Investigación - acción participativa
edixon22 de Octubre de 2011
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Investigación - acción participativa
José L. Moreno Pestaña
y Mª Ángeles Espadas Alcázar
Universidad de Jaén
>>> ficha técnica
Las relaciones entre dirigentes y dirigidos en los movimientos de emancipación popular se han representado de muy diferentes formas. Entre la "sequedad" del Lenin de ¿Qué hacer?, declarando que la conciencia revolucionaria sólo podría ser introducida desde el exterior a unos trabajadores instintivamente conciliadores, y la "calidez" de unos movimientos alternativos que vieron en el establecimiento de una vanguardia dirigente los fermentos de una nueva relación de dominación, la disputa, en diferentes versiones, nunca se ha dirimido. Ni el autoproclamado vanguardismo (lejos por otra parte del primer bolchevismo) ni el espontaneísmo que atribuye potencial suficiente al saber explícito de los explotados sobre su condición, han resultado jamás satisfactorios. A mitad de camino entre las exigencias del saber teórico y las enseñanzas de la movilización popular, la investigación-acción participativa propone una nueva aportación al problema de cómo el saber puede proporcionar poder a los que carecen de él sin injertar durante el proceso nuevas relaciones de sojuzgamiento. Lo hace desde ámbitos específicos, relacionados todos con lo que podríamos abreviar como el problema de una pedagogía que persiga la destrucción de los roles iniciales entre el enseñante y enseñado (desde la educación al Trabajo Social, pasando por la acción política). La investigación-acción participativa persigue el modo de eliminar los privilegios del maestro o el dirigente sin desperdiciar por el camino el capital de autoridad racional sobre la que hacía descansar parte de su preeminencia. Procederemos, primero, a ofrecer algunos rasgos de su amplia base filosófica para ofrecer a continuación un esbozo de ciertas fases que articulan su metodología. Dado que la investigación-acción participativa no pretende ofrecer tecnologías que produzcan resultados automáticos, debido a que somete a una crítica radical las implicaciones epistemológicas y éticas de la concepción del espacio de intervención como escenario de un proyecto de amaestramiento, dichas fases destacan por estar sobrecargadas teóricamente de precauciones. Derivan éstas de un magma filosófico que permite a los teóricos de la investigación-acción participativa incorporar una notable y nada común autoconciencia epistémica.
a.- Concepto
No resulta sencillo delimitar el concepto de investigación-acción participativa (IAP). La investigación-acción en su primitiva delimitación por Kurt Lewin remitía a un proceso continuo en espiral por el que se analizaban los hechos y conceptualizaban los problemas, se planificaban y ejecutaban las acciones pertinentes y se pasaba a un nuevo proceso de conceptualización. La manera en que Lewin concebía ese proceso estaba aún cargada de supuestos elitistas y de concepciones del cambio social alucinadas con la eficacia de la acción instrumental (Carr, Kemmis, 1988: 175-177). Por su parte, los profesores Lourdes Merino y Enrique Raya proponen establecer diferencias entre investigación-acción e investigación-acción participativa, situando a la primera como una aplicación del método científico a un problema con voluntad praxeológica y con cierta participación de los afectados (Merino, Raya, 1993: 5). La IAP aparecería entonces como un tipo de investigación-acción que, incorporando los presupuestos de la epistemología crítica, organiza el análisis y la intervención como una pedagogía constructiva de disolución de los privilegios del proceso de investigación como punto de partida para un cambio social de alcance indeterminable. Esa búsqueda del conocimiento se caracteriza por ser colectiva, por proporcionar resultados cuya utilización y gobierno corresponde a los propios implicados, que deben haber determinado el proceso de conocimiento a la vez que experimentado en el mismo un proceso de maduración colectiva (De Miguel, 1993, 97-101). Por otra parte, y esta cuestión es central, los iniciadores de la IAP se previenen contra su propio poder concibiéndose "como participantes y aprendices en el proceso, aportando sus conocimientos y convirtiéndose también en objeto de análisis" (IOE, 1993: 69). Los investigadores entran así en un proceso en que la objetivación de sí mismos, en una suerte de inagotable sociología del conocimiento, se convierte en testigo de la calidad emancipatoria de su actuación (Rahman, 1991: 34).
b.- Presupuestos epistémicos
Los teóricos de la Investigación-acción participativa se reclaman de una múltiple inspiración teórica: Marx y Freud, Gramsci y Dewey, Habermas y Foucault, Jesús Ibáñez y T. Kuhn, Edgar Morin y Paulo Freire, Kurt Lewin y Orlando Fals Borda. No podemos realizar una selección de las aportaciones de éstos, ni sería muy útil en una entrada de este tipo. En lo que sigue intentaremos delinear los supuestos epistemológicos que nutren la investigación-acción participativa desde determinados radicales básicos.
