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Libertad y Etica - Juan Pablo II


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2022  •  Ensayos  •  2.874 Palabras (12 Páginas)  •  43 Visitas

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Libertad y ética Juan Pablo II

Cfr. Juan Pablo II, Memoria e identidad, nn 7 y 8, Ed. La Esfera de los libros, Madrid 2005, pp. 49-59.

I

Después de la caída de los sistemas totalitarios) en los que el sometimiento de los hombres a la esclavitud llegó al cenit) se abrió para los ciudadanos oprimidos la perspectiva de la libertaí y por sí mismos. Hay muchas opiniones a este propósito. La cuestión de fondo es cómo aprovechar esta posibilidad de decidir libremente) evitando en el futuro un retorno del mal inherente a estos sistemas e ideologías.

Interesante comienzo, concuerdo con lo dicho sobre la maldad inherente de aquellos sistemas e ideologías totalitarios pero hay que recordar que cualquier sistema totalitario es un mal pues reduce la Libertad y manipula la verdad.

Después de la caída de los sistemas totalitarios, las sociedades se sintieron libres, pero casi simultáneamente surgió un problema de fondo: el del uso de la libertad. Es un problema que no sólo tiene una dimensión individual sino también colectiva.

Me parece que aquí se equivoca Juan Pablo al darle a la Libertad una dimensión colectiva porque quien es atribuido con la Libertad y siente la misma es el individuo en su propio ser, no existe pues “un cerebro colectivo” que sienta uniformemente la Libertad y le transmita el sentimiento a todos en la misma magnitud.

Por eso requiere una solución en cierto modo sistemática.

Como ya incorporó un mal planteamiento de aquí se desprenden ideas que no solucionan realmente “el problema de la Libertad” que sí logro definir correctamente en líneas anteriores. Una idea nefasta es darle una solución sistémica en lugar de una solución personalizada. Esto pone en seria duda si la salvación del alma es una tarea individual o el juicio final de Dios es aplicado a toda la humanidad como conjunto y si es esto último los justos podrían pagar por los pecadores.

Si soy libre, significa que puedo usar bien o mal mi propia libertad. Si la uso bien, yo mismo me hago bueno, y el bien que realizo influye positivamente en quien me rodea. Si, por el contrario, la uso mal, la consecuencia será el arraigo y la propagación del mal en mí y en mi entorno.

¿El bien bajo la perspectiva de quién?, ¿de Dios?, ¿de Juan Pablo o de la persona que decide sobre su vida? Dado el enfoque religioso de Juan Pablo “el bien” debe ser el de Dios, un bien absoluto para un ser absoluto, Dios dice en Isaías 45:5 “Yo soy Jehová, y no hay ningún otro; no hay Dios fuera de Mí” y en Juan 14:6 dice “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” por tanto un único bien para un único Dios.

El peligro de la situación actual consiste en que, en el uso de la libertad, se pretende prescindir de la dimensión ética, de la consideración del bien y el mal moral.

¿Quién pretende esto?, no nos lo responde Juan Pablo. Entonces como el sujeto de la oración es tácito yo podría suponer que nos intenta decir que “todos” pretendemos eso. Y la respuesta es “No”, la única pretensión observable es el intento cada vez menos solapado de querer imponer una dependencia entre ética religiosa y Libertad. Y retomando el punto anterior donde se demostró que hay un único bien y por tanto una única ética, un único camino entonces no hay más opción que valga que esta, cualquier otro camino te conducirá al infierno, un destino indeseable para cualquier ser, y si solo hay dos posibilidades estamos ante una coacción premeditada.

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Ciertos modos de entender la libertad, que hoy tienen gran eco en la opinión pública, distraen la atención del hombre sobre la responsabilidad ética. Hoy se hace hincapié únicamente en la libertad. Se dice que lo importante es ser libre; serIo del todo, sin frenos ni ataduras, obrando según los propios juicios que, en realidad, son frecuentemente simples caprichos. Ciertamente, una tal forma de liberalismo merece el calificativo de simplista.

En este punto, lo que nos increpa Juan Pablo es que hacemos uso de nuestros juicios personales sin la palabra de Dios como referencia para nuestras conductas del mismo modo que los defensores de otra clase de Poder, llámese Gobierno, castiga a sus ciudadanos cuando este no paga sus impuestos, por ejemplo. Dos instituciones de poder usando el mismo método para coaccionarnos e imponer una única salida a nuestra crisis.

Pero, en cualquier caso, su influjo es potencialmente devastador. No obstante, se ha de añadir inmediatamente que las tradiciones europeas, en particular las del período íluminista, reconocen la necesidad de un criterio regulador en el uso de la libertad. Pero dicho criterio no se fijó en el bien honesto (bonum honestum), sino más bien en la utilidad o el placer. Esto es un elemento de gran importancia en la tradición del pensamiento europeo, al que se debe prestar un poco más de atención.

Incorrecto, el período de la Ilustración trajo los tres tipos de bien el bien honesto, el bien útil y el bien deleitable pero Juan Pablo solo reconoce los últimos dos respecto al criterio que corresponde al uso de la Libertad pero qué puede declararse más “bien honesto” que la legítima búsqueda de la verdad a través de la Libertad y la Ciencia en comparación de las épocas del Oscurantismo justamente cuando más poder tuvo la Iglesia Católica en toda la historia de la Humanidad.

En el obrar humano, las diversas facultades espirituales tienden a la síntesis. En esta síntesis, la voluntad hace de guía. El sujeto imprime así en su comportamiento la propia racionalidad. Los actos humanos son libres y, como tales, comportan la responsabilidad del sujeto. El hombre quiere un determinado bien y se decide por él; por tanto, es responsable de su opción.

Claro que sí Juan Pablo pero si la única alternativa es vivir un tormento de castigos y penurias eternas en el fuego del averno pues llamarle “opción” al cielo es ridículo. La Libertad bajo este aspecto ha sido reducida a su más mínima expresión un modelo binario y eso sí que es ser simplista (como refirió antes).

En el trasfondo de esta concepción del bien, metafísica y antropológica al mismo tiempo, se impone una distinción de carácter específicamente ético. Es la distinción entre el bien honesto (bonum honestum), el bien útil (bonum utile) y el bien deleitable (bonum detectabile). Estas tres especies de bien definen de manera orgánica el obrar del hombre. En su comportamiento, escoge un cierto bien, que se convierte en el fin de su acción. Si el sujeto opta por un bonum honestum, su fin se identifica con la esencia misma del objeto de su acción y, por ende, es un fin honesto. Cuando, por el contrario, el objeto de su decisión es un bonum utile, el fin es el provecho que comporta para sí mismo. La cuestión de la moralidad de la acción sigue aún abierta: sólo cuando la acción que comporta un provecho es honesta, y son honestos también los medios utilizados, el fin pretendido por el sujeto puede considerarse honesto. Justamente en este punto comienza la separación entre la tradición ética aristotélico-tomista y el utilitarismo moderno.

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