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Fascismo Según Trotsky

polipoki25 de Marzo de 2014

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Introducción

El fascismo es una ideología y un movimiento político que surgió en la Europa de entreguerras (1918-1939) creado por Benito Mussolini. El término proviene del italiano fascio (‘haz, fasces’), y éste a su vez del latín fasces (plural de fascis).

El proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción, aplicando un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas o revanchistas que conducen a la violencia ya sea de las masas adoctrinadas o de las corporaciones de seguridad del régimen contra los que el Estado define como enemigos por medio de un eficaz aparato de propaganda, aunado a un componente social interclasista, y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas), lo que no impide que habitualmente diferentes enfoques ideológicos proporcionen diferentes visiones del fascismo. Los ejemplos más comunes, se dan en la historiografía, la politología y otras ciencias sociales de orientación marxista, al ubicar al fascismo en la extrema derecha, vinculandolo con la plutocracia, e identificándolo algunas veces como una variante del capitalismo de Estado, o bien de orientación liberal, identificándolo como una variante chovinista del socialismo de Estado.

Según Trotsky el movimiento fascista italiano fue un movimiento espontáneo de grandes masas, con nuevos dirigentes surgidos de la base. Es de origen plebeyo y está dirigi­do y financiado por las grandes potencias capitalistas. Se formó en la pequeña burguesía, en el lumpen-prole­tariado y hasta cierto punto también en las masas proletarias; Mussolini, un ex socialista, es un "self-made" man producto de este movimiento. Primo de Rivera era un aristócrata. Ocupaba un alto cargo militar y burocrático y fue gobernador en jefe de Cataluña. Llevó a cabo el golpe con la colaboración de fuerzas estatales y militares. Las dictaduras de Es­paña e Italia son dos formas totalmente distintas de dictadura. Hay que diferenciarlas bien. Mussolini tuvo dificultades para reconciliar a muchas viejas instituciones militares con las milicias fascistas. Este problema no existió para Primo de Rivera.

El movimiento alemán se parece fundamentalmente al italiano. Es un movimiento de masas, cuyos dirigen­tes emplean una buena cantidad de demagogia socia­lista, la cual es necesaria para la formación de un movimiento de masas.

La base genuina es la pequeña bur­guesía. En Italia cuenta en gran medida con esa base: la pequeña burguesía de la ciudad y el campo y el cam­pesinado. Las bases doctrinales del fascismo fueron la oposición a la democracia y el parlamentarismo, el odio al socialismo y al internacionalismo, el rechazo a la creencia de progreso y a la virtualidad del pacifismo, el desprecio por los derechos individuales y la exaltación de estado como suprema entidad histórica. Frente al pluralismo democrático, el fascismo erigió un totalitarismo político que rechazaba toda posibilidad de convivencia con la oposición, aniquilando toda posibilidad de disidencia. Frente a los valores sociales sustentados por los derechos del hombre, el fascismo esgrimió los derechos del estado, crisol de los valores de la unidad moral de la nación. La ausencia de oposición y la omnipotencia del estado, sentaron las bases de un totalitarismo intelectual sustentador y a la vez potenciador de la creencia en la posesión de la verdad; para dictarla en cada ocasión, se conformó una gran infraestructura de propaganda, que comenzaba en el sistema educativo, pasaba por la movilización de la juventud y alcanzaba el monopolio de los medio de comunicación. La suprema consideración de la entidad del estado se plasmó efectivamente en un nacionalismo agresivo y victimita; su materialización se produjo en la autosuficiente aspiración a una economía autárquica y en el desarrollo de un imperialismo colonialista que pretendía resucitar la gloria del imperio romano. También en Alemania existe una buena base para el fascismo.

Puede decirse, y hasta cierto punto es verdad, que la nueva clase media, los funcionarios estatales, los administradores privados, etcétera, pueden constituir esa base. Para poder prever algo respecto al fascismo, es necesario proceder de una manera marxista científica.

Los ´20 y los ´30: los análisis divergentes de Trotsky y la dirección de la Internacional

Fue Trotsky quien más insistentemente alertó sobre el peligro del advenimiento del fascismo en Alemania de no darse el proletariado una política correcta para enfrentarlo, señalando ante cada coyuntura la necesidad de partir del análisis de las tendencias reales.