Relación sujeto-objeto
La IAP reniega de la separación sujeto-objeto tal como ha sido planteada en la teoría tradicional del conocimiento por razones tanto epistémicas como ético-políticas. Respecto a lo primero la mayoría de los teóricos rubrican, sin duda, con la reciente filosofía de la ciencia, la tesis de que la conciencia del investigador forma parte del sistema experimental, y, con Sartre (1960: 46-50), que la conciencia únicamente puede adquirir nuevas perspectivas si es capaz de embarcarse en una praxis diferente. Una realidad social de opresión no sólo es imposible de captar desde una objetividad pura, sino que el proceso de aprehensión de la misma se desarrollará en una u otra dirección en función de la práctica social en que la conciencia se encabalga confirmándola y/o transformándola. Es imposible, por ejemplo, desvelar el carácter alienante de la educación tradicional sin embarcarse en una práctica alternativa que pruebe la posibilidad de otros procesos de aprendizaje por el camino en que se transforma el anterior.
Toma de conciencia
Estrictamente relacionado con lo que acabamos de exponer se encuentra el problema de la toma de conciencia. Toda teoría de la concientización se apoya, de algún modo, en una teoría marxista de la ideología y, por tanto, en la posibilidad de configurar una representación del mundo verdadera frente a otra falsificada. La mayoría de los teóricos de la investigación remiten a la teoría de los intereses del conocimiento establecida por Jürgen Habermas. Para el autor de Conocimiento e interés existen un tipo de ciencias dirigidas por un interés de emancipación. Mientras las ciencias empírico-analíticas construyen el mundo como unidad legaliforme desde el que organizar su sometimiento y las ciencias histórico-hermenéuticas como un espacio simbólicamente dotado de sentido dialógicamente asimilable, las ciencias sociales críticas median ambos paradigmas mediante la utilización de la autorreflexión. Por un lado, conciben la existencia de determinaciones sociales que actúan con fuerza de ley, por otro, sitúan en las condiciones iniciales que hacen posibles semejantes regularidades la conciencia oscurecida como el conductor fundamental del determinismo. Al establecer las condiciones iniciales de las leyes sociales como espacio de coacción inconsciente, Habermas sitúa la autorreflexión sobre lo que nos constituye como previo necesario de un cambio social, que aún puede abortarse por el miedo derivado de la amenaza directa de violencia.
Este interés autorreflexivo puede ser interpretado como una nueva rehabilitación del sueño hegeliano y lukacsiano de un lugar epistemológico absoluto como guía para la IAP. Semejante peligro ha sido eliminado por alguno de sus más capaces defensores por el énfasis, no en el sueño de una transparencia completa, sino en el valor formativo de un proceso autorreflexivo inacabable: "encontrar la belleza de la artesanía popular en la construcción participada en las ciencias sociales. Es decir, no en el resultado final, pulido y perfeccionista, sino en la textura y el pulso, que muestran la viveza del proceso, su práctica"(Villasante, 1993 : 25).
Participación
La participación ha sido propuesta por teóricos de las ciencias humanas como mecanismo de prevención y difuminación de los conflictos sociales. Desde la psicología "humanista" de los 50 a la nueva empresa toyotista, la participación consiste en la incorporación activa de los implicados a un proyecto cuya dirección estratégica se encuentra definida de antemano.
Desde la IAP se considera ésto un simulacro de la verdadera participación (Gianoten, de Wit, 1991: 95). La participación no puede confundirse con una simple preocupación por encontrar el apoyo reflexivo de los implicados para los objetivos de conocimiento e intervención delineados por un dispositivo exterior a ellos. La IAP tiene cuidado de diferenciarse de todas aquellas llamadas a la participación basadas en la asimilación acrítica de un marco global de partida con el que se propone compromiso. La participación que reclama la IAP no es simple movilización, sino recapitulación sobre el conjunto de procesos que condicionan la vida social de un colectivo determinado con el objetivo de acometer una eventual modificación de los mismos.
Por supuesto, esto supone una específica relación entre los dirigentes y los dirigidos. En la IAP los dirigentes tienen (a la manera del Estado revolucionario
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