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Manual De Urvanidad


Enviado por   •  16 de Enero de 2014  •  414 Palabras (2 Páginas)  •  227 Visitas

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ESCUELA DE CADETES

URBANIDAD

DEL MODO DE CONDUCIRNOS EN LA CALLE

• Conduzcámonos en la calle con gran circunspección, y tributemos las debidas atenciones a las personas que en ella encontremos; sacrificando, cada vez que sea necesario, nuestra comodidad a la de los demás conforme a las reglas que aquí se establecen.

• Nuestro paso no debe ser ordinariamente ni muy lento, ni muy precipitado; pero es lícito a los hombres de negocios acelerarlo un poco en las horas de trabajo. En una mujer, siempre será impropio el paso acelerado.

• Los movimientos del cuerpo deben ser naturales y propios de la edad, del sexo y de las demás circunstancias de cada persona. Gravedad en el anciano, en el sacerdote, en el magistrado: suavidad y decoro en la señora, modestia y gentileza en la señorita, moderación y gallardía en el joven; afectación a nadie.

• Los brazos ni deben dejarse caer de su propio peso de modo que giren libremente, ni contraerse hasta el punto de que vayan adheridos al cuerpo, sino que deben gobernarse lo suficiente para que lleven un movimiento suave y elegante. En cuanto a las damas, ellas no deben llevar nunca los brazos sueltos como los hombres.

• No está admitido llevar las manos ocultas en la parte del vestido que cubre el pecho, ni en las faltriqueras del pantalón. Las manos deben ir siempre a la vista y en su disposición natural, sin recoger los dedos ni extenderlos.

• Nuestras pisadas deben ser suaves, y nuestros pasos proporcionados a nuestra estatura. Solo las personas ordinarias asientan fuertemente los pies en el suelo, y forman grandes trancos para caminar. Respecto del paso demasiado corto, esta es una ridícula afectación, tan solo propia de personas juiciosas.

• No fijemos detenidamente la vista en las personas que encontramos, ni en las que se hallen en sus ventanas, ni volvamos la cara para mirar a las que ya han pasado; costumbres todas impropias de gente bien educada, y que si pudieran ser perdonables en un hombre, jamás lo serian en una mujer.

• No nos acerquemos nunca a las ventanas de una casa con el objeto de dirigir nuestras miradas hacia adentro. Este es un acto incivil y grosero, y al mismo tiempo un ataque a la libertad inviolable de que cada cual debe gozar en el hogar domestico.

• Una persona de educación, especialmente si es una señora, no se detiene delante de las ventanas de una casa donde se celebra un festín.

• Cuidemos de no hablar nunca tan fuerte que los demás pueden percibir

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