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Historia De Donación Real En México


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2014  •  3.234 Palabras (13 Páginas)  •  178 Visitas

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En 1997, por fin hice caso al Dr. Jorge Luna médico cirujano, oncólogo del hospital siglo 21, de realizarme un chequeo general para descartar la posibilidad de tener una neoplasia similar a la que desde hace tiempo estaba atendiéndola mi padre.

Al entregarle los resultados note cierta expresión de asombro en sus ojos, pero me preocupo más cuando me dijo que tenía que consultar un especialista, básicamente un Hepatólogo. Me dio la dirección del consultorio particular de la Dra. Margarita Dehesa, reconocida Hepatóloga del Hospital Siglo 21 de la Ciudad de México, y salí desconcertado de su consultorio.

Al llegar a la cita con la Dra. Dehesa, mi hermana amablemente me acompaño y en realidad no esperábamos que fuera algo serio, pero cuando le impidió el paso al interior del consultorio me sentí desconcertado. Una vez adentro del consultorio me dijo que tenía que realizarme algunos estudios para poder determinar exactamente el grado de daño que presentaba en el hígado.

Tras una serie de análisis, pruebas de ultrasonido, gama gramas, y endoscopia, por fin determino el resultado:

CIRROSIS HEPATICA, POR HEPATITIS VIRUS C.

El diagnostico era definitivo y al parecer no tenía la menor duda, todavía recuerdo sus frías palabras cuando me dijo “Usted tiene pocas esperanza de vida... el pronóstico es muy malo, tan malo que cuenta por lo mucho con Dos años para poder someterse a un trasplante de Hígado, de lo contrario su calidad de vida se vendrá deteriorando hasta minar por completo su vida."

Al oír todo esto me quede helado, no podía articular palabra recuerdo que pasaron mil cosas por mi cabeza, mis hijos Tony y Arturo de 8 y 10 años, mi esposa Claudia, nuestros planes, mis padres, el futuro de mis hijos.

¡Cómo podría llegar a decirles que estaba condenado a morir!

Pero lo peor vendría al enterarme por boca de la doctora, que hasta esa fecha no se había realizado un trasplante Hepático con éxito en México y el costo de esta operación en el extranjero era de más de US $ 300,000.00. Mi esperanza de vida se murió, junto con mis anhelos y el plan de vida que con tanta ilusión me había trazado.

Al terminar la consulta la Dra. Me dio la única esperanza de ser bien atendido y mantener un nivel de vida aceptable, me dio la Dirección de Hospital de la Nutrición “Salvador Subirán” y el nombre del director de Gastroenterología, Dr. David Kershenobich medico hepatólogo de mucho renombre.

–Ve a verlo es el mejor lugar para tratar tu padecimiento en México- dijo la Dra.

Salí del consultorio con la mirada perdida, tratando de negar lo que había escuchado, pero al llegar al carro cuando me pregunto mi hermana lo que tenía, no pude contener el llanto de tanto dolor e impotencia.

Al platicarle a mi esposa y enterarse toda mi familia, insistieron en que debería escuchar una segunda opinión, así que fui a el Hospital de la Nutrición en la Ciudad de México.

Al llegar con mi esposa al Hospital, fuimos directamente al departamento de Gastroenterología con el Dr. Kershenobich, al parecer corrimos con mucha suerte, ya que nos recibió al momento y sin previa cita. -cosa que no acostumbra- Rápidamente le comente los antecedentes de mi caso y sin más, ni más dio la orden de internamiento para llevar a cabo los estudios de diagnóstico pertinentes

de manera urgente.

Realmente tuvimos mucha suerte, o de plano me encontraba en muy mal estado, ya que me entere que existen pacientes con meses en lista de espera para poder ingresar al Hospital.

Después de cuatro días de hospitalización y extensas pruebas de laboratorio, se ratificó el diagnóstico de la Dra. Dehesa. El daño Hepático era irreversible y desde ese momento quedaba en lista de espera como candidato para un trasplante Hepático. (Cirugía que nunca habían hecho en ese Hospital y que estaba en etapa de protocolo)

No fue nada fácil aceptar esta situación, se requería de disciplina en la alimentación, horarios de medicamentos y hábitos de vida saludables. Trate de llevar a cabo cada una de las indicaciones para retrasar lo más posible el daño hepático, pero llega el momento en que a cada paciente en fase Terminal se nos termina la paciencia y nos ponemos de muy mal humor y cuando digo mal humor significa realmente eso.

Nadie quiere, ni debe soportar malos tratos de las personas a quien ama, no obstante mi esposa estuvo conmigo siempre, tal vez por solidaridad o porque tiene mucha paciencia. No sé, pero le agradezco infinitamente por haberme soportado todo ese tiempo.

Durante este tiempo se inició en mí una negación a la enfermedad, me dedique a destrozar mi vida o lo que quedaba de ella, pensando que mis últimos días los debía de gozar al máximo, sin importarlo que mi familia y seres queridos sufrieran, ¡Que egoísta y que cobarde!

¿Cómo me atreví a destrozar el tiempo que pude estar con mis hijos, y dañara la mujer que amo, solo por no tener el valor suficiente de aceptar la enfermedad y buscar una Salida?

Todavía recuerdo aquellas palabras que recibí de un sacerdote jesuita que en el camino se presentó para dejarme este mensaje.

-Quien dijo que te ibas a morir es un doctor, posiblemente el muera antes que tú, pero eso ni tú, ni yo, lo decidimos, Solo Dios puede decidir eso.-

Recuerdo que un día llegue a casa, después de días de ausencia y al abrir la puerta, vi a un pequeñito de dos años corriendo hacia mí, me abrazo y me dio el beso más dulce que había recibido en años.

-Te extrañe mucho papi- Dios escogió a mi pequeño hijo para hacerme despertar del letargo y darme cuenta de que la vida se me estaba extinguiendo sin disfrutar del amor de la gente que más quiero.

Ese día permanece atesorado en mi corazón, porque fue cuando prometí luchar por mi vida, morirme en la raya si era necesario, pero no me daría por vencido, y así comencé mi Búsqueda.

Empecé por visitar todos los lugares que me recomendaban, probé todas las yerbas, visite curanderos y chamanes, fui a otros países, hasta en el espiritismo me involucre, pero créeme que el verdadero llamado me lo hizo Dios por medio de una serie de eventos, que se fueron presentando y que me llevaron a conocer a el DR. Luis Carlos Rodríguez Sancho, en el Hospital Civil la Ciudad de Guadalajara, Jalisco,

México. De quien teníamos vagas referencias de haber realizado trasplantes de hígado con éxito.

Visitamos al Dr. Luis Carlos Rodríguez, el día 10 de junio de 1999. La impresión que me dio ver entrar al consultorio a un médico joven de 35 años

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