Humanos ¿una especie exitosa?

Humanos ¿una especie exitosa?

Lic. Reinier Núñez Bazán

Hace 70,000 años los humanos eran animales insignificantes. Lo más importante que se debe saber sobre los humanos prehistóricos es que no eran importantes. Su impacto en el mundo era muy pequeño, menor que el de las medusas, los pájaros carpinteros o los abejorros. Hoy, sin embargo, los humanos controlan este planeta. ¿Cómo llegamos desde allí hasta aquí? ¿Cuál fue nuestro secreto de éxito, que nos convirtió de simios insignificantes que se ocupaban de sus propios asuntos en un rincón de África, en los gobernantes del mundo?

Con estas palabras, el profesor de historia Yuval Noah Harari comienza su plática “What explains the raise of humans?” Miles de años atrás, los primeros homínidos verdaderamente humanos, comenzaron a tener un pensamiento más elaborado. Esto propició la generación de gran cantidad de conocimiento empírico, que fue transmitido de generación en generación. Con esto el hombre comenzó a identificar patrones en la naturaleza, a los cuales les atribuyó diferentes significados. Aquellos que pudo explicar se convirtieron en los primeros indicios insipientes de ciencia, otros, de complejidad superior, pasaron a convertirse en fuente de misticismo y superstición. La imaginación humana se nutrió de mitos y relatos, agrupando al hombre bajo diferentes ideales o doctrinas, destacando ciertas figuras que se convirtieron en líderes. La modificación acertada del ambiente, haciendo uso de sus conocimientos, permitió que las poblaciones humanas dejaran de ser nómadas y se asentaran, con la agricultura y la ganadería. Pronto, las pequeñas comunidades, se hicieron más grandes y el hombre comenzó a dejar su huella en la tierra. Las primeras comunidades se hicieron dueñas de la región en que habitaban y con ello de la naturaleza en sí.  

Hoy día podemos ver como la naturaleza antropocentrista del hombre, ha propiciado que este se divida la tierra a conveniencia, valorando y explotando los recursos naturales. No existe rincón de la Tierra sin huellas humanas y ya, nuestro satélite natural, la Luna, también las tiene. El hombre ha logrado grandes hazañas, imposibles de realizar, sin el esfuerzo acumulado de millones de personas a lo largo de la historia. A este fenómeno sociocultural, el profesor Yuval Noah Harari lo denomina: “cooperación flexible en grandes números”. Este ha propiciado que el hombre alcance un dominio y desarrollo sin precedentes en ninguna otra especie, pero consigo, se han desarrollado los más catastróficos eventos en la historia. El hombre no solo ha borrado civilizaciones enteras, masacrado y esclavizado a su propia especie, también, la actividad humana, a pesar de ser geológicamente reciente, ha tenido una profunda influencia en el ambiente global. La magnitud, variedad y alcance de los cambios inducidos por humanos, que van desde transformación de la superficie terrestre, hasta cambiar la composición de la atmosfera, han llevado a la denominación de esta época como el Anthropoceno (Lewis y Maslin, 2015).

La actividad humana ha provocado grandes afectaciones al ambiente, desde cambios en los mayores ciclos biogeoquímicos de la Tierra, hasta la evolución y distribución de la vida. Por ejemplo, las acciones antropogénicas han liberado a la atmósfera 555 petagramos de carbono (1 Pg = 1015 g = 1 billón de toneladas métricas) desde 1750, incrementando el CO2 atmosférico a niveles no vistos por lo menos en 800 000 años (Ciais et al., 2013). La liberación de carbono ha ocasionado la acidificación de las aguas oceánicas, a un ritmo, quizás no excedido en los últimos 300 millones de años (IGBP, IOC y SCOR; 2013). Este manejo indiscriminado del ambiente no se limita solamente a afectaciones atmosféricas, el hombre incide directamente en el resto de formas de vida. Por ejemplo, la productividad primaria neta global parecería ser relativamente constante; sin embargo, alrededor del 25–38% de esta, ha sido destinada para uso humano, lo que reduce la cantidad disponible para millones de otras especies (Running, 2012). Esta conversión del uso de la tierra para producir alimentos, combustible, fibra y forraje, combinada con la caza y la cosecha, ha resultado en extinciones de especies de 100 a 1,000 veces más altas que las tasas basales, y probablemente constituye el comienzo de la sexta extinción masiva en la historia de la Tierra. Se estima que en los últimos 500 años la tasa de extinción de especies conocidas (80 extintas de 5570 especies vivientes en 500 años), ha superado a la presente en los previos 5 eventos de extinción masiva observados en el registro fósil (Barnosky, 2011).

Las primeras evidencias de impacto humano sobre el ambiente, se remontan al Pleistoceno. El uso del fuego constituyó, sin lugar a dudas, un gran avance para la especie humana, permitiendo la cocción de alimentos, la defensa y quizás lo más importante, extendió las horas activas del día. Además, este posibilitaba la modificación de territorios enteros mediante los incendios, lo que fue utilizado para cazar, limpiar terrenos de vegetación y eliminar depredadores y competencia. Esto quedó plasmado en el registro fósil de la época como carbón fosilizado. Las segundas evidencias, apuntan a la Extinción de la Megafauna entre 50 mil y 10 mil años atrás. Se estima que en este evento se perdieron cerca de la mitad de todas las especies de mamíferos de grandes tallas, lo que equivale al 4% de las especies. Por ejemplo, por causas antropogénicas, se estima que en esta época, África perdió el 18%, Eurasia el 36%, América del Norte el 72%, América del Sur el 83% y Australia el 88% de sus géneros de mamíferos grandes (Lorenzen et al., 2011).

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