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Las Locas - Marcela Lagarde

tabevi16 de Mayo de 2013

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Capítulo XIII. Las locas

Marcela Lagarde y de los Ríos

Reconocimiento de la locura

Las mujeres locas son las suicidas, las santas, las histéricas, las solteronas, las brujas y las embrujadas, las monjas, las posesas y las iluminadas, las malasmadres, las madrastras, las filicidas, las putas, las castas, las lesbianas, las menopáusicas, las estériles, las abandonadas, las políticas, las sabias, las artistas, las intelectuales, las mujeres solas, las feministas.

En el mundo donde priva la axiología del bien y el mal, las locas son las my buenas y las muy malas, aquellas mujeres cuyo despliegue exagerado en la vida las llevo a los extremos de la sin razón (pág. 687).

La locura femenina y el malestar de la cultura

Freud (1929:3032) concibió a la locura como un problema de la cultura, fundado en el dolor como base de las llamadas neurosis y psicosis. Lo que Freud denomino frustración cultural originada en la renuncia a satisfacciones sexuales es el hecho que fundamenta la hostilidad que él prefigura como opuesta a toda cultura (1930:3038 y 43). La locura tiene como contenido central la hostilidad y la frustración a la que hace mención Freud, pero no ocurre frente a la cultura, sino que es parte de ella (pág. 700 y 701).

La locura como transgresión

La locura transgresora consiste en el enfrentamiento fragmentario de la condición y la situación de las mujeres. Es el agotamiento de la vía femenina para vivir la vida. La base de esta locura se encuentra en las contradicciones que encierra la condición genérica. Aparece aquí como el distanciamiento con el deber ser, como la imposibilidad social o cultural de cumplir con el deber ser femenino. Pueden existir bases físicas psíquicas para el incumplimiento, de todos modos son sociales y culturales.

Las transgresoras son mujeres que, a partir de su formación como tales, quedan paralizadas para realizar algún aspecto central de su vida. Imposibilitadas para llevarlo a efecto, o para hacerse cargo de su parte de responsabilidad sobre sí mismas, enloquecen. No son capaces de mantener las relaciones mínimas, ni de entrar en el intercambio que les asegure la dependencia vital. Enloquecen, tanto porque no logran hacerse cargo de sus dependientes como porque no logran que los otros se hagan cargo vital de ellas (pág. 708 y 709).

Mujeres rotas

Esta forma de locura femenina ha sido novelada por Simone de Beavoir (1981) en el libro que llamo La mujer rota. A partir de este concepto elaboró la categoría mujer rota que define a las mujeres desestructuradas ante la terminación de la conyugalidad o de la maternidad directa.

Son mujeres rotas interiormente porque, debido a hechos que no dependen directamente de ellas, se ven obligadas compulsivamente a dejar de ser o único que saben: ser de otros.

Así, las mujeres rotas se caracterizan porque, desde el conservadurismo que las define, se niegan a cambiar y a concebir la posibilidad de redefinir la vida de otra manera.

El estado de desasosiego, la depresión, la tristeza, la angustia ante la soledad, el dolor por el abandono, el desamor y los celos, producen en las mujeres rotas un estado de enloquecimiento definido por la imposibilidad de abandonar la negación de reconstruir la existencia sobre las mismas bases o sobre bases nuevas (pág. 715).

La locura erótica

Es una loca la que anda con varios chavos al mismo tiempo, la que ha tenido muchos novios o amantes, la que abiertamente seduce a los hombres, y es temida por las otras mujeres que no reconocen en ella esa parte suya no realizada.

La prostitución es una de las formas de locura erótica social y culturalmente promovida que mas espacio social ha ganado. La transgresión de estas mujeres se da frente a las normas de fidelidad, monogamia y permanencia de la conyugalidad exclusiva de las mujeres sanas, de las mujeres buenas.

En sentido opuesto, hay otra locura erótica: la del erotismo conyugal inexistente, en el mundo que impone a las mujeres, desde la adolescencia, la obligatoriedad del nexo erótico-conyugal con los hombres. Se caracteriza por la imposibilidad de establecer o mantener relaciones solidas – durables, con responsabilidad y compromiso institucional – con los varones, debido a impedimentos culturales como la edad, el deterioro físico, la manera de ser y otras condiciones sociales, que impiden a las mujeres la realización de su deber ser: cuerpo-erótico de los otros, por no acceder a las posibilidades de las otras (pág. 719 y 720).

