Mito mujer

EL MITO: LA MUJER Y LA FEMINIDAD

Cuando hablamos de mito entendemos que es una representación que se ha ido desarrollando con el pasar del tiempo, no surge de la noche a la mañana. Así, podemos analizar un mito muy común dentro de nuestra sociedad: la feminidad. Desde las antiguas civilizaciones se viene creando, en torno a la mujer, un mito que le ha marcado el camino a seguir dentro de la sociedad hasta el día de hoy. El papel que ha jugado la mujer a través de los años, la feminidad como sinónimo de pasividad y sumisión.

“En principio, toda sociedad manifiesta algún tipo de mística femenina o de culto a lo materno o a lo femenino virginal de modo que cualquier ruptura de ese orden estatuido opera como amenaza a la integridad masculina. Esa integridad se la basa en una estructura binaria de sexo-género naturalizado, que a pesar de sus resquebrajamientos aún nos rige.” (Femenías, Soza, 2009. p.18)

El patriarcado ha dado paso a la dominación masculina y en medio esta se encuentra los elementos simbólicos que han aprisionado a hombres y mujeres. La fuerza de las ideas pre-concebidas acerca de la ‘identidad maternal’ de las mujeres y la ‘agresividad, deseo de poder y fuerza natural’ en los hombres ha provocado no sólo una diferenciación de las actividades sino también un cisma el cual por ningún motivo debe de ser restaurado o atravesado por ninguna de las partes. Las mujeres que siempre han sido las guardianas de los secretos de los antiguos se presentan a nuestros ojos como guardianas de la cultura, esto es entendido para los observadores circunstanciales como el sexo conservador, el que no tiene interés en participar de la cultura dominante, el que enseña a sus hijos los valores de sus mayores, las que no usan la lengua general y prefieren conservar su propia lengua materna. (Oliva, 2007; p. 17)

Esta división incluso ha tenido un impacto en el uso del espacio público, o en otras palabras, en la disponibilidad que tiene la mujer para movilizarse (y pertenecer) libremente en ciertos escenarios. Así, se asignan los espacios en los cuales pueda desempeñar únicamente sus ‘roles naturales’ desplazándola de espacios de poder o del espacio público.

Estos procesos perpetúan unas relaciones laborales de género asimétricas que se evidencian en una estructura organizacional segregada y en el diferencial perfil profesional y desarrollo de carrera seguido por hombres y mujeres. Las mujeres suelen acceder a sus puestos por promoción interna tras ganarse la confianza, del empleador y el equipo de dirección al demostrar durante años su centralidad en el trabajo y valía profesional. (Barbera, Ramos, Sarrió, 2003; p. 269)

El mito de la feminidad ha ocasionado la separación de la mujer relegándola a más limitados espacios de poder. Su papel ha de ser delicado y mucho más suave y a merced del hombre, sumiéndola a las decisiones de otros. Los valores de la masculinidad y feminidad atribuidos a cada sexo son incorporados y reproducidos como si de una segunda piel se tratara, generando estilos de vida, expectativas,

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