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Hedonismo


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  1.911 Palabras (8 Páginas)  •  589 Visitas

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HEDONISMO

El hedonismo (del griego hedoné: placer) es la doctrina que proclama, como fin supremo de la vida, la prosecución o búsqueda de placer. Es un tema antiguo y actual, tema de siempre, no sólo a nivel teórico, sino a nivel existencial, tanto en la vida humana individual como en la colectiva.

I. ESBOZO HISTÓRICO.

Se suele citar como hedonistas, entre los griegos, a Demócrito, a ciertos sofistas, y más expresamente a los cirenaicos y epicúreos. En la época moderna, si prescindimos de las considerables diferencias entre los diversos pensadores hedonistas, se ha considerado que han defendido una moral hedonista los neoepicúreos (Gassendi, Valla), los materialistas del siglo XVIII, especialmente los materialistas franceses (Helvecio, Holbach, La Metrie) y los utilitaristas ingleses (J. Bentham, Stuart Mill). En un momento de la filosofía griega, tres posturas dialécticamente enfrentadas (las de Antístenes, Aristipo de Cirene y Platón) pueden dar luz sobre este antiguo y actual tema del placer. En el cínico Antístenes hay una postura de rechazo: «Prefiero volverme loco a gustar el placer». En dirección diametralmente opuesta se mueve la escuela cirenaica, que tiene su punto de arranque en Aristipo de Cirene, en la cual impera el hedonismo. El /bien y el /valor hay que buscarlo exclusivamente en el placer, concretamente en el placer que se percibe en la impresión sensible. «Sólo lo expresado por nosotros como afección o pasión es evidente o manifiesto»; evidente, porque se trata ahí de una afección sensible presente. Y de este tipo es precisamente para Aristipo el placer. Tiene, pues, el hedonismo una base epistemológica sensista. Además, el placer es entendido por Aristipo en un plano totalmente subjetivista y sensista, como lo entendía Protágoras: «Cada cual tiene en sí mismo la medida del valor y del bien, y toma por verdadero y real lo que personalmente él siente». En perfecta consonancia con esta vieja mentalidad, escribirá Bentham en el siglo XIX: «Qué sea la justicia se discutirá y se discutirá sin fin; pero qué sea la felicidad, eso todos lo saben, porque saben qué es el placer». Pero que no sea ello tan simple como quiere Bentham y los primeros cirenaicos, y que no menos que en otros terrenos está el hombre, también en este, expuesto a los mayores engaños, nos lo testifica otro cirenaico, Hegesías, quien tan poco satisfecho se sintió con el hedonismo de la escuela, que le hizo evolucionar a un trágico pesimismo; la gente lo apellidó con el nombre de predicador de la muerte. Por su parte, Platón dirige siempre sus tiros por igual contra Protágoras, Antístenes y Aristipo, pues para los tres lo decisivo para la verdad y el valor es la vivencia sensible y el fenómeno subjetivo. La filosofía de Platón será el camino hacia la /verdad y, con ella, el camino hacia el bien, en la vida privada y en la pública. Platón se declara en el Filebo en favor de una vida entreverada de placer y virtud, inteligencia y pasión. Pero el placer jamás lo ha convertido Platón en principio de la moralidad. Firme como en su actitud frente a los cínicos, al devolver su sentido y valor humano a la alegría, no lo es menos frente al hedonismo de los cirenaicos y contra todo eudemonismo que, de un modo u otro, busque el origen y esencia del valor en el placer y en nada más. El placer, en la medida en que puede entrar como elemento de nuestra vida, debe ser ordenado y dominado por una medida, una norma de rectitud, razón e inteligencia. Es la conclusión final del Filebo. Ello quiere decir que el placer puede ser un acompañamiento, pero nunca un principio del bien moral. La vida ha de reglarse por un orden ideal, que servirá a la par de fundamento razonable para la alegría y el placer. No todo lo que trae consigo placer es bueno, sino que lo que es bueno trae consigo placer y contento. «¿Qué género de bien para el justo sería aquel bien que no fuera acompañado juntamente por un sentimiento de gusto, de algo agradable?»1.

¿Y qué decir respecto de nuestra época, de nuestros días?

Carlos García Gual afirma que, en la actualidad, «la adopción del lema básico del hedonismo (que el placeres el bien supremo en un mundo intrascendente) evoca en nuestro entorno la pervivencia de la lección de

Epicuro». Y el psiquiatra Enrique Rojas escribe: «Los retos y esfuerzos (del hombre actual)... apuntan... hacia la búsqueda del placer y del bienestar a toda costa, además del dinero»2. El hombre de hoy sólo vive para sí mismo y para el placer; por eso las dos notas más peculiares de nuestro tiempo son el hedonismo y la permisividad, ambas enhebradas por el materialismo. Hedonismo significa, entonces, que la máxima del comportamiento es el placer por encima de todo, cueste lo que cueste, así como ir alcanzando progresivamente cotas más altas de bienestar. Además, su código es la permisividad, la búsqueda ávida del placer y el refinamiento, sin ningún otro planteamiento. Así pues, hedonismo y permisividad son los dos nuevos pilares sobre los que se apoyan las vidas de aquellos hombres que quieren evadirse de sí mismos y sumergirse en el caleidoscopio de sensaciones cada vez más sofisticadas y narcisistas; es decir, contemplan la vida como un goce ilimitado.

II. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA.

Lejos de cualquier planteamiento maniqueo y rigorista, hemos de afirmar que la tendencia al goce es una disposición natural de la persona. Pero esta tendencia al goce adquiere un significado especial en la actitud del hombre hedonista, para el cual el goce es el más elevado y exclusivo fin de la vida, y en el cual la aspiración al goce se transforma y degenera en una pasión absorbente, en una manía enfermiza. En el hedonista fallan las tendencias transitivas, ya que su temática

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