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La vida, el tiempo y la muerte


Enviado por   •  15 de Abril de 2021  •  Ensayos  •  2.220 Palabras (9 Páginas)  •  93 Visitas

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Categoría en la que participa: Categoría A

Nombre del participante: Rios Escamilla Yuliana Berenice

Fecha de nacimiento: 23 de Noviembre del 2005

Teléfono: 5547972822

Correo electrónico: yulirios102@gmail.com

Nombre de la escuela: Centro de bachillerato tecnológico industrial y de servicio No. 5 Vicente Ordoñez Rangel.

Dirección de la escuela: Av.: Luis Echeverria s/n. Col. Chililiapa. Zacualtipán de Ángeles Hidalgo. C.P. 43200

Ficha bibliográfica de la obra: Fanny Blanck Cereijido. La vida, el tiempo y la muerte. La vida, el tiempo y la muerte. FDP.  México. 1988. 137 paginas.


 La vida, el tiempo y la muerte.

Este libro trata de la vida, de la mente, del tiempo, de la estructura de la realidad, y de la muerte. Pero como nos proponemos presentar una imagen de la vida, del tiempo y de la muerte, hasta desembocar en nuestra propia visión de esos conceptos, nos veremos obligados a considerar dichos temas en los distintos capítulos.

I. Emergencia de la vida. En el siglo pasado los científicos comenzaron a explicar que la enorme complejidad el mundo biológico, es el producto de una evolución, en un proceso por el cual las moléculas del planeta se fueron asociando e interactuando en reacciones que dieron origen a organismos muy simples, que luego fueron asociando e interactuando en reacciones que dieron origen a organismos muy simples, que luego fueron cambiando y diversificándose hasta generar culebras, higueras, eucaliptos y hombres. A mediados del siglo pasado, las maquinas que habían llegado a una difusión y a un orden de complejidad muy grandes, comenzaron a competir entre si en rendimiento. Los dictados de la termodinámica fueron condensándose paulatinamente en un par de principios que ninguna explicación de los procesos físicos naturales o artificiales que ocurren a escala terrestre debe ignorar. El universo dejo de ser considerado  como un enorme cumulo de materia suspendida en el vacío, funcionando eternamente en la misma forma y paso a ser entendido como algo que iba cambiando, se iba gastando, iba envejeciendo.

II. La emergencia de la idea del tiempo. El cerebro no es un órgano del pensamiento, si no un órgano de la sobrevivencia, como las zarpas y los colmillos. Esta hecho de tal forma que nos hace aceptar como verdad cosas que solo son ventajas. El hombre tiene una paupérrima idea acerca de cómo funciona el cerebro, de que es el pensamiento, de cuál es la relación entre mente y realidad.  A pesar de esas ignorancias ya hace muchísimos siglos que se lanzó a afirmar. Es común encontrarse con gente que afirma que el sentido del dolor, el tiempo, y todas las facultades mentales que poseen los seres humanos interrumpieron de pronto un buen día, cuando el hombre hizo su aparición en el planeta; ignoran que el cerebro humano es el producto de largas edades evolutivas. Los animales son capaces de establecer relaciones muy sutiles con el tiempo. La superficie terrestre, ya que con su biosfera a toda orquesta, cambia su aspecto dependiendo de la hora del día: se puebla con diferentes especies de animales que emergen de sus madrigueras con regularidad  cronométrica para retomar a ellas a cabo de varias horas y según de la época del año, todo el paisaje cambia, pues tanto animales como vegetales aparecen o se transforman al paso de las estaciones. La periocidad que emana del funcionamiento del organismo que parece originar un sentido temporal: creemos darnos cuenta de un tiempo que transcurre. Los antiguos tienen la noción, de dos tipos de tiempos: el del cosmos, que era repetible indefinidamente, y el de la duración profana. Para ellos la verdadera historia era un mito-historia, que registraba únicamente la repetición de los gestos arquetípicos de los dioses. Si queremos medir la velocidad de la luz y  que para ellos trabajamos en el rayo que nos deja desde una estrella ubicada en el plano de la rotación terrestre.  

III. La mente y el tiempo.

Si bien el aparato psico se basa en la estructura neutral, la muerte no puede ser entendida como si solo fuera una función entre otras de lo neuronal, si no como un nuevo orden jerarjico como, que tal, requiere una descripción y un lenguaje propio. Apenas a fines del siglo pasado, el inconsciente empieza a ser objeto de estudios sistemáticos y en base a las consideraciones sobre la organización jerarjica de la vida. El nivel organizativo más alto y recién en nuestro planeta lo constituye la mente. Este capítulo halo sobre dar un esquema de su organización y funcionamiento, escogiendo los aspectos que atañen el concepto del tiempo.

IV. La adquisición de la temporalidad en el hombre.

El hombre del, mundo occidental siente que su vida transcurre en lo que podemos llamar tiempo del sentido común, que fluye según lo que cree de manera lineal del pasado al presente y de ahí al futuro en esas ideas están implicadas las nociones de irreversibilidad, duración y periocidad. No hay indicios de que el feto capte alguna forma de temporalidad, el feto sufre desequilibrios que lo impulsan a lo largo de todas las etapas de gestación. La noción temporal es casi inexistente en el recién nacido. Aunque el niño ya depende de una fuente de suministros externos, la unión que mantiene con la madre tiene carácter simbiótico, lo cual le permite sentirse como si fuera uno con esa madre que cuida de él, y en consecuencia, engendrar una fantasía de omnipotencia. Cuando él bebe logra saciar su hambre y sentirse confrontado por la cercanía del pecho materno, va configurando lo que se dio a llamar “La experiencia de satisfacción”. La temporalidad del adulto no es espontanea, si no que se adquiere a partir de las experiencias de perdida, y está ligada a la posibilidad de hablar pensar y hacer, pero la temporalidad de un adulto no ha sido la misma para el cazador de la edad de Bronce.

V. La emergencia de la finitud y la muerte.

El hombre se maneja con, por lo menos dos tipos de tiempo: el sagrado, el perpetuamente cíclico y renovable cada vez que el sacerdote realiza ciertos ritos y el profano, en el que el ser humano va a transcurrir las horas y los años y toma conciencia de los desgastes, de la decrepitud y de la muerte. El tiempo de los dioses surge de una lectura sagrada de los ritmos de la naturaleza, no sorprende que el templo tenga en sí mismo una arquitectura, una dimensión y una orientación relacionadas con situaciones cósmicas y sea, él mismo calendario construido con base en informaciones astrológicas.  En los imperios teocráticos, el poder y la ordenación calendaría emanaban de la misma entidad. En la edad media se continúa la tradición judaica de dividir al año en meses y en semanas adaptadas al génesis bíblico. También se divide en cuatro estaciones y al día en cuatro partes que duran cada una seis de nuestras horas actuales. Los relojes hidráulicos se hacen más y más complejos. La economía basada en la explotación de la tierra requiere de un ciclaje anual de estaciones y un tiempo estable, que “fluya” siempre igual para que nada cambie. Los astrónomos estudiaban más y más el universo, y por el otro, los relojes construían mecanismos más y más perfectos. El mundo físico era entonces un gigantesco trabajo de relojería; el tiempo fluía de manera homogénea y continua. Las leyes de Newton eran las leyes supremas de la naturaleza.

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