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Existencialismo y Dilema del Prisionero

nataliapelleTrabajo27 de Febrero de 2018

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El presente trabajo consiste en relacionar el existencialismo de Jean Paul Sartre con el Dilema del Prisionero. En primer lugar voy a explicar en qué consiste cada uno para luego proceder a relacionarlos.

Existen dos especies de existencialistas: los cristianos y los ateos. Sartre pertenece a ésta última. Ambas consideran que la existencia precede a la esencia o, dicho de otra manera, que hay que comenzar desde la subjetividad. Para Sartre, esto significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define. No existe la naturaleza humana porque no hay un Dios para concebirla, sino que el hombre es, además de cómo se concibe, como él se quiere. De aquí surge uno de los principios del existencialismo: la subjetividad. El hombre es lo que él se hace, es un proyecto que se vive subjetivamente y no lo que querrá ser. Por lo tanto, si la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es y de todos los hombres. Cuando el hombre se elige también elige a todos los hombres, es decir, con nuestros actos, además de crear al hombre que queremos ser, al mismo tiempo creamos una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. Nuestra responsabilidad compromete a la humanidad entera: eligiéndome, elijo al hombre.

Asimismo, Sartre establece que el hombre también es angustia, ya que cuando se compromete y se da cuenta que no solo elige quién ser sino que también a la humanidad, queda atrapado en el sentimiento profundo de responsabilidad. En las decisiones que se toman vive la angustia como condición misma de su acción. Esto es así porque supone que quien decide se enfrenta a una pluralidad de posibilidades y cuando elige una, se da cuenta de que solo adquiere valor porque ha sido elegida. El hombre está condenado a inventar al hombre en cada instante, y a ser libre, ya que es responsable de todo lo que hace. Ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer, no hay signos en el mundo. Elegir un consejero es ya comprometerse, el hombre mismo elige el sentido que tienen. El desamparo implica que elijamos nosotros mismos nuestro ser y va junto con la angustia, y la desesperación. Cuando se quiere algo, siempre existen elementos probables, pero a partir del momento en que las posibilidades que considero no están rigurosamente comprometidas por mi acción, debo desinteresarme, porque ningún Dios puede adaptar el mundo y sus posibles a mi voluntad.

Al no existir la naturaleza humana, el hombre no puede contar con otros hombres que no conoce fundándose en la bondad humana o en el interés del hombre por la sociedad. El hombre es libre y, por lo tanto hay que limitarse a lo que uno ve. Las cosas serán tales como el hombre haya decidido que sean.

Uno de los problemas más famosos de la Teoría de Juegos[1] es el “Dilema del Prisionero”[2]. Este se plantea de la siguiente manera: Dos sospechosos son detenidos en cercanías del lugar de un crimen y la policía comienza aplicar las técnicas de interrogatorio por separado. Cada uno de ellos tiene la posibilidad de elegir entre confesar acusando a su compañero, o de no hacerlo. Si ninguno de ellos confiesa, entonces ambos pasarán un año en prisión acusados de tener un arma sin autorización. Si ambos confiesan y se acusan mutuamente, los dos irán a prisión por 10 años cada uno. Pero si sólo uno confiesa y acusa a su compañero al implicado le caerán 20 años y el acusador saldrá libre por colaborar con la policía.

 Las estrategias a definir son dos: confesar o no confesar. Pueden suceder dos cosas, uno de los sospechosos confiesa o se calla. Si confiesa y el otro no confiesa: este último pasará 20 años en la cárcel y el otro queda libre. Si ambos lo hacen los dos estarán 10 años. Por otro lado, si ninguno de los dos confiesa: estarán 1 año.

La opción más razonable parecería ser la de confesar, pero el otro podría estar pensando lo mismo y eso implicaría que los dos terminen presos por diez años. En cambio, si los dos piensan de manera irracional y no confiesan, solo estarán presos un año. El objetivo es estar en prisión el menor tiempo posible y ello los lleva a la traición, ya que si uno confiesa y el otro no el primero quedará libre. El resultado de cada elección dependerá de la elección del otro, pero ésta no puede conocerse por lo que los prisioneros se encuentran en una situación de desconfianza con el otro. Confesar es una estrategia dominante para ambos jugadores. Sea cual sea la elección del otro jugador, salvo que ambos confiesen y entonces recibirán los dos largas condenas. Se produce la paradoja de que lo irracional es lo más adecuado y lo racional lo menos. El hombre como egoísta racional que es suele elegir lo racional, o sea el interés individual sobre el colectivo. El resultado de las interacciones individuales produce un resultado que no es óptimo. El resultado en el cual ambos detenidos no confiesan domina al resultado en el cual los dos eligen confesar.

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