Nihilismo
janiar27 de Mayo de 2012
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NIHILISMO
El nihilista es aquel que no cree en nada (nihil), ni siquiera en lo que es. El nihilismo es como una religión negativa: Dios ha muerto, arrastrando con él todo lo que pretendía fundar: el ser y el valor, la verdad y el bien, el mundo y el hombre. Ya no queda otra cosa que la nada, en todo caso nada que tenga valor, nada que merezca la pena ser amado o defendido: todo vale lo mismo, y no vale nada.
El término parece haber sido inventado por Jacobi, para designar la incapacidad de la razón para captar la existencia concreta, que sólo alcanzaría la intuición sensible o mística. La razón, separada de la creencia, es incapaz de pasar del concepto al ser (como prueba la refutación kantiana de la prueba ontológica); sólo puede entonces pensar esencias sin existencia (al disolverse sujeto y objeto en una pura representación), y en este sentido, para Jacobi, todo racionalismo es un nihilismo. En francés, y en una acepción menos técnica, el término fue popularizado por Paul Bourget, que lo definía como «una mortal fatiga de vivir, una lúgubre percepción de la vanidad de todo esfuerzo». Pero fue evidentemente Nietzsche, prolongando la doble influencia de Jacob y de Bourget, quien le dio sus credenciales filosóficas. La razón no proporciona ninguna razón para vivir: sólo desemboca en abstracciones mortíferas. El racionalismo, también para Nietzsche, es un nihilismo. Pero no es una corriente de pensamiento entre otras: es el universo espiritual que nos aguarda. «Lo que narro —dice Nietzsche— es la historia de los dos próximos siglos. Describo lo que vendrá, lo que no puede dejar de venir: el advenimiento del nihilismo». Estamos en ello. El problema consiste en cómo salir de él.
« ¿Qué significa el nihilismo? Que los valores supremos se deprecian —contesta Nietzsche—. Ya no hay respuesta a la pregunta: “¿Para qué?”». Las ciencias, que pretendían reemplazar a la religión, no suministran ninguna razón para vivir: su culto de la verdad no es más que un culto a la muerte. De ahí esta «doctrina del gran hastío: “¿Para qué?” ¡Nada vale la pena!». Nietzsche pretendió soslayarla mediante el esteticismo, o sea, mediante el culto de la hermosa apariencia, del error útil a la vida y de la ilusión creadora («el arte al servicio de la ilusión, ése es nuestro culto»), y ése es el nihilismo actual. Sólo se puede eludir regresando a la verdad del ser, como dirá Heidegger, y de la vida, como pretendía Nietzsche, pero que no es mentira e ilusión, sino potencia y fragilidad, potencia y resistencia (conatus): deseo, en el hombre, y verdad. Lo que equivale a inclinarse más por Spinoza que por Nietzsche, más por la lucidez que por la ilusión, más por la fidelidad que por la «inversión de todos los valores» y, en definitiva, más por la humanidad que por el superhombre. « ¿Qué es el nihilismo —pregunta Nietzsche— sino este gran hastío? Estamos fatigados del hombre...». Habla por ti. El nihilismo es una filosofía de la dificultad-para-gozar, la dificultad-para-amar y la dificultad-para-querer. Es la filosofía de la fatiga, o la fatiga como filosofía. Perdieron la capacidad de amar, como dice Freud de los depresivos, y extraen la conclusión de que nada es amable. Los valores sólo pierden su valor para quienes, para poder amar, tienen necesidad de un Dios. Para los demás, los valores siguen valiendo o, mejor, valen de una forma más urgente: porque ningún Dios los funda ni los garantiza, porque sólo valen en la medida del amor que nosotros les otorgamos, porque sólo valen para nosotros y por nosotros, que los necesitamos. Razón de más para servirlos. El relativismo, lejos de ser una forma de nihilismo, es su remedio: que todos nuestros valores sean relativos (a nuestros deseos, a nuestros intereses y a nuestra historia) es una poderosa razón para no renunciar a las relaciones que los hacen ser. No porque la justicia exista hay que someterse a ella (dogmatismo), ni habría que renunciar a ella porque no existiera (nihilismo), sino que es necesario realizarla porque no existe (sino en nosotros, que la pensamos y queremos: relativismo).