Mujeres adictas: la voracidad

Una forma de manifestación creciente de la locura de las mujeres es la adicción al alcohol, a las drogas médicas y a las otras. Simultáneamente, la adicción posee la característica de ser una de las medidas terapéuticas para enfrentar los males que la ocasionan. Este doble carácter del alcohol y de las drogas, como manifestación y fuente de reproducción de la locura, y como elemento terapéutico, es explicable si se concibe a la locura como defensa cultural frente a hechos de esa misma cultura.

La interpretación de la locura solo tiene sentido si se la concibe como hecho cultural y no como negación de la cultura. Descifrarla significa de hecho realizar4 su traducción a partir del código cultural dominante, como exacerbación de hechos, sentimientos, actitudes, comportamientos estructurados desde la norma, desde el poder (pág. 722).

El abandono

La sociedad considera distintos grados de abandono, entre ellos, sólo uno sancionado jurídicamente. Se concibe como abandono todo interés personal o cualquier actividad de la madre, distinta a la maternidad, cuando sus hijos son pequeños. Se considera abandono también, el que las madres tengan cualquier otro interés vital, y la dedicación de la madre a algo diferente es vivida como desatención inexcusable. De ahí que se plantea como abandono de los hijos en la salida de la mujer de la casa, cualquier ocupación, estudio o trabajo.

Éste es el síndrome del abandono a partir de la concepción de la maternidad como definitoria del ser mujer, y de considera, en cada instante. De ahí la incompatibilidad con cualquier actividad o interés de la mujer.

El mayor abandono consiste en que la mujer realce cualquier actividad gratificante, lúdica, de diversión o simplemente que este ociosa.

De esta concepción de la maternidad y del abandono deriva la caracterización de malas madres a las mujeres que trabajan sobre todo fuera de la casa. Son malas madres las que dejan a los niños (custodiados9 para hacer política, o para andar de mochas en la iglesia; lo son quienes usan su tiempo para divertirse y pasear. Es abandono que la madre use tiempo para estudiar – en el estudio de mujeres que son madres se combinan la edad, cuando es avanzada, con la maternidad y la conyugalidad, lo que agrava el atentado contra su ser para otros -, o lo que es lo mismo “para andar de mensas ahí nomas baboseando” (balance de un cura en torno a las mamás que hacen otras cosas).

La locura de estas madres trabajadoras o estudiantes, o simplemente de todas las madres cuando desean algo diferente a volcarse en la atención de los otros, consiste en que ellas han sido constituidas como madres. Es decir, las madres tienen la necesidad sentida subjetivamente de ser madres todo el tiempo, cada instante.

Es generalizada la culpa de las madres que destinan su tiempo y sus energías vitales a cosas diferentes de su casa, su marido, sus hijos o su familia.

Esta culpa materna y la vivencia afectiva del abandono, tanto por ellas como por los otros, es la consecuencia de la especialización maternal de las mujeres. Los sentimientos de ansiedad, angustia, y finalmente la culpa, son mecanismos subjetivos de reproducción de la maternidad exclusiva (pág. 734 – 736).

El aborto

Culturalmente se concibe al aborto como un daño criminal, homicida, que la madre inflinge a su hijo: es la muerte. En esta concepción, la mujer embarazada ya es madre, el feto ya es hijo, y el aborto es un homicidio. Las mujeres que han abortado son vistas como locas malas, en apariencia, porque atentan mortalmente contra lo que se considera el ser más indefenso. Pero de hecho son descalificadas por la locura implícita en el aborto voluntario, la mujer sale del dominio natural, y se apropia de su cuerpo y de su identidad. Por lo menos en ese aborto, dejó de estar subsumida en los otros y en su maternidad.

De hecho, sucede que una mujer embarazada no es madre por la gestación, solo esta embarazada; el sujeto de la acción es ella, a ella se le ocurre el embarazo. El aborto es una interrupción del embarazo de la mujer, es una acción vivida por ella (en su cuerpo y en su subjetividad), y finalmente que, el producto (fetal) extraído, muera: es un hecho muy diferente de la muerte por homicidio (delito y pecado) de un hijo.

Desobedientes

Algunas mujeres han encontrado maneras de romper la obligatoriedad de la progenitura y de la maternidad mediante el aborto, el abandono, el regalo, y en el extremo, la muerte del hijo, en particular cuando se trata de criaturas recién nacidas. He ahí, una de las causas del aborto, del abandono y del filicidio.

El abandono, el daño y el filicidio aparecen claramente como hechos sociales y culturales. Precisamente en la transgresión a la maternidad – como cuidados vitales - , se devela que la maternidad no funciona a partir de instintos biológicos como el llamado instinto maternal, sino que la compulsión de la mayoría de las mujeres para el cuidado a los otros se logra mediante relaciones sociales, conformación de subjetividades

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