Etica Para Amador
Tejedorense1 de Septiembre de 2013
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Capítulo I: De qué va la ética
De todos los saberes posibles existe uno que es imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. A lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” y a lo que sienta mal lo llamamos “malo”. Hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. Todos estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo con todos.
Las personas no somos libres de elegir lo que nos pasa, sino de responder de una forma u otra a lo que nos pasa. Ser libres para hacer algo tampoco quiere decir que vayamos a lograrlo; cuanta más capacidad de acción tenemos, mejores resultados obtenemos de nuestra libertad.
Nos compara con algunos animales para decirnos que al menos nosotros podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida, pues los animales no tienen libertad, y hacen las cosas por instinto, porque están programados para esa tarea y no lo pueden cambiar. Hubiese sido extraño, pero no imposible, por ejemplo, que el guerrero Héctor hubiese dicho que no quería luchar, a pesar de la educación que había recibido; pero lo que si sería imposible es un castor diciendo que no quiere hacer presas, sino celdillas estilo abeja.
Con los hombres nunca se puede estar seguro, mientras que con los animales sí. Los hombres podemos decir “si” o “no”, quiero o no quiero: No somos libres de elegir lo que nos pasa pero sí para responder a lo que nos pasa de tal y cual modo; Ser libres para intentar algo no es lo mismo que lograrlo indefectiblemente. Libertad no es igual a omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible)
Como podemos inventar y decidir, podemos equivocarnos. Es prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar en nuestras decisiones e invenciones.
Capítulo II: Órdenes, caprichos y costumbres
El ejemplo de Aristóteles referente al capitán de un barco en medio de una tempestad que debe decidir si continuar con su carga o arrojarla para sortear en mejores condiciones la tormenta remite a las situaciones difíciles o importantes en las que frecuentemente nos encontramos los seres humanos. En ellas debemos decidir sobre lo que vamos a hacer, ejerciendo nuestra libertad y nuestra capacidad de razonamiento y valoración de las circunstancias. Este ejemplo muestra que, en ocasiones, no basta con atenerse a las órdenes ni a las costumbres, ni mucho menos a los caprichos: hay que inventar soluciones razonadas. Por tanto, ésas tres no pueden ser las fuentes formales exclusivas de la decisión moral, y normalmente no son las fuentes adecuadas cuando se trata de tomar una decisión grave.
La mayoría de nuestros actos los hacemos automáticamente sin plantearnos si hacerlos o no, porque estamos acostumbrados. Por ejemplo, al sonar el despertador cada mañana, nos levantamos del tirón sin cuestionarnos si nos levantamos o no para realizar nuestra monótona y diaria rutina. Actuamos instintivamente aunque a veces nos preguntemos por qué lo hacemos. Uno de los motivos es porque alguien nos lo manda, entonces estos actos que hacemos se llaman órdenes (las cuales realizamos por el miedo a la represalia que podamos obtener de la persona que nos lo ha mandado o también por la confianza y el afecto a ella, pues sabemos que nos lo manda por nuestro bien).
Otros los hacemos por rutina, porque cada día hacemos lo mismo, entonces se llaman costumbres, y las hacemos porque ya estamos acostumbrados, o para no desentonar con el contexto. En el caso de la rutina de su hijo, una costumbre es desayunar exactamente todos los días lo mismo (café con leche y tostadas con mantequilla). Estas órdenes y costumbres parece que vienen del exterior, al contrario que los caprichos (que son las cosas que hacemos porque nos apetece), los cuales salen de nuestro interior: Savater da el ejemplo de ir pateando una lata de Coca-Cola por la calle.
Capítulo III: Haz lo que quieras
El no cumplir con las órdenes puede llevar a que los padres – en el caso de los adolescentes - los superiores o las leyes - cuando se es adulto – nos castiguen por no hacerlo, o tomen represalias en nuestra contra. En el caso de las costumbres, de no cumplirlas, nos podemos ver expuestos al ridículo, la censura, los chismes y la exclusión por parte de nuestros pares. En el caso de los caprichos, son un medio para definir nuestros gustos y personalidad, que pueden quedar en duda si no tenemos esas particularidades que se hacen por propio gusto. "Lo hago porque me lo mandan" ¿por miedo al castigo? ¿Por esperanza de un premio. Lo mismo sucede con las "costumbres" ¿Por qué diablos tengo que hacer lo que suele hacerse? Ni que fuera esclavo de quienes me rodean. Y cuando me interrogo por segunda vez sobre mis "caprichos", el resultado es el mismo. Muchas veces tengo ganas de hacer cosas que enseguida se vuelven contra mí, de las que me arrepiento luego.
