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La Bravata De La ética En El Nuevo Mundo


Enviado por   •  15 de Junio de 2015  •  1.840 Palabras (8 Páginas)  •  159 Visitas

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Si nos planteamos la trascendencia de los valores éticos en la era moderna podemos advertir, sin grandes dificultades que nos estamos enfrentando a una dificultad de crisis de valores y que la misma está afectando, especialmente, a los sectores más jóvenes de la población. Más allá del tópico, la crisis de valores oprime a la sociedad de nuestro tiempo y, por tanto, deberíamos preguntarnos cuáles son las medidas que deben aplicarse para evitar, que de extender esta tendencia, se produzcan perjuicios irreparables en las conductas éticas y solidarias que se requieren de cualquier sociedad civilizada.

Si nos cuestionamos qué aspiramos decir con la exploración y la vivencia de valores de carácter ético habrá que tomar en cuenta que la ética elucubra a la moral, partiendo de la base de que etimológicamente lo ético se relaciona con la moral y con lo relativo al carácter y, a su vez, moral se relaciona con hábito o manera de vivir. Estas raíces etimológicas nos están dando la pauta de que los valores éticos generan hábitos y conductas acordes con la virtud. En definitiva, lograr, como decían los griegos clásicos, lo que es bueno, lo que es justo y hasta lo que es bello, ya que lo que es bueno y justo debería ser por naturaleza bello.

Parece evidente que si los sucesos de la historia van haciendo de las costumbres figuras de comportamiento que fluctúan según los lugares y los tiempos irán naciendo criterios morales y éticos que también pueden resultar variables determinadas por las circunstancias geográficas o temporales; así lo que pudiese interpretarse como inmoral en el siglo diecinueve no lo es en el siglo veintiuno.

Sin embargo, la humanidad reclama normas éticas que no se encuentren sometidas a los ires y venires de las costumbres. Esto nos sugiere la idea de que puedan catalogarse ciertos comportamientos humanos que no deberían estar sujetos a las modas o tendencias de cada época y, de este modo, podríamos hablar de una moral temporal, más vinculada a las costumbres y de una moral atemporal más vinculada a las esencias de la naturaleza humana en el marco de una ética atemporal y de carácter universal.

Esta diferenciación nos permitiría especular sobre la idea de que el vocablo moral estaría condicionado conceptualmente a lo permutable mientras que el vocablo ética podría conceptualizarse como más afín a aquello que permanece inmutable, a aquello se relacionara con la dignidad del hombre.

De tal modo, podríamos avanzar en nuestra reflexión apuntando la necesidad de diferenciar entre las costumbres sujetas a lo transitorio y voluble, más acorde con los llamados criterios morales, y los comportamientos basados en la ética que no deberían estar sujetos a las modalidades de espacio y tiempo, sino que deberían permanecer inalterables como custodios de la naturaleza humana.

El siglo veintiuno, todavía deficitario del siglo pasado no ha encontrado, aún, como es lógico en la dinámica de la historia, sus propios condicionantes y depende de las costumbres elaboradas en el siglo veinte. Sin embargo, el siglo pasado no es un momento de la historia que pueda enorgullecer a la raza humana dado que en él se han conjugado los crímenes más atroces contra la humanidad por razón de raza, credo o color.

Los avances tecnológicos experimentados durante el siglo veinte no han sabido encontrar un punto de referencia que enaltezca a los seres humanos, sino que, por el contrario, ha resultado altamente desmoralizador ya que ha arrancado de cuajo los valores esenciales de la condición humana arrastrando a la sociedad contemporánea a una carrera desmedida por el consumismo material y a una lucha de todos contra todos.

El modelo tecnológico de la modernidad ha ahondado los cimientos de la conciencia humana a tal punto que el desarrollo tecnológico ha hundido a la humanidad en el desconcierto y la incertidumbre de no saber cuál es el rumbo que debe tomar ya que ha apoyado sus valores en lo efímero. La sociedad consumista de nuestros días se afirma en el desarrollo de la ciencia y la tecnología para someter a los ciudadanos al cambio de instrumentos y aparatos que constantemente van innovando pequeñas mejoras por lo cual, por señalar algunos ejemplos al uso, un teléfono móvil no debe durar más de seis meses, un televisor más de dos años o nuestra ropa más de tres, llegando a preguntarnos será que esta sociedad de consumo nos llevara a determinar el tiempo de uso de una persona, claro ejemplo de ello lo vemos en los diferentes estatutos y reformas laborales que cada vez hacen más prolongado y arduo el camino para adquirir una pensión y más ínfimo el tiempo en que se nos considera “laboralmente competentes”.

Si a ello unimos la dinámica social de la red Internet podemos agregar un factor más de fugacidad pues si bien las comunicaciones se han visto favorecidas por la red hay que reconocer, también, que se trata de un factor de alteración social que puede llegar a perturbar los comportamientos humanos generando, por ejemplo, redes de pedofilia, de comunicaciones terroristas, de venta de productos falsos, de redes de delincuencia, o agresiones personales a la imagen de personas o instituciones con la mayor impunidad y bajo el slogan de “es que lo dice google”, esa nueva Biblia de nuestro tiempo.

Se ha dicho que el siglo veintiuno se enmarca en la era de la globalización. En efecto, este fenómeno de carácter universal ha perturbado por completo los esquemas de comportamiento de la sociedad de nuestro tiempo. Se trata de un fenómeno complejo de difícil definición que abarca un proceso con diferentes aristas de comportamientos

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