religión es el presupuesto de toda crítica.

La existencia profana del error se halla comprometida, desde que ha quedado refutada su celestial oratio pro aris et focis [discurso a favor de los altares y los hogares; es decir, en este caso, de los símbolos del Estado y de la sociedad burguesa]. Tras buscar un superhombre en la realidad fantástica del cielo, el hombre se ha encontrado sólo con el reflejo de sí mismo y le ha perdido el gusto a no encontrar más que esta apariencia de sí, el antihombre, cuando lo que busca y tiene que buscar es su verdadera realidad.

El fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión, la religión no hace al hombre. Y ciertamente la religión es conciencia de sí y de la propia dignidad, como las puede tener el hombre que todavía no se ha ganado a sí mismo o bien ya se ha vuelto a perder. Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo. El hombre es su propio mundo, Estado, sociedad; Estado y sociedad, que producen la religión, [como] conciencia tergiversada del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión es la teoría universal de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica popularizada, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento de solemnidad, la razón general que la consuela y justifica. Es la realización fantástica del ser humano, puesto que el ser humano carece de verdadera realidad. Por tanto, la lucha contra la religión es indirectamente una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual.

La miseria religiosa es a un tiempo expresión de la miseria real y protesta contra la mise-ria real. La religión es la queja de la criatura en pena, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas embrutecido. Es el opio del pueblo.

La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la exigencia de que éste sea realmente feliz. La exigencia de que el pueblo se deje de ilusiones es la exigencia de que abandone un estado de cosas que las necesita. La crítica de la religión es ya, por tanto, implícitamente la crítica del valle de lágrimas, santificado por la religión.

La crítica le ha quitado a la cadena sus imaginarias flores, no para que el hombre la lleve sin fantasía ni consuelo, sino para que arroje la cadena y tome la verdadera flor. La crítica de la religión desengaña al hombre, para que piense, actúe, dé forma a su realidad como un hombre desengañado, que entra en razón; para que gire en torno de sí mismo y por tanto en torno a su sol real. La religión no es más que el sol ilusorio, pues se mueve alrededor del hombre hasta que éste se empiece a mover alrededor de sí mismo.

Es decir que, tras la superación del más allá de la verdad, la tarea de la historia es establecer la verdad del más acá. Es a una filosofía al servicio de la historia a quien corresponde en primera línea la tarea de desenmascarar la enajenación de sí mismo en sus formas profanas, después que ha sido desenmascarada la figura santificada de la enajenación del hombre por sí mismo. La crítica del cielo se transforma así en crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del Derecho, la crítica de la teología en crítica de la política.

[2. TEMA DEL TRABAJO: LA FILOSOFÍA DEL ESTADO Y DEL DERECHO EN LA SITUACIÓN ALEMANA]

El estudio que sigue como aportación a este trabajo no se refiere directamente al original sino a una copia, a la filosofía del Estado y del Derecho alemanes. La única razón para ello es que tratan de Alemania.

[3. LAS INTERPRETACIONES DE LA SITUACIÓN ALEMANA]

De comenzar por el statu quo vigente en Alemania, el resultado no pasaría de un anacronismo, incluso si la tarea se abordase de la única manera apropiada, es decir, negativamente. La misma negación de nuestro presente político ya no es más que un hecho cubierto de polvo en el trastero histórico de los pueblos modernos. Quien niega la peluca empolvada, conserva la peluca sin polvos. Quien niega la situación alemana de 1843 apenas se encuentra según una cronología francesa en el año 1789, cuánto menos en el centro de la actualidad.

Sí, la historia de Alemania puede estar orgullosa de una trayectoria, que ningún otro pueblo en el firmamento de la historia le ha enseñado ni le imitará. Efectivamente, hemos compartido las restauraciones de los pueblos modernos sin compartir sus revoluciones. Hemos sido restaurados primero, porque otros pueblos se atrevieron a una revolución; y segundo, porque otros pueblos sufrieron una contrarrevolución. Una vez porque nuestros señores tenían miedo, y la otra porque no lo tenían. Nosotros, con los pastores [de nuestro rebaño] a la cabeza, sólo nos hemos encontrado en una ocasión con la libertad: el día de su entierro.

