La Mujer En El Medioevo

Ser bella, de buen linaje, de buenas costumbres, y buena salud, se supone, son las cualidades esenciales de una reina medieval; digo “se supone” ya que esas condiciones no siempre se cumplen, pues, aparte del buen linaje, las otras cualidades son difíciles de conocer a la temprana edad a la que las princesas se convierten en esposas de reyes. El papel de la reina se reduce a ser madre de los hijos del rey y asegurarle un heredero legítimo.

En cuanto a la mujer como tal, los clérigos son los únicos que controlan la cultura en un mundo donde muy pocos saben leer y escribir. El acceso a la educación está vetado a las mujeres y somos consideradas para la iglesia como un “ser endeble y defectuoso” como lo dijo Santo Tomás de Aquino. Error que es demostrado por nosotras mismas.

Curiosamente, y a pesar de la actitud hostil frente a nosotras, fue precisamente dentro de la iglesia donde algunas mujeres lograron la consideración social que nos es negada fuera de ella. Muchas son santificadas, lo cual las convierte en ejemplo a seguir dentro de la comunidad cristiana por su piedad o insistencia en propagar la fe a través de sus obras o peregrinaciones.

El ideal de la mujer virtuosa que dedica su vida a Dios es el tema central de numerosos sermones. No todas eligen la vida conventual por vocación religiosa. Muchas lo hacen para huir de matrimonios pactados o son ingresadas por sus padres en un monasterio, lo cual aumenta su prestigio familiar.

El respeto hacia las mujeres que se dedicaban a la vida religiosa es muy alto, pero lógicamente, las mujeres que ejercemos el poder de una forma más directa en estos días somos nosotras, las reinas.

Sin embargo, fue impedido nuestro acceso al trono, y muchas veces nuestro poder ha sido menospreciado, por lo tanto, dicho poder que es asignado por nosotras mismas o por herencias a falta de un hijo varón del rey, muchas veces no puede ser ejercido como tal.

Lastimosamente, en estos días, las mujeres somos dependientes de nuestro padre o nuestro marido. Sin embargo, esta sumisión no siempre es igual de aplastante: a tiempos somos elevadas y respetadas; a tiempos degradadas y privadas de nuestras libertades.

Es gratificante ver que, a pesar del poco poder que tenemos en la sociedad, hay mujeres que luchan con valentía para demostrar que somos igual de capaces que los hombres para ejercer cualquier labor, desde una campesina, hasta un cargo político o militar, y deseo ansiosamente que cada vez sean más las mujeres que tengan la osadía de hacerlo.

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