Moral es el conjunto de comportamientos y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; Ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes.
Lo bueno o lo malo referente a lo que preferimos hacer son términos muy confusos. "Bueno": es lo que consideramos que nos hace bien. "Malo" es lo que consideramos que nos puede perjudicar. ¿Cuándo un hombre es bueno? No lo sabemos ni lo sabrá nadie jamás. Para cada persona el hombre bueno es el que realiza unas acciones que a él le benefician o que piensa de su misma manera. Para saber si un hombre es totalmente bueno o totalmente malo deberíamos estar dentro de él cada vez que este realiza una acción. Se puede ser buen hombre de muchas maneras y las opiniones que juzgan los comportamientos suelen variar según las circunstancias. Habría que estudiar no sólo las circunstancias, sino hasta las intenciones que mueven a cada uno. Se trata de conceptos relativos porque la valoración de los actos de las personas depende de las circunstancias, de las prioridades, preferencias e inclinaciones de quien juzga.
Capítulo IV: Date la buena vida
La buena vida humana significa «tener relaciones con los otros seres humanos», es decir, tratar a los demás como humanos, y ser tratado como humano, dar y recibir, enriquecerse mutuamente, hablarles, escucharles y además pensar que la vida no se acaba ahí y que después vienen las consecuencias, que se pagan para bien pero también para mal. La buena vida humana es buena vida entre humanos, o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana. Las cosas pueden ser bonitas y útiles, los animales resultan simpáticos, pero los hombres lo que queremos ser es humanos, no herramientas ni bichos. Y queremos ser tratados como humanos, porque eso de la humanidad depende en buena medida de lo que los unos hacemos con otros. La buena vida humana es "la vida entre seres humanos". Los hombres somos humanos y queremos ser tratados como tales.
Savater dice: "Tener conciencia de mi humanidad consiste en darme cuenta de que, pese a todas las muy reales diferencias entre los individuos, estoy también en cierto modo dentro de cada uno de mis semejantes". El reconocimiento de las diferencias, la tolerancia como modo de reconocer lo que el otro siente, tratar de entender su forma de vivir y de comportarse aunque sea muy distinta a la nuestra, partir de la certeza de que cada uno, con otros, puede ser protagonista responsable de lo que hace y de las consecuencias de su acciona son algunos de los supuestos básicos para entender la humanidad.
El hombre no es solamente una realidad biológica, natural sino también una realidad cultural. No hay humanidad sin aprendizaje cultural y para empezar sin la base de toda cultura: el lenguaje. El mundo en el que vivimos los humanos es un mundo lingüístico, una realidad de símbolos y leyes sin la cual no solo seríamos incapaces de comunicarnos entre nosotros sino también de captar la significación de lo que nos rodea. El lenguaje no es una función natural y biológica del hombre, sino una creación cultural que heredamos y aprendemos de otros hombres. Por eso hablar a alguien y escucharle es tratarle como a una persona, porque la cultura dentro de la cual nos humanizamos unos a otros parte del lenguaje pero no es simplemente lenguaje.
La humanización es un proceso recíproco. Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a ellos.
Capítulo V: ¡Despierta, baby!
Las cosas son objetos necesarios para la vida, útiles, pero no prioritarios. Savater da múltiples ejemplos de personas que, por materialistas o carentes de una visión a largo plazo, se equivocan en sus elecciones al colocar a las cosas por sobre las personas y los vínculos y sentimientos. Las cosas que tenemos también nos tienen a nosotros. Lo que tenemos muy agarrado también nos agarra a nosotros. La mayor complejidad de la vida es que las personas no son cosas. De una cosa solo pueden sacarse cosas. Ninguna cosa puede darnos amistad, respeto, amor, etc. Ninguna buena vida puede prescindir de cosas, pero menos de las personas. La mayor complejidad de la vida es precisamente ésa, que las personas no son cosas.
Cuando estamos obsesionados por las cosas materiales nos perdemos y no nos damos cuenta que lo que de verdad
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