Libro IX

LAS CONFESIONES. LIBRO IX

En este libro nos relata la historia de su bautismo y la muerte de su madre Mónica.

San Agustín renuncia a la cátedra de retórica y se ocupa de escribir libros. Vuelve a Milán, donde con Alipio y Adeodato, donde recibe el bautismo. Se dispone regresar a África en compañía de su madre y los demás. Refiere su vida a su Santa madre y su muerte acaecida en el puerto de Ostia. Al final de este libro, cuenta con gran sentimiento y llanto la dicha de haber sido hijo de Santa Mónica.

En los primero capítulos podemos contemplar la renuncia a su profesión, ya que enferma de un problema en los pulmones. Verecundo le ofreció una casa de campo en su quinta en Casiciaco para que fuese a descansar. Estando allá tuvo tiempo para conocer, rezar y meditar los salmos, especialmente el salmo 4, reconociendo en ellos su pecado de vanidad y mentira, reconociendo a Dios como el “sumo bien”. Le escribe una carta al obispo Ambrosio enunciándole los errores de su pasado, su actual propósito y su deseo de leer algunos libros que le permitieran prepararse para recibir el sacramento del bautismo.

Al regresar a Milán, se preparó al catecumenado junto con su amigo Alipio y su hijo Adeodato. Posteriormente junto con su amigo Evodio (recién converso al cristianismo) buscaron la manera de ser más útiles al servicio de Dios, acordaron regresar al África, pero estando en Ostia falleció su mamá.

En los siguientes capítulos explica la formación educativa que recibió su madre. Fue una mujer admirable en la relación con su esposo, con su suegra y con las personas que se le acercaban para pedirle un consejo. Fue una mujer de una fe sólida, de virtudes evidentes y de un inmenso amor a Jesucristo y a su Iglesia.

San Agustín y Santa Mónica tienen un coloquio acerca del reino de los cielos, imaginaban cómo sería ese reino prometido. Santa Mónica estaba dispuesta a morir, ya que se cumplió lo que le pidió a Dios, ver a su hijo en la doctrina del cristianismo.  

Comentario:

Este capítulo ha captado toda mi atención. Considero que es el mejor capítulo que he leído de las “Confesiones” de San Agustín. En este noveno libro, puedo percibir cómo Dios va despojando a San Agustín para llevarlo al conocimiento de la verdad, al cristianismo. Hay hechos muy evidentes que podemos inferir como su enfermedad de los pulmones para dejar sus clases de retórica; el ir a descansar a una quinta en medio de la naturaleza para encontrarse con Dios por medio de los salmos; la presencia continua de su madre; sus amigos que se convierten y se bautizan junto con él; la muerte de su hijo Adeodato y por consiguiente la muerte de su mamá. Son acontecimientos que marcaron fuertemente la vida de San Agustín, logrando llegar al fin que tanto anheló, la búsqueda de la verdad, resumida en su experiencia de Dios.

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