Luego de 1923, tras lo que definió como una capitulación del Partido Comunista Alemán (PCA) al no organizar la insurrección cuando había condiciones favorables para ello, puso el acento no en el peligro fascista inmediato, como lo hacían el PCA y la Internacional , sino en el desarrollo de las organizaciones democráticas de dominación de la burguesía: el bloque de izquierdas en Francia, el Labour Party en Inglaterra, la socialdemocracia en Alemania. Coincidentemente, caracterizó que internacionalmente se estaban desarrollando las condiciones favorables para una coyuntura de estabilización relativa del capitalismo, donde la vanguardia proletaria debía, más que lanzar una ofensiva revolucionaria inmediata, prepararse organizativa y programáticamente para intervenir en el próximo período. Ya desde el IV Congreso realizado en 1922 Trotsky polemizó con Zinoviev y Bujarin, entre otros, quienes lo acusaban de desviaciones “pacifistas” por plantear la posibilidad de asentamiento, bajo determinadas condiciones sociales, políticas y económicas, de una próxima coyuntura democrático-pacifista de dominación burguesa.

En su análisis, el problema de las relaciones recíprocas entre Estados Unidos y Europa estaba estrechamente ligado al estudio de las perspectivas de la situación alemana, puesto que la derrota de la revolución de 1923 había permitido al capitalismo norteamericano abordar de lleno la política de reducir a Europa a una nueva relación de fuerzas por la vía pacífica, al menos coyunturalmente. Señalaba que este aspecto no había sido considerado por la dirección del V Congreso de la Internacional , cuyas resoluciones se basaron en el análisis de la situación al interior de Europa, “sin observar que el aplazamiento prolongado de la revolución europea hacía de la ofensiva de Estados Unidos contra Europa el eje de la situación mundial.” Trotsky insistió sobre este aspecto, planteando que era errónea la perspectiva de que “la situación revolucionaria continuaba desarrollándose y que estuviese a punto de emprender en breve batallas decisivas”, caracterización emparentada con una visión catastrofista de la economía internacional: “podemos señalar las perspectivas siguientes para los años 1924-1925: graves crisis en Estados Unidos, una agravación de la situación económica de Europa y la posibilidad objetiva de luchas proletarias que desemboquen en éxitos”, planteó Vargas, uno de los principales economistas de la Internacional , en su informe en el V Congreso.

Para definir que a mediados de los años ‘20 existían más tendencias hacia el asentamiento de regímenes democráticos que fascistas, Trotsky partió de analizar la situación de la relación entre las clases, los Estados y la economía, planteando que la ofensiva de EEUU sobre Europa: “(…) tomaba el carácter de ‘consolidación’ económica, de normalización, de pacificación (…) y de ‘saneamiento’ de los principios democráticos. (…) Habría sido necesario comprender que la infame ficción del pacifismo norteamericano, en combinación con los dólares (después de la derrota de la revolución alemana) debía convertirse y se convertía en el factor político más importante de la vida europea. La socialdemocracia alemana creció gracias a ese germen, y también a causa de él, en gran parte, progresaron los radicales franceses y el Labour Party ingles. Para contrarrestar ese frente enemigo hubiera sido necesario demostrar que la Europa burguesa no podía subsistir más que como vasallo financiero de los Estados Unidos: que el pacifismo de este país equivalía a la aspiración de imponer a Europa un racionamiento de hambre. Pero en lugar de tener en cuenta esta perspectiva para luchar contra la socialdemocracia con su nuevo culto del norteamericanismo, la dirección de la Internacional Comunista se orientó en un sentido contrario: se nos atribuyó una mezquina teoría sobre el imperialismo normalizado, sin guerras ni revoluciones, basado en el racionamiento norteamericano.”

Mientras Trotsky sacaba estas conclusiones, Bujarin sostenía, tres meses antes del triunfo del Labour Party en Inglaterra y el Bloque de las Izquierdas en Francia, que “en casi toda Europa la situación es tal que no hay que esperar ni siquiera un breve intervalo de pacifismo, una apariencia de pacificación… Europa entra en una fase de acontecimientos decisivos… Alemania va, al parecer, a una guerra civil.”

Con la modificación de esta situación internacional hacia fines de la década del ‘20, momento en que la crisis económica desatada en Estados Unidos quebró la estabilización relativa lograda por el capitalismo en los años anteriores y comenzaron a acelerarse las tendencias hacia la guerra vía un aumento de las confrontaciones interestatales, Trotsky analizó un cambio en la situación europea y alemana particularmente. De caracterizar en el año 1923 que el fascismo

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