Lo bello se refiere a cosas bellas y la belleza se refiere a la perfección de la forma del ser

“Lo bello” ha sido materia de reflexión filosófica a lo largo de los años, pues el decir que una cosa es bella o fea, no es algo tan fácil de explicar como parece. Es por eso que la reflexión inicia desde mucho antes de que la estética se consolide como ciencia.

Existen dos formas de distinguir lo bello, a saber: lo bello en el sentido ontológico, esto es como uno de los trascendentales de todo ente, y lo bello en el sentido estético. Hablando del sentido ontológico, un ente es bello en cuanto es ente. Para esto, Platón dice que lo bello es “en sí”, es decir, es una idea inmutable y eterna, y las cosas bellas solamente son una participación de la idea de bello. Asimismo, Plotino más adelante clasificará lo bello o belleza como uno de los trascendentales del ente. Sin embargo, aunque este ensayo gira en torno al sentido estético de lo bello, no está de más mencionarlo. Esta concepción de lo bello desde el sentido ontológico inicia con Platón y llega hasta la filosofía medieval.

Lo bello estético

Hablando desde el sentido estético de lo bello, tenemos que es una actitud subjetiva de la vivencia de lo bello, esto es a través del conocimiento, pero este conocimiento no se da por conceptos, sino por la pura percepción. En este punto Santo Tomás habla de que lo bello se refiere al poder cognoscitivo, aquello a lo que la vista agrada. Leibniz, por su parte, dice que lo bello es un conocimiento. Baumgarten no se queda atrás, y a partir de él se considera que lo bello es una cualidad sensible, perceptible y real.

Este conocimiento se da porque se parte de las cosas concretas a las que llamamos “bellas”, dichas cosas bellas poseen tres características, las cuales, están influenciadas tanto por Aristóteles como por Platón y Plotino. Estas tres características son: Integridad o perfección; proporción o armonía; luminosidad o claridad. Las primeras dos son influencia de Aristóteles, y la última es influencia Platónico – Plotiniana.

Entonces, el ser humano conoce un objeto concreto, al cual lo considera como bello a través de un juicio de gusto que, según Kant, es una facultad del juicio estético. El juicio de gusto consiste en poder juzgar un ente mediante una satisfacción o descontento. Pero el fruto de esa satisfacción es lo que se conoce como objeto bello.

Ahora bien, después de conocer el objeto bello, el hombre abstrae el concepto. Sólo entonces podrá hablar de la belleza del objeto concreto, pues la belleza como tal, no es posible conocerla, sino que, solamente conocemos los objetos que se llaman bellos.

Y, ¿por qué bello? Santo Tomás se suma en este punto diciendo que bello es aquello cuya vista agrada, o como diría Kant, “es un placer sin concepto”. Es algo que no se puede explicar objetivamente sino que es de manera subjetiva, es decir, depende totalmente de la experiencia del receptor,

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