IDEA DEL NIHILISMO
¿Es el nihilismo una “idea”? ¿Es una condición cultural? ¿Un estado de ánimo? ¿Un conjunto de fenómenos que emergen y que antes, muy poco antes eran inexistentes? Los jóvenes se drogan, los niños llevan armas a los colegios, los políticos roban -y no sólo los políticos, pero el lugar de la política es significativo puesto que hasta hace no mucho se auto concebía como el lugar del “sentido, el lugar en el que los hombres encuentran un sentido, individual y común”-. Todos estos fenómenos y otros -en principio completamente heterogéneos entre sí- como destruir el planeta por ganancias, suicidios religiosos masivos, avidez de consumo, materialismo, desinterés por lo que no tiene valor de mercado (por el “espíritu”), adolescentes que se pintan el pelo y se emborrachan en vez de dedicar el tiempo a la lectura y la instrucción, todos estos elementos son, por así decirlo, homogeneizados, puestos en relación, y se pretende que ellos describen la esencia de nuestra condición cultural. Esta trama de fenómenos es lo que pareciera invocar el nombre de “nihilismo”. Concepto que concierne también a una especie de descreimiento y una falta de horizontes. Las creencias no son algo que se tiene sino algo que somos, algo que nos constituye casi biológicamente, que nos son transmitidas como se transmite una información genética y nos inserta en un conjunto de costumbres -en un mundo, en sentido fenomenológico- muy anteriores a nosotros mismos. Ese descreimiento, entonces, lo es de lo que podríamos llamar “valores” que valían en el pasado; la falta de horizonte o de perspectivas, en cambio, remite a una desaparición del futuro: quedaría entonces un presente desarraigado y sin porvenir, que inhibe cualquier iniciativa constructiva y deja el campo libre para la rapiña y la destrucción, propia y de los otros.
El hecho de que la palabra nihilismo sea relativamente nueva y de que indique un proceso nos permite comprender algo respecto de su significado. Proviene, naturalmente de nihil, “nada”. El nihilismo podría ser considerado como una “teoría de la nada”. Pero la nada es un concepto filosófico tan antiguo como la filosofía; se recordará el Poema de Parménides, cuya proposición esencial sienta las bases para el pensamiento posterior: “el ser es y la nada no es”. Sin embargo, los mayores pensadores del nihilismo en nuestro siglo -me refiero a Nietzsche y a Heidegger- hacen un uso anacrónico del término, refiriendo con él la lógica escondida que ha tenido la historia entera de eso que llamamos Occidente. No obstante ser reciente como término, el nihilismo es lo que secretamente habría presidido el despliegue de Occidente desde Platón en adelante. Según esta reflexión, el nihilismo se plantea entonces no sólo como un concepto de crítica de la cultura sino también como una clave hermenéutica de primer orden. Nada tendría que ver con una posición adoptada por alguien libremente, ni con una opinión privada como ser “socialista” o “idealista”, “utilitarista” o “escéptico”. Nihilismo no designa ni para Nietzsche ni para Heidegger una opinión entre otras opiniones, por ejemplo la de alguien que cree que la nada es la esencia de todas las cosas y de la vida. Nihilismo es una “ley”, es la “ley fundamental” de Occidente o también, es la esencia de la metafísica que aparece como tal -que puede ser pensada- en el momento en que ésta llega a su consumación, es decir, cuando ha agotado sus posibilidades esenciales y el ser se des oculta como técnica y como nihilismo. Hay en el pensamiento de Heidegger una conexión estrechísima entre nihilismo y técnica pero esto no quiere decir que la gente se ha vuelto nihilista porque sólo se interesa por los bienes materiales que produce la técnica ni nada por el estilo. La técnica no es principalmente un instrumento con el que nosotros tenemos dominio sobre la naturaleza -es evidente que también es esto, pero no es lo que importa aquí-; pensada en su esencia, la técnica es una manera en que las cosas aparecen, un modo de des ocultamiento que lleva al extremo lo que Heidegger llama el “olvido del ser”, y, paradójicamente, la omnipotencia, la vigencia hasta el paroxismo, del Principio de Fundamento, del Principio de Razón Suficiente. En este des ocultamiento técnico sólo cuentan los entes y “del ser como tal ya no queda nada”.
Pero en este planteo se advierte claramente una paradoja. Si la técnica es la vigencia extrema del Fundamento y de la Razón Suficiente -si la técnica puede dar cuenta de todo lo que es y de cómo es en virtud de su causa-, ¿por qué entonces Heidegger la asocia con el nihilismo, que en principio es la experiencia de la falta de Fundamento de todas las cosas, de la sinrazón y del sin sentido? En el mundo de la des ocultación técnica no hay lugar para la nada, es el mundo del dominio sobre las cosas existentes y de la infinita producción de las no existentes. ¿En qué sentido entonces se opera esta equivalencia
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