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La Mayeutica


Enviado por   •  24 de Marzo de 2015  •  4.622 Palabras (19 Páginas)  •  269 Visitas

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MAYÉUTICA

El primer paso que se debe dar para poder entender el significado del término mayéutica que ahora nos ocupa es proceder a determinar su origen etimológico. Al hacerlo descubriremos que emana del griego, en concreto del vocablo “maietikos” que puede traducirse como “ayudante en parto”.

La mayéutica es un método o una técnica que consiste en realizar preguntas a una persona hasta que ésta descubra conceptos que estaban latentes u ocultos en su mente. El cuestionario es desarrollado por un maestro que debe encargarse, con sus preguntas, de guiar a su discípulo hacia el conocimiento no conceptualizado.

La técnica de la mayéutica presupone que la verdad se encuentra oculta en la mente de cada persona. A través de la dialéctica, el propio individuo va desarrollando nuevos conceptos a partir de sus respuestas.

Por lo general, la mayéutica es atribuida a Sócrates e incluso se la nombra como método socrático. Algunos expertos, sin embargo, diferencian entre la mayéutica y el método socrático, ya que sostienen que éste estaba basado en la ironía y en demostrar al interlocutor que aquello que creía conocer, en realidad, se sustentaba en prejuicios.

El origen etimológico de la mayéutica se remonta a la lengua griega y está vinculado a la obstetricia, la disciplina que ayuda en el nacimiento. Sócrates orientó el concepto hacia la filosofía ya que la mayéutica ayuda en el nacimiento pero no de un bebé, sino que de un ser pensante.

En concreto, estos son los pasos que se debe llevar a cabo en todo proceso de mayéutica:

• Lo primero, es proceder a plantear una cuestión al alumno.

• Acto seguido, aquel dará una respuesta que el maestro se encargará de poner en duda o simplemente de debatir.

• De esta manera, tendrá lugar la creación de una auténtica discusión sobre el tema en torno al cual giraba la pregunta efectuada en un primer momento. El objetivo de este diálogo es hacer que el alumno dude de su propio planteamiento. Se sentirá incómodo e incluso confundido porque lo que antes tenía muy claro, ahora lo tiene en duda y no sabe cómo defenderlo realmente.

• A partir de esta situación que se genera, lo que se produce es que el alumno, de manos del maestro, podrá llegar no sólo a una conclusión sino también al conocimiento de valores y verdades generales pero fundamentales para el crecimiento y enriquecimiento interior del ser humano.

De esta manera, queda patente la clara diferencia que existía entre las enseñanzas de los sofistas y la de Sócrates. Y es que, mientras que en las primeras los maestros realizaban exposiciones para que los alumnos aprendieran, el filósofo lo que pretendía era que sus “discípulos” consiguieran el conocimiento por sí mismo mediante la ayuda individualizada de aquel.

La idea de la mayéutica puede trasladarse al sistema educativo cuando se entiende que el conocimiento se construye de manera colaborativa. El docente no debe dar respuestas al alumno, sino sembrar dudas e inquietudes que lo lleven a pensar y a reflexionar hasta generar sus propias nociones. El maestro, por lo tanto, debe dialogar con el estudiante y ayudarlo a encontrar respuestas en sus análisis.

Se cuenta que una voz interior, una especie de daimon (o duende que sirve de enlace entre el mundo divino y el humano), fue el que llevó a Sócrates (470-399 A. de Cristo) a erigirse en formador intelectual y moral de las calles atenienses. Su intención era poner a prueba a la razón humana, descubrir cuál era su alcance y determinar hasta dónde nos conduce. Para ello hacía uso de una incansable batería de preguntas e interrogaciones a los buenos ciudadanos de Atenas, cuestionándoles acerca de la virtud y el conocimiento.

Sócrates, un tanto harto del relativismo gnoseológico y ético de los sofistas, y confiado en las posibilidades de la razón (aunque al mismo tiempo consciente de sus posibles limitaciones), quería sentar firmemente la raíz de un conocimiento verdadero y una conducta ética adecuada. En otro momento, quizá, nos centraremos en este último punto, así como la noción socrática de Dios; ahora nos dedicaremos a su método de conocimiento, y en concreto, a la mayéutica.

El método socrático procede, en base a una serie de preguntas y respuestas, a hallar definiciones que puedan considerarse universales, más allá de las opiniones (dóxai) de los sofistas, definiciones que perduren y sean por todos aceptadas. El procedimiento parte de los casos concretos de la experiencia; a continuación se detecta en dichos casos algunos puntos o aspectos similares en todos ellos, para finalmente extraerlos y reunirlos bajo la forma de un concepto. Este concepto, que pretende ser universalmente válido, determina lo que son las cosas, un saber permanente acerca de las mismas. Por ejemplo, si conseguimos obtener una definición universal de justicia, entonces dispondríamos de un concepto seguro y fiable que sirviera tanto para juzgar actos individuales como decisiones y códigos morales de otros lugares y Estados.

Para lograr este concepto universal se precisa de una larga conversación y discusión entre hombres (la dialéctica), porque esta dialéctica es la que nos brinda qué hay de común en los pensamientos variopintos de las distintas personas. Partiendo de unas nociones más bastas de lo que pretendemos saber (por ejemplo la definición de bien, virtud, etc.) nos acercamos lentamente hasta otra mejor. Dado que este razonamiento parte de los ejemplos concretos de nuestra experiencia y se eleva hasta lo universal, desde lo menos hasta lo más perfecto, este tipo de proceder socrático suele denominarse razonamiento inductivo.

Según Sócrates, por lo tanto, la tarea de la dialéctica (y, por extensión, de la ciencia) es alcanzar los conceptos generales por medio de comparación entre hechos particulares. El procedimiento aboga, en definitiva, por llevar al sujeto al descubrimiento de la verdad, una verdad interna, que sale a la luz (mayéutica) gracias a una inteligente sucesión de preguntas y respuestas. Dice Sócrates, según Platón, en el Teeteto (150): “Lo mejor del arte que practico es, sin embargo, que permite saber si lo que engendra la reflexión del joven es una apariencia engañosa o un fruto verdadero”. Pero Sócrates no afirma nada, sino tan sólo interroga, pues Sócrates se confiesa ignorante (su famosa cita sobre el saber...). La intención, más incluso que alcanzar un saber determinado, es liberar al sujeto de una situación en la que él cree saber pero que, en realidad, no es así. Sócrates no enseña nada, sino que extrae del interior de cada uno de nosotros los conocimientos para, así, poder juzgar

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