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«Morir de amor, despacio y en silencio», canta Miguel Bosé


Enviado por   •  18 de Junio de 2013  •  Resúmenes  •  1.904 Palabras (8 Páginas)  •  454 Visitas

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Para Ana María y Sandra,

a la niñez que compartimos,

a la vida que transitamos,

al querer que no se agota

... Se entró de tarde en el río,

La sacó muerta el doctor:

Dicen que murió de frío:

Yo sé que murió de amor.

JOSÉ MARTÍ

No es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,

De urgencia mía de mi piel de ti,

De mi alma de ti y de mi boca

Y del insoportable que soy sin ti.

JAIME SABINES

INTRODUCCIÓN

«Morir de amor, despacio y en silencio», canta Miguel Bosé. Y no es sólo ficción

ni entretenimiento musical, es realidad pura y dura. Para muchos el amor es una carga,

un dulce e inevitable dolor o una cruz que deben llevar a cuestas porque no saben, no

pueden o no quieren amar de una manera más saludable e inteligente. Hay quienes se

quitan la vida o se la quitan a su pareja, y están los que se agotan y van secándose

como un árbol en mitad del desierto, porque el amor les pide demasiado. ¿Para qué un

amor así? Ésa es la verdad: no todo el mundo se fortalece y desarrolla su potencial

humano con el amor; muchos se debilitan y dejan de ser ellos mismos en el afán de

querer mantener una relación tan irracional como angustiante. Hay que vivir el amor y

no morir por su culpa. Amar no es un acto masoquista donde dejasde ser tú y te complace

sentirte maltratado o humillado bajo el yugo de otra persona.

Morir de amor no es irremediable, contrariamente aloque dicen algunos románticos

desaforados. Las relaciones afectivas que valen la pena y alegran nuestra existencia

transitan por un punto medio entre la esquizofrenia (el amor es todo «locura») y la

sanación esotérica (el amor todo «lo cura»). Amor terrestre, que vuela bajito, pero vuela.

Coincidir con una persona, mental y emocionalmente, es una suerte, una sintonía

asombrosa y casi siempre inexplicable. Aristóteles decía que amar es alegrarse, pero

también es sorprenderse y quedar atónito ante un clic que se produce con alguien que

no entraba en tus planes. De ahí la pregunta típica de un enamorado a otro: «¿Dónde

estabas antes de que te encontrara?» o «¿Cómo puedes haber existido sin yo saberlo?

». Amar es vivir más y mejor, si el amor no es enfermizo ni retorcido. En el amor

sano no caben la resignación ni el martirio, y si tienes que anularte o destruirte para

que tu pareja sea feliz, estás con la persona equivocada.

Para amar no hay que «morir de amor», sufrir, desvanecerse, perder el norte,

ser uno con el otro o alterar la identidad: eso es intoxicación afectiva. Cuando confundimos

el enamoramiento con el amor, justificamos el sufrimiento afectivo o su conmoción/

arrebato/ agitación y terminamos enredándonos en relaciones negativas que nos

amargan la vida porque erróneamente pensamos que: «Así es el amor». A veces,

cuando hago terapia, me encuentro con parejas tan incompatibles que me pregunto

cómo diablos han llegado a estar juntos. ¿Es que acaso están ciegos? Y la respuesta

es que, en cierto sentido, sí lo están. No una ceguera física, sino emocional: el sentimiento

decidió por ellos y los arrastró como un río desbordado. El amor tiene una inercia

que puede llevarte a cualquier sitio si no intervienes y ejerces tu influencia.

Morir de amor, asimismo, es morir de desamor: el rechazo, el insoportable juego

de la incertidumbre y de no saber si te quieren de verdad, la espera, el imposible o el

«no», que llega como un jarro de agua fría. Es humillarse, rogar, suplicar, insistir y persistir

más allá de toda lógica, esperar milagros, reencarnaciones, pases mágicos y cualquier

cosa que restituya a la persona amada o la intensidad de un sentimiento que

languidece o que ya se nos ha ido de las manos.

Infinidad de personas en el mundo se han quedado atrapadas en nichos emocionales

a la espera de que su suerte cambie, sin ver que son ellas mismas las que deben

hacer su revolución afectiva. Cada quien reinventa el amor a su manera y de acuerdo

a sus necesidades y creencias básicas; cada cual lo construye o lo destruye, lo

disfruta o lo padece. Morir de amor no es un designio inevitable, una determinación

biológica, social o cósmica: puedes establecer tus reglas y negarte a sufrir inútilmente.

Ésa es la consigna.

¿Qué hacer entonces? ¿Es posible amar sin equivocarnos tanto y que el sufrimiento

sea la excepción y no la regla? ¿Cómo amar sin morir en el intento y, aun así,

disfrutarlo y sentir su irrevocable pasión?

En el presente libro he intentado plasmar algunos de los problemas que convierten

el amor en un motivo de agonía y angustia; asimismo, he contrapuesto

...

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