Las funciones del mito en la Antigua Grecia
luciapassarelli7 de Mayo de 2013
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(2003) sobre los mitos como reproducciones de épocas anteriores,
de un tiempo irrecuperable en donde los hombres se
codeaban con los dioses.
Las funciones del mito en la Antigua Grecia
En la cultura no literaria en la que surgieron los mitos, estos
cumplían diversas funciones. Por un lado, la función de entretenimiento,
ya que si un rapsoda recitaba alguna historia
tradicional se transformaba en todo un acontecimiento festivo
que se extendía a veces durante días, en el cual se comía, se
bebía, las personas reían, se relajaban, y el rapsoda o el aedo
los transportaban a esta era de la creación.
Pero fundamentalmente los mitos, en una civilización oral,
eran por sobre todo, formas de instrucción y de comunicación
a través de los cuales se transmitían, de generación en generación,
el caudal de conocimientos y la identidad del pueblo,
así como también se mantenía viva la cultura. Concuerdo con
Kirk (1974) cuando afirma que es esta transmisión de generación
en generación lo que otorgó a los mitos “su peculiar densidad
y complejidad, su profundidad y su atracción universal”.
Dorra (2008) incluso afirma que la cultura griega era una cultura
de la voz, y que la invención de la escritura se hizo siguiendo
la necesidad del pueblo griego de fijar y recuperar la voz.
Menciona además la hipótesis recogida de Powell por Sergio
Pérez Cortés “según la cual la invención del alfabeto griego
estuvo animada por la decisión de preservar el sonido de los
versos homéricos”. Con “versos homéricos” éste se refiere
a La Ilíada o a La Odisea de Homero. El autor al que se le atribuye
era un aedo que recitaba los versos acompañado de una
lira. No fue él, si bien se le atribuye la autoría de ambas historias,
quien fijó mediante la escritura ambas de sus historias.
Si bien los versos homéricos no son precisamente mitos, su
materia fundamental sí lo es. Imaginemos, entonces, la importancia
de estos mitos en la fundación de una identidad y la
evolución de una civilización.
Uno no puede, realmente, más que asombrarse al ver de qué
manera los mitos (nos referiremos tan sólo a los griegos porque
son los que aquí nos conciernen) atraviesan las regiones
y los siglos hasta llegar a nuestros días.
¿Qué es lo que sigue haciéndolos tan vigentes? ¿Son acaso
las reescrituras que van haciendo los contemporáneos?
¿O es que los mitos tienen una especie de aura sagrada que
hace que todos nos sintamos profundamente identificados
en algunos de sus aspectos? Sin ambiciones de responder
a estos interrogantes, podemos sin embargo investigar el
atractivo de los mitos para la psiquis humana para acercarnos
un poco más a comprender qué es lo que hace que estos
relatos tradicionales sigan plagando cantidad de obras teatrales,
escenarios, versos, libros y cuadros; y en particular, para
intentar comprender (o abrir el interrogante aún más) por qué
Antígona nos sigue resultando contemporánea. Dudo mucho
que esto hubiese ocurrido si el mito no hiciese mella en lo
más profundo del ser humano. Ya que si bien los mitos se
ven respaldados por un grupo, es en los sentimientos individuales
del ser humano consigo mismo donde éstos resuenan
hondo. Hay algo en los mitos que nos produce un gran placer.
¿A qué se debe esto?
Siguiendo a Aristóteles, podríamos decir que esto no sucede
en absolutamente todos los mitos, pero que el placer que
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