[3a. La escuela histórica del Derecho] Una escuela que legitima la vileza de hoy con la vileza de ayer, una escuela que declara insurrección cualquier grito del siervo contra el látigo, con tal de que el látigo sea un látigo antiguo, tradicional, histórico; una escuela a quien la historia sólo muestra su a posteriori [su trasero], como el Dios de Israel a su siervo Moisés, la escuela histórica del Derecho, habría inventado la historia alemana, si ella misma no fuera un invento de la sociedad alemana. A cada libra de carne cortada del corazón del pueblo, un Shylock, pero un Shylock sirviente, jura por su certificado, por su certificado histórico, por su certificado cristiano-germánico, que la historia alemana es así.

[3b. Los románticos] En cambio, una serie de benditos y exaltados, teutómanos de sangre y liberales de frase, buscan la historia de nuestra libertad más allá de nuestra historia en los primitivos bosques teutónicos. ¿En qué se diferencia entonces la historia de nuestra libertad de la historia de la libertad del jabalí, si hay que ir a buscarla a la selva teutónica? Y luego ya lo dice el refrán: el bosque devuelve lo que se le grita. O sea que ¡paz a las selvas teutónicas!

[3c. La crítica] ¡Guerra al estado de cosas en Alemania! Claro que se halla por debajo del nivel de la historia y de toda crítica; pero no por eso deja de ser objeto de la crítica, lo mismo que el criminal, por más que esté por debajo de toda humanidad, sigue siendo objeto del verdugo. La crítica que lucha contra el estado de cosas alemán, no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es un bisturí sino un arma. Su objeto es su enemigo, a quien no quiere refutar sino aniquilar. Y es que el espíritu de esta situación se halla ya refutado. Ni de suyo ni considerándola en toda su realidad merece ser tenida en cuenta; su existencia es tan despreciable como despreciada. Para entenderse a sí misma, la crítica no necesita de por sí entenderse con este objeto, pues se halla lista con él. Tampoco se tiene ya por fin de sí misma sino sólo por un medio. Su pathos esencial es la indignación, su trabajo central la denunciación.

Se trata de describir la sorda presión mutua de todos los ámbitos sociales entre sí, un descontento general y pasivo, un embotamiento a la vez consciente y equivocado sobre sí mismo, enmarcado en un sistema de gobierno que vive de la conservación de todas las infamias y no es sino la infamia en el poder.

¡Qué espectáculo! [Por una parte] la sociedad se divide indefinidamente en las razas más diversas, que se enfrentan con sus pequeñas antipatías, malas conciencias y brutal mediocridad, y precisamente por esta mutua posición de ambigüedad y recelo son tratadas sin excepción por sus señores como si éstos les hubiesen concedido la existencia. E incluso esto, el que se hallen dominadas, regidas, poseídas, tienen que reconocerlo y proclamarlo ¡como una concesión del cielo! Por otra parte, están esos mismos déspotas, cuya grandeza se halla en relación inversa a su número.

La crítica se ocupa de este contenido luchando con él cuerpo a cuerpo, y en el cuerpo a cuerpo no se trata de si el adversario es noble, si está a mi altura o es interesante. De lo que se trata es de darle. De lo que se trata es de no dejarles a los alemanes ni un momento de resig-nación o de ilusión ante sí mismos. La opresión real hay que hacerla aún más pesada, añadiéndole la conciencia de esa opresión; la ignominia más ignominiosa, publicándola. Todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad alemana hay que describirlos como la partie honteuse de esa sociedad. Hay que hacerles bailar a esas circunstancias petrificadas cantándoles su propia melodía. Hay que enseñarle al pueblo a espantarse de sí mismo, para que cobre coraje. De este modo se cumple una apetencia insoslayable del pueblo alemán; y las apetencias de los pueblos son por sí mismas las últimas razones de su satisfacción.

E incluso a los pueblos modernos tiene que interesarles esta lucha contra la estúpida rea-lidad del statu quo alemán, ya que éste es la culminación sin tapujos del ancien régime, como el ancien régime es el defecto oculto del Estado moderno. La lucha contra el presente político alemán es la lucha de los pueblos modernos contra su pasado; y las reminiscencias de este pasado siguen pesando sobre ellos. Es instructivo que vuelvan a ver al ancien régime, que vivió en ellos su tragedia, representando ahora su comedia como espectro alemán. Trágica fue la historia del ancien régime, mientras era el poder establecido de este mundo y la libertad, en cambio, una ocurrencia individual; en una

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