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La “de los parques”, la “bonita”, hoy es otra cosa


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2011  •  387 Palabras (2 Páginas)  •  614 Visitas

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La “de los parques”, la “bonita”, hoy es otra cosa. Hablemos solo de usos y costumbres. Ni una palabra sobre política, liderazgo, obras eternas, puentes inacabados, crisis social. Bucaramanga es hoy para un visitante no conocedor del pasado colonial, republicano y moderno de esta ciudad, un poblado caótico, degradado, inculto.

La 33 y la 27 que alojaban casas comerciales prósperas, con historia y porvenir, en hermosas casonas de arquitectura de época, ha sido reemplazada por ventorrillos de comercio de temporada, ventas de “minutos”, empanadas y otras mercancías del día, como en cualquier población de carretera, que ve pasar buses intermunicipales cargados de compradores efímeros sin intención de establecerse y sembrar futuro. La industria y el comercio de activos perdurables ha sido reemplazada por mercachifles fugaces, de oportunidad. La economía del diario. Grandes locales convertidos en ratoneras de 3 x 2 metros, desesperanzadas, sin ambición. También han caído las casonas de Sotomayor, Bolarquí y otros sectores residenciales, que contaban la historia de una raza industriosa, pujante y arraigada que le dejó la aldea a trashumantes venidos de afuera, albergados en infames apartamentos, que vienen a pescar en río revuelto.

Esa es la escenografía, ahora los protagonistas. Las ciudades, todas, recogen el desplazamiento y la marginalidad de las comarcas circundantes y lo convierten en fuerza de trabajo, clase obrera. Pero Bucaramanga es más ciudad albergue que ciudad industria. La población se degradó; el bumangués limpio y sobriamente ataviado que jamás usaría calzones cortos y chancletas para salir a la calle entre semana, cede el paso a un individuo de ningún lugar, afecto al vallenato y la ranchera como única cultura conocida, acicalado con anteojos de sol, camisetas con marcas visibles y otras singularidades del típico dominicano de Queens, soez y atrabiliario, ignorante de la historia del departamento y su idiosincrasia, convencido de que debe reemplazar “poner” por “colocar” y “oír” por “escuchar”. Ese uso estridente e inculto de “colocar” para referirse a lo que se pone un escrito, a lo que se pone para vestirse, al negocio que se pone, a lo que se pone en escena, al acto de poner en funcionamiento la televisión o la radio y tantos más legítimos “poner”, vulgar y descastadamente sustituidos por “colocar”, habla de nuestro retroceso cultural, nuestro complejo de identidad. Con entrañable dolor de bumangués, digo que estamos hoy ante la “ciudad chancleta”.

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