ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La trascendencia del ser en busca de la felicidad


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2021  •  Síntesis  •  1.645 Palabras (7 Páginas)  •  89 Visitas

Página 1 de 7

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso [pic 1]

Antropología Cristiana

ICR 010-16

Profesor: Jean Paul Martínez

Estudiante: Silviya Rabinovitch

 La trascendencia del ser en busca de la felicidad

El concepto de trascendencia ha sido transversal a lo largo de toda la historia del hombre, haciéndose preguntas sobre el mundo y sobre sí mismo. Es por ello que en este ensayo daré a conocer mi punto de vista sobre la trascendencia, y cómo influye en la búsqueda de la felicidad, a través de nuestra vida.

Para entender qué es la trascendencia, lo primero es definirla. Trascender, procedente de de trans = más allá, y scando = escalar, significa pasar de un ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. Desde un punto de vista filosófico, el concepto de trascendencia apunta a la idea de superación o superioridad. En la tradición filosófica occidental, la trascendencia supone un «más allá» del punto de referencia. Trascender significa la acción de «sobresalir», de pasar de «dentro» a «fuera» de un determinado ámbito, superando su limitación o clausura. Ahora bien, esta es una definición bastante general sobre lo que trascendencia significa, pero me gustaría abordarla desde el punto de vista que tenía Aristóteles sobre ella.

Aristóteles plantea una visión de trascendencia bastante teleológica, es decir, buscar el fin de las cosas; la finalidad del hombre en la tierra, trascendiendo al tiempo finito. Entonces, parte del principio de que toda actividad humana, toda obra y toda elección apuntan al bien, de forma que el bien ha de ser definido como aquello a que tienden todas las cosas. Hacer el bien, entonces, corresponde a la recta razón, que define Aristóteles en su libro Ética a Nicómano: “La recta razón es la que endereza las cosas al fin perfecto, y obrar conforme a recta razón es lo que se requiere para alcanzar el fin”.

Hay ciertos conceptos claves que ayudan a entender esta finalidad del hombre, que es la búsqueda del bien, que posteriormente lleva a la felicidad. El primer concepto es Eudaimonía o plenitud del ser, que proviene del griego que traducida significa “felicidad”. Aristóteles propone que esta felicidad se da a través del ejercicio virtuoso de lo específicamente humano, es decir, la recta razón, ya antes mencionada. Popularmente, este término se ha entendido como un estado de la mente y alma, relacionado con la alegría o al placer. Para Aristóteles, el fin último que persigue el hombre en la tierra es la eudaimonía, es decir, la felicidad, entendida como la plenitud máxima del ser.

El problema central del hombre sucede cuando cree alcanzar la felicidad con riquezas, honores o fama; que es solo materialismo y superposición de un “yo” por sobre un “otro”. Esto es lo que supuestamente produce placer para el alma y cuerpo. Pero, Aristóteles concluye diciendo que no se alcanza la felicidad mediante ninguno de los caminos mencionados, sino mediante la práctica de la virtud. El segundo concepto, entonces, es la virtud, que Aristóteles define como la excelencia  (areté), que corresponde a la acción. De esta forma la virtud es la acción más apropiada a la naturaleza de cada ser; el acto más conforme con su esencia. Esta acción propia de cada ser, es también el bien propio de cada ser. En el hombre, por tanto, la virtud es la excelencia de su parte esencial que es el alma.  

Ahora bien, habiendo dos partes en el alma, así también habrá dos tipos de virtudes. Las virtudes éticas, correspondientes a la parte irracional del alma, tales como la fortaleza, la templanza, la justicia, y las virtudes dianoéticas, correspondientes a la parte racional del alma, tales como la inteligencia (sabiduría) y la prudencia. Pero la parte irracional del alma debe seguir los dictados de la parte racional, para luego así, responder al comportamiento guiado por la parte racional del alma.

En el libro ya antes mencionado, Aristóteles define la virtud ética como “una disposición adquirida de la voluntad, consistente en un justo medio relativo a nosotros, el cual está determinado por la regulación recta y tal como lo determinaría el hombre prudente”. Por lo tanto, la virtud ética forma parte de un hábito, que no nace con uno mismo, si no que se construye y se entrena. Las pasiones juegan un rol importante en una vida virtuosa, ya que muchas veces, dichas pasiones impiden y funcionan como obstáculo para llevar a cabo la virtud, y hacer lo que es mejor.  La virtud, por tanto, es la racionalización de la parte irracional del alma, su “domesticación”. Pero siendo el criterio la elaboración de una «regla recta», cabe decir que la racionalidad a la que apela Aristóteles aquí es una racionalidad prudencial.

Nos preguntamos entonces a modo de resumen: ¿Qué bien es el objeto de todos los fines? Toda actividad apunta hacia un bien, entonces la felicidad debe de ser también un bien. Pero no solo debe ser un simple bien, sino el bien al cual todos los demás bienes se dirigen. Se puede buscar este bien en diversas cosas, pero al final la verdad es el único bien delante del cual los demás bienes parecen incompletos. Si no hay un bien final y alcanzable, entonces es irracional la naturaleza del hombre, que busca por naturaleza un bien. El no tener un bien final que se llama felicidad negaría la naturaleza, llevando al absurdo. Ahora bien, esta felicidad se compone de la vivencia de las virtudes y de una vida completa; la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud completa.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (9.8 Kb)   pdf (107.6 Kb)   docx (55.3 Kb)  
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com