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Expandir Los límites De La Profesión


Enviado por   •  5 de Marzo de 2014  •  1.423 Palabras (6 Páginas)  •  199 Visitas

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Expandir los límites de la profesión, por Eduardo Cadaval

La siguiente columna es del Arquitecto Mexicano Eduardo Cadaval (Cadaval & Solà-Morales), quien de una manera muy lúcida reflexiona acerca de como expandir los límites de nuestra profesión. Un tema que nos preocupa más que nunca hoy, cuando la educación sigue las tradicionales estructuras de formación en un mundo donde el conocimiento, las economías y las tecnologías cambian más rápido que nunca. Los invitamos a leerla.

Por Eduardo Cadaval. (Fuente el PortaVOZ)

Hace no mucho tiempo una conversación informal con un compositor musical me ayudó a entender con mayor claridad algunas de las debilidades que considero afectan a la arquitectura. En aquella ocasión mi amigo compositor se quejaba amargamente del estado de su profesión, de la pérdida de su relevancia y del riesgo de su desaparición; pero sobretodo de las pocas salidas profesionales que en la actualidad incluso él apenas tenía. Acorralado en la academia, sin una verdadera vocación por ella, enseñaba una profesión que no podía ejercer y buscaba algunas oportunidades en “gente que pudiera entender lo que él realmente hacia“. Al ver la dificultad con la que intentaba explicar la importancia de lo que él llamaba “música culta“, era fácil intuir que parte del problema estaba en la propia disciplina. Al escucharlo era imposible no encontrar paralelismos con la arquitectura y con cómo ésta se ha encerrado cada vez más en su ámbito disciplinar hasta convertirse en casi inaccesible.

Los arquitectos en muchas ocasiones nos quejamos de nuestro aislamiento, pero un ejercicio de autocrítica nos permitirá entender que en gran medida hemos sido nosotros los que nos hemos alejado de los temas más trascendentes. En parte debido a que la arquitectura ha estado más obsesionada consigo misma que con lo que podía hacer por el resto de la sociedad, pero también debido a que en décadas recientes una cierta miopía ha invadido las ofertas formativas y académicas, reduciendo drásticamente no solo las posibilidades de nuestro quehacer sino también nuestros campos de acción e influencia.

Si analizamos el estado actual de la profesión podremos entender que en el fondo lo que se está demandando es otro tipo de arquitecto, y por lo tanto parece pertinente preguntarse: ¿por qué las escuelas de arquitectura no han sabido responder?, ¿por qué no han flexibilizado su sistema de enseñanza?, ¿por qué seguir produciendo sólo un tipo de arquitecto si no hay suficiente trabajo para éste?.

Los arquitectos somos más útiles cuando ocupamos un rango más amplio de nuestro espectro de influencia profesional. Ser arquitecto proyectista, es decir, de los que diseñan edificios, es sólo una forma de las múltiples que existen para ejercer la profesión: se necesitan más arquitectos-urbanistas, más arquitectos-políticos, más arquitectos-servidores públicos, más arquitectos-editores, curadores, académicos, críticos, teóricos, gestores urbanos, etc., etc.

Lo que sorprende más es que el panorama académico actual en realidad esté lleno de planes de estudios miopes que privilegian sólo un tipo de profesionista. Las escuelas de arquitectura -en muchos casos guiadas por una estrategia comercial y de modelo de negocio- están cada día más obsesionadas con la figura del arquitecto proyectista. Es justamente en estas escuelas donde desde los primeros años de formación tanto profesores como alumnos comienzan a acuñar la nefasta clasificación de que tal o cual estudiante puede ser “un buen arquitecto“. Esta clasificación, que luego acompaña a la profesión en su desarrollo, sólo se refiere a aquel estudiante con una cierta habilidad compositiva y sus implicaciones y consecuencias son más profundas de las aparentes y reflejan unas aspiraciones profesionales simplistas y peligrosas. ¿Tan poco somos?, ¿tan limitadas son nuestras exceptivas sobre lo que podemos hacer y aportar?

Afortunadamente hay muchos arquitectos que han modificado su hoja de ruta generando grandes aportaciones y ampliado nuestro rango de influencia. Estas otras formas de hacer arquitectura se han probado tan transcendentes que valdría le pena preguntarse ¿porqué no fomentarlas desde los primeros ciclos de formación?. No pretendo menospreciar todos los aspectos de la enseñanza de la arquitectura; esta formación aún es capaz de dotar al estudiante y futuro arquitecto de una estructura mental y un conjunto de conocimientos muy particulares, que ninguna otra profesión ofrece. El arquitecto

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