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La cucaracha de Kafka


Enviado por   •  13 de Julio de 2018  •  Ensayos  •  1.394 Palabras (6 Páginas)  •  140 Visitas

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La cucaracha de Kafka

Alumna: Rosario Olivares

 Profesora: Alejandra Hales

 Asignatura: Artes culinarias escritas

 Fecha: 9/09/15


“Cuando una mañana Gregor Samsa se despertó de un sueño lleno de pesadillas se encontró en su cama convertido en un bicho enorme”(Kafka, 2009, p. 1).

La cucaracha de Kafka representa como bien dice el título de su libro, una metamorfosis.

En el caso de la creación literaria más conocida del ya mencionado autor, la metamorfosis se produce en un hombre quien día a día ve como su cuerpo se transforma hasta finalmente acabar convertido en una repugnante cucaracha.

 Es menester mencionar que no pretendo con este nombre, asustar, o despistar al lector y mucho menos dar el adjetivo de repugnante a ninguno de los temas que se trataran; al contrario me pareció un título altamente atractivo que cumplirá con la finalidad de atraer la atención de quien tenga la suerte (o la desgracia) de toparse con en este escrito, el cual hablará sobre la metamorfosis que ha sufrido la cocina a lo largo del tiempo y como este cambio produce a su vez una transformación en el hombre.

En el presente trabajo trataremos de (I) el hambre como elemento esencial del hombre, (II) de la cocina como elemento civilizador y (III) de la interconexión existente entre la alimentación y las clases sociales a lo largo de la historia. En definitiva, veremos como el hombre y la cocina paulatinamente han ido transformándose en esta enorme cucaracha.

  1. Freud y el hambre

Desde sus inicios el hombre se ha movido por el instinto de comer. El apetito es de tal relevancia que el hambre, y consecuentemente su correlativa necesidad de satisfacerla, es declarada por Freud como una de las pulsiones primarias del ser humano; como bien dice Neu (1996, p. 323):

“Freud mantiene que hay dos clases de pulsiones cuya oposición está en la raíz del conflicto psicodinámico: una es la pulsión sexual, o libido; la otra es el conjunto de pulsiones del yo, preocupadas por la supervivencia del organismo, de las cuales el ejemplo más claro es el hambre”.

Una pulsión es un impulso de auto conservación que se encuentra en el ello. Es decir, se encuentra en lo más básico de nuestras ser y desde que nacemos tenemos por finalidad primordial satisfacerla, a tal punto que seríamos capaces de vencer cualquier obstáculo para saciarla. Es por esto que no es raro escuchar a un bebe recién nacido llorar por hambre, sin importar la hora.

Esto se ha manifestado en la humanidad a largo de toda la historia. En un principio el hombre primitivo cazaba y recolectaba frutos para poder sobrevivir. Si bien esto ya no es así en los tiempos actuales, podemos ver que de igual manera aún nos movemos por este instinto. En todas las grandes ceremonia podemos ver que la comida es un elemento central; por ejemplo algo que define si una matrimonio estuvo bueno o malo es la calidad del servicio de banquetearía que hubo; lo mismo sucede en los cumpleaños.

Por lo tanto podemos ver que la comida se ha mantenido como un elemento esencial de nuestras vidas a lo largo de la historia. Seguimos teniendo hambre y seguimos comiendo para satisfacerla. Pero de inmediato nos damos cuenta de que no continuamos comportándonos de igual manera que nuestros ancestros. Si tenemos hambre no vamos a salir a cazar para comer. No; probablemente iremos al supermercado a comprar algo.

  1. La cocina merece el lugar que ocupa

Lo anterior deja de manifiesto que si bien el hambre sigue, hay muchas cosas que han cambiado a su alrededor. Lo primero que podemos observar es que ha habido una evolución en las técnicas de preparación de la comida. Ésta ya no se come cruda, sino que, a partir descubrimiento del fuego, se le da un método de cocción.

El problema que se generó para el hombre primitivo fue el de cómo conseguir el fuego. En un principio éste se dio de manera accidental, “provocados por el rayo o por el calor excesivo” (Bottéro, 2005, p. 80), es por esto, dado que “no podían tomarlo de estas manifestaciones devastadoras, debían contentarse con conservarlo, recogiendo con la «la pala» […] brasas de una combustión anterior” (Bottéro, 2005, pp. 80–81).

Más aun, tenemos que “el fuego socializó el acto de comer, convirtiéndolo en una actividad que practicaban en un lugar fijo y a una hora fija una comunidad de comensales. Anteriormente, podemos colegir sin temor a equivocarnos, había pocos incentivos para comer en comunidad” (Fernández-Armesto, 2004, p. 32). Sin embargo, el elemento socializador era la cocina más que el fuego, ya que la razón principal para reunirse era la necesidad de cocinar en conjunto (había un solo fuego, por lo que todos debían cocinar juntos), pasando así la hoguera a segundo plano.

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