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FILOSOFÍA DEL DERECHO ABORTO


Enviado por   •  25 de Mayo de 2016  •  Ensayos  •  10.055 Palabras (41 Páginas)  •  225 Visitas

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                                       UNIVERSIDAD VERACRUZANA

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FACULTAD DE DERECHO

ABORTO

Julián Rivera Ramírez

FILOSOFÍA DEL DERECHO

Dr. José Luis Zamora Salicrup.

XALAPA DE ENRÍQUEZ, VER.        Mayo 2016

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN        

CONCEPTO        

TIPOS DE ABORTO        

ANTECEDENTES        

ARGUMENTO        

POSICIÓN DE QUIENES DEFENDIERON EL ABORTO        

POSICIÓN DE QUIENES SE OPUSIERON AL ABORTO        

ARGUMENTOS TEOLÓGICOS        

ARGUMENTOS FILOSÓFICOS Y CIENTÍFICOS        

ARGUMENTOS JURÍDICOS.        

FUNDAMENTO        

FUNDAMENTO LEGAL        

TRATADOS INTERNACIONALES QUE PROTEGEN LA VIDA        

CONCLUSIÓN        

BIBLIOGRAFÍA        

INTRODUCCIÓN

Una reflexión sencilla sobre los seres humanos, accesible a toda persona normal, independientemente del grado cultural que tengamos, nos permite advertir que en nuestros actos y pensamientos aparecen, no siempre con la misma fuerza, la naturaleza de modo similar a como se dan en los seres del reino animal, la inteligencia que les permite investigar y encontrar soluciones creativas a los problemas que se presentan y la libertad que los lleva a tomar decisiones en cuanto a las opciones que en todos los campos irán encontrando. La experiencia personal cotidiana permite corroborarlo, desde los actos más simples hasta los más complejos.

La presencia del hombre en la vida social explica que la historia de la humanidad sea expresión de ese dinamismo. Los hombres dejan su huella y sus obras, comprendiendo las de naturaleza sociocultural, como los usos, las costumbres y las normas, entre ellas las jurídicas, que ejercer influencia en los demás.

        Es fácil darse cuenta de que ese dinamismo tiene, entre las causas que lo originan, la búsqueda de la felicidad y la satisfacción de las necesidades como presupuesto previo. Necesidades sociales básicas, como son las de índole familiar, educativa, económica, política, religiosa y recreativa, propician la búsqueda de fórmulas idóneas para satisfacerlas. Encontrarlas y conseguir que permitan a las personas gozar, cada vez con mayor intensidad, de las calidad humana que poseen, representan el genuino proceso. La vida ordenada y tranquila siempre se ha considerado como requisito para alcanzar esas metas. El poder político y el orden jurídico responden a ese requerimiento. Hacer factible que a cada quien se dé lo suyo y se le respete es su fin permanente y para lograrlo puede utilizarse la coacción, imponiendo penas a quien pretenda obstaculizarlo. Una cuestión altamente debatida es la relativa al derecho a la vida. A su alrededor surgen diversos temas, como el sexo, la natalidad, la condición del ser concebido, el nacimiento, la posibilidad de interrumpir el embarazo no deseado, la educación, etcétera.

        Los hombres buscan conocer, a veces lo hacen pragmáticamente, otras recurren al estudio en centros educativos o directamente en libros que resulten orientadores. Difícilmente aceptan permanecer en la ignorancia, en especial ante materias trascendentes, como las referidas. Para tener alguna luz sobre ellas algunos se refugian en un autor de éxito. (Aguiniaco, Aguirre, Azuela, Díaz, & Ortiz, 2003)

        Por ejemplo, en la obra ¿En qué creen los que no creen?, Umberto Eco incorpora una carta de Carlo María Martini que dice:

No quisiera recurrir aquí a un llamado genérico sobre el “derecho a la vida”, que puede resultar frio e impersonal. Se trata de una responsabilidad concreta hacia quien es el resultado de un amor grande y personal y, por tanto, de responsabilidad hacia “alguien”. En cuanto que es llamado y amado, este alguien tiene ya un rostro, es objeto de afecto y de cuidado. Toda violación de esta existencia de afecto y de cuidado no puede ser vivida más que como conflicto, es un sufrimiento profundo y de laceración dolorosa. Lo que decimos es que es necesario hacer todo para que este conflicto no ocurra, para que esta laceración no se produzca. Son heridas que cicatrizan difícilmente, quizá nunca. Quien lleva las huellas es sobre todo la mujer, la primera a quien se le confió, con confianza, lo más débil y lo más noble que existe en el mundo.

        Si aquí se encuentra el problema ético y humano, el consecuente problema civil será: ¿Cómo ayudar a las personas y a la sociedad entera a evitar lo más posible estas laceraciones?, ¿Cómo apoyar a quien se encuentra en un aparente o real conflicto de deberes para que no sea aplastado?... cuando algo es de sumo valor amerita un sumo respeto. Es necesario partir de esto para toda casuística de los casos límite, que será siempre arduo enfrentar, pero que, partiendo de esto, no será jamás enfrentada con ligereza.

Hay quienes buscan la iluminación de los científicos y acuden a libros de especialistas, como el Manual de Bioética de Elio Sgreccia, que en 658 páginas profundiza en los temas específicos relacionados. Entre su contenido hay dos párrafos que invitan a la reflexión:

Esta complementariedad se realiza plenamente aunque no determinantemente (en el sentido de que no se está necesitado de ejercerla), pero sí con una fuerte tendencia en la conyugalidad, esto es, en la unión física, psíquica y espiritual con el sexo opuesto. Cuando haciendo una opción libre, se actúa esta complementariedad en la conyugalidad, la unión interesa a la totalidad de las personas y no sólo a una de sus partes. Cuando el hombre y la mujer se unen, si el acto humano es pleno, involucra al cuerpo, al corazón y al espíritu; si falta una de estas dimensiones, se trata entonces de una unión humana incompleta y objetivamente falsa, porque el cuerpo no tiene sentido sino como expresión  de la totalidad de la persona. Conyugalidad, por esto, habla de totalidad, de unidad que se expresa en el don recíproco y total de las personas. Tratándose del don de la persona, plenamente humano cuando es total como contenido y total como vínculo de estabilidad. La persona no se descompone en partes, ni en el sentido ontológico ni en sentido cronológico. Por tanto, la conyugalidad habla de perennidad y estabilidad del vínculo unitivo y esto no sólo por la necesidad de dar un ambiente educativo estable a la prole eventual sino, ante todo, porque se trata de un don de sí, de toda la propia subjetividad. Sigue siendo cierto que la persona no agota todo su ser en la sexualidad, pero también lo es que la sexualidad, marca, involucra y envuelve por completo a la totalidad de la persona. Recordemos la relación cuerpo- persona para comprender al sujeto sexo- persona. Volvemos a la comparación de la firma con que yo suscribo un contrato libremente: no estoy obligado a ellos, no vivo sólo por este contrato, pero si pongo mi firma ésta implica no sólo a la mano que traza el signo, sino a toda la persona a mi “libertad- responsabilidad” y no vale por un momento, sino por todo el tiempo que indica el contenido del contrato. (Aguiniaco, Aguirre, Azuela, Díaz, & Ortiz, 2